El amor forjado en mentiras silenciosas
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mi protector, mi voz, mi todo. Me resguardaba de un mundo que
i contra, de repente recuperé el oído. Solo para descubrir la horrible ve
un susurro venenoso que ahora podía oír a la perfecc
or era su entretenimiento. El chico en el que confiaba, la familia q
sa e indefensa que podía controlar. Creí
quiv
úblico para exponer sus crímenes. Mientras el mundo estallaba en caos y su vi
ítu
El
ñido sordo, un sonido que ya casi no registraba, pero el destello agudo de luz captó mi atención. Astrid Nolan, la chica nueva, est
nido agudo y claro que de alguna manera p
zos abiertos como si estuviera en
yan, su rostro una máscara de sorpresa, luego algo más frío. Su mirada se desvió ha
alidez. Las palabras quedaron suspendidas en el aire, pesada
a oscura y latente. Sus ojos, que usualmente brillaban con picardía, se volvieron fríos y duros. Se ace
irás de eso,
n mí, una mirada venenosa
enaza silenciosa que gritaba más f
do. Llevó su mano a su propio pecho, una seña familiar para «mía», luego apuntó con un dedo a Astrid, una clara advertencia.
Astrid recibió un día de suspensión interna por «interrumpir el servicio de almuerzo y agresión verbal». Se sintió
opuso atormentar a Bryan y, por extensión, a mí. Le ponía el pie en el pasillo, «accidentalmente» de
clase, corregía públicamente su gramática frente a todos, o incluso una vez, en un ataque de
chica con la boca amordazada o imágenes de llamas. Siempre estaban escondidas, siempre destinadas solo para mí. Las encontra
estaba vacío, la luz era tenue. De repente, me empujaron a un cuarto de intendencia. La puerta se cerró de
ita muda. Ni siquiera pu
ba contra mis costillas, un pájaro frenético atrapado en una jaula.
uz. Bryan estaba allí, su rostro contraído por una furia que rara vez h
pasillo vacío. La apartó de la puerta con tanta fuerza que ell
Sus ojos, brillantes con un destello peligroso, se en
a dulzura fingida-. Como un perro leal. Pero dime,
ó. La insinuación me g
n el cuello de Astrid, una débil marca roja, un chupetón. Gritaba una intimidad, una traición, que me dejó sin
de repente rugieron con una cacofonía de sonidos. El zumbido de las luces fluorescentes, los gritos lejanos de los chicos en el gimnasio, el latid
on la fuerza de un maremoto: su mirada, una vez tan devota, ahora tenía un cambio sutil, un destello de algo que no podía nombrar. Er
ahora podía oír. Le hablaba a Astrid, pero sus palabras estaban destinadas a
y molesto que rechinaba en mis sen
ermizamente dulce-. No te preocupes por
rofundo, húmedo e íntimo. Y luego, el inconfundible sonido de sus respiraciones, entrecortadas y desesperadas, llenó e
u voz cargada de satisfacción-. La pr
Bryan, su voz ahogada-
ísico, una confirmación escalo
una cacofonía de dolor. Mi cabeza palpitaba. Cerré los ojos, deseando el silencio familiar, el vacío reconfortante que u
iliar, su forma habitual de consolarme después de uno de los ataques de As
iliares, que antes eran un salvavidas, ahora se sentían como una burla cruel. Lo intentó
udiencia de uno. ¿Cuántas veces me había «consolado» después de orquestar mi dolor? ¿Cuántas veces me había fundid
uncido en concentración. Había pasado horas, días, semanas, solo para hablar conmigo, para ser mi víncul
acia el infierno para salvar a Bryan, su último acto para protegerlo, para darle un futuro. Un futuro que ahora estaba desperdiciando, escupiendo,
a estaba allí, una marca cruel. Era un testimonio silencioso, una manifestació
*Quiero denunciar a Astrid. Al director. A la policía.* Mi pulga
rmeza, deteniéndome. Sacudió la cabeza,
estaba plasmada en su rostro, pero no era por mí. Era por ella. La revelación me golpeó con fue
ue acababa de oír. *Son cosas de chavos. Estás exagerando.* Sus palabras fueron despe
é haces esto más difícil? Solo olvídalo. Pórtate bien.* Su tono era agudo, una orden
que ahora podía oír como la mentira manipuladora que era. *C
a escena, lejos de la verdad. *Vámonos a casa.* Estaba tratando de contr
una rebelión silenciosa, un rugido callado
a, una marioneta en sus hilos, pero mi mente ya estaba tramando mi e
isa burlona en su rostro. Le lanzó un beso a Bryan, un gesto descarado y provocado
, mi mente acelerada. Un pequeño trozo de papel arrugado aterrizó en mi escritorio. Lo recogí. Era
se giraron. Mis ojos se encontraron con los de Bryan al otro lado de la sala. Su rostro estaba pálido, sus ojos muy a