SENTENCIA DE LUNA
su cuerpo tensado por la desconfianza, por el instinto de supervivencia que martillaba en su sangre como un eco ancestral. El cansancio era un monstruo que la devoraba desde aden
do o la rabia, la impulsaba a seguirlo. No era una sumisión. Era una intuición os
reclamaba, lo protegía, lo adoraba. No era un lobo común. Había en él una presencia tan antigua, tan salvaje, que helaba la sangre de Naya
e todo pareciera suspendido en un instante eterno. Pero lo que atrapó su atención no fue la belleza del lugar. Fue el altar. Un círculo de piedras antiguas, t
urros de generaciones perdidas habitaran allí, esperando, acechando.
uerpo empezó a cambiar. El crujido de huesos y carne desgarró el silencio, un sonido brutal, visceral. La transfo
o afilado, duro, marcado por una cicatriz que atravesaba su mejilla como un recordatorio perpetuo de viejas batallas. Pero eran sus ojos... sus ojos plateados... los qu
ó ver en él algo que le pertenecía. Una sombra de lo que amó. Una chispa de lo que perdió. El mismo gesto contenido. La misma forma de apretar la ma
abios como un suspiro arrancado de
su mirada fija en las piedras antiguas, como si pudiera leer en ellas los
, tu manada
ia. La calma de quien ya ha
porque mi existencia era
cada palabra como si fueran fragmentos de un
guntó, su voz un
ada. Sus ojos eran
l aire como una daga-. Y mi hermano... temió
r tan parecido a su traición. La historia de Khael no era un cuento antiguo. Era su propio reflejo.Una condena s
si el cielo mismo reconociera la gravedad de ese encuentro. Khae
ibraba en sus huesos-. Puedes pudrirte en el exilio hasta que mueras.
, cómo cada latido de su corazón golpeaba contra sus costillas como un tambor de guerra. Recordó la sangre, los gol
ruirla. Pero ella aún esta
a. Simplemente esperó la decisión no era un ma
le- y sus ojos verdes se encontraron con los de él bajo la
e. Quiero
omo un faro despiadado. El bosque tem
rtar cosas que no deberían moverse bajo la luz de la luna. Porque una loba