Mi ex-prometido robó mis sueños
ramente, sus ojos abiertos y sin ver. Simplemente me miraba, sin parpadear, como si las palabras que acababa de pronunc
cruzando su rostro. El nombre de Katia brilló en la pantalla. Dudó por una fracción de se
bajo -murmuró, ya dándose la
respondiendo a Katia, a las demandas urgentes de la firma, a cualquier cosa menos a las ruinas desmoronada
e su yo habitual, dejándome s
necesidades, siempre secundarios a sus grandes diseños, sus crisis profesionales, su frágil ego. Vi la puerta cerrarse detrás de él, un sabor amargo en mi
o se estaba vendiendo. Mi familia, bueno, no eran exactamente un refugio. Pero por ahora,
sado. Abrí la puerta principal, el olor a comida rancia y
dulce, llegó desde la sala. Apareció, una sonrisa forzada en su
pegado a su teléfono. Apenas gruñó en reconocimiento. Mi padre, una figura seve
-Las preguntas de mi madre salieron a borbotone
voz firme-. Y no vendrá. Nu
iló, luego se disolvió en un grito ahogado de horror. El perió
n gruñido bajo, teñido de in
o se canceló -repetí,
tó del sillón, sus movimientos bruscos y agresivos-. ¿Tienes idea de lo que has hecho? ¡Damián
l jarrón antiguo en la mesa auxiliar. Se hizo añicos, los
o debajo de mi codo. Jadeé, agarrándome el brazo, la sangre ya floreciendo a través de mi
ndo los ojos de su teléfono-. ¿Sabes cuánto dinero contábamos con tu boda?
a encorvada, una muec
de la alta sociedad? ¿Como Katia Flores? De t
decepción-. ¿Es por esa becaria? ¡Oh, Carla, no puedes dejar
, el dolor en mi brazo un contrapunto sordo a
o tenías todo, Carla! ¡Un prometido rico, un departamento de lujo, y se suponía que debías cuidarnos! ¿Y ahora qué? ¿Nos vas a co
z fugaz y condicional cuando Damián estaba en escena, ahora solo contenían acusación y codicia. Estaba claro. No me veían como su hija
vores que había hecho, nunca se trató de amor. Siempre se trató de lo que podía proporcionar. No les importaba mi felicidad, mi c
s emocionales que infligían. Miré a mi familia, mi supuesto refugio se
voz firme, a pesar de
¿A dónde irías, niña ingr
Salí, sin mirar atrás, sus gritos venenosos resonando detrás
rminables. El viento del desierto me azotó, helándome hasta los huesos. Ahora