El último deseo marciano del gemelo
Ada M
pero no salieron palabras. Después de un largo momento, asintió lentamente, un único movimiento decisivo. Vació su vaso, lo
la barandilla, agarrándola con fuerza, tratando de estabilizarme. Los últimos cinco años habían sido un desgaste constante, física y emocionalmente. La fachada había sido agotadora de mantener,
conseguir que firmara los papeles del divorcio, liberarme de ver
de nuevo y escuché la voz de R
uera? ¿Giselle no te di
i cuerpo se sentía pesa
, su presencia u
iré esta noche'. Qué sentimiento tan encantador. ¿De
bajo, desprovisto de
herencia. Ni pensión alimenticia. Volverás a tu patética carrera de diseño gráfico free
n ruido de fondo, ecos de una vida que ya estaba dejando atrás.
mi mejilla. Era una lágrima de agotamiento, de libe
enfermizo. «Las lágrimas. Estás molesta porque no jugaré tu jueguito
onido áspero
a, no estoy ta
, todavía aferrada al relicario, buscó en el pequeño bolso que llevaba y sacó
esar del temblor en mis manos. «Se acabó. Puedes tener a Gisel
tello de genuino desconcierto en sus ojos
¿Algún tipo de p
mi mano, su mirada re
enticia. Solo una ruptura lim
ente los papel
la esposa perfecta y silenciosa, de repente no quieres nada? E
tumbona cercana con un movimi
mpán, se deslizó hacia el balcón. «No está jugando un juego, cariño. Solo está siendo patétic
iciencia, tomando un l
mendigando tu atención. Cree que pued
mi sencillo vestido, luego ha
simplemente no c
rdo. Mi cabeza daba vueltas, mi visión s
nas por encima de un susurro, pero teñida de un
n había desaparecido, reemplazada por una rabia cruda y desnud
años una farsa?», gruñó, su a
s de cristal que daban al penthouse,
gar, Ada? Bi
pe, llevándome a un pasi
en el coche», ord
ación...», comenzó Giselle,
illando con una furia posesiva que ra
uego se escabulló, sus tacones altos hac
o en una oscuridad casi total. Me empujó contra la pared, su cuerpo pre
ente baja. «¿Crees que puedes simplemente irte? ¿Des
mi cuello, sus lab
esto? Tú no me dejas. Y
on sabor a ira y desesperación. Luché, empujando contra su pecho, pero mi fuerza me estaba falla
diendo con una oscura intensidad. «¿Quieres ser madre? Podemos empezar es
ción retorcida. Gemí, un sonido de pura miseria, mientras nuevas lá
pero insistente, atravesó la puerta. «¡El coche
agarre sobre
nando sus labios contra mi mejilla manchad
abrió de golpe. Jovan estaba enmarc
endo? Giselle está amenazando con l
La mención de los tabloides, del escándalo público
e abruptamente. Pasó junto a Jovan, dejándome
mi lado, su man
eguntó, su voz teñida d
chando por recuperar el alie
Ricardo alejarse a grandes zancadas. Me m
licario escondido bajo mi vestido. Todavía estab
oz ronca. «No lo od