Su Amor de Reemplazo, Una Verdad Fatal
ista de Cl
La herida en mi costado palpitaba con un dolor sordo y persistente, un recordatorio constante de la noche en que mi mundo se fracturó por completo. Mi cuerpo se debi
y dura en mi estómago. Me estaba qu
a luz del pasillo. Se me cortó la respiración. Parecía cansado, las líneas afiladas de su
ástima? ¿remordimiento?- en su mirada. La vista de él, el familiar aroma de su colonia que aún persistía en la habit
e voz de mujer llamó de
endureció al instante, el breve momento de vulnerab
ética. Revolcándote aquí, tratando de hacerme sent
tación, su prese
rtarte. Te di el apellido Aguilar. Pero nun
un mundo al que nunca pedí unirme, me había vestido como
u brazo enlazado con el de él.
cia mí, sus ojos sin mostrar simpatía, solo una luz fría y calculadora-
sintió como un perdón, pero sabía que era solo otro movimiento en su retorc
nroneo. Me acercó una cucharada de arroz con lech
uchara contra mis labios, el simple acto de ser alimentada, fue un consuelo que no me había dado
me invadió. Mis párpados se sentían como pesas de plomo. La habitación
ente fue que su sonrisa pare
ma en el aire era incorrecto. No era el ligero floral de mi propia habitaci
de mí. Estaba en su c
aba d
seda, apretándola contra mi pecho. Alejandro dormía a mi lado, su resp
a estaba en un montón en el suelo. Mientras me esforzaba por ponerme el vestido, mis piernas débi
s rozaron
toque fugaz, fantasma
ueño, suave y desprotegida. Hubo un destello de algo en sus profundidades: una calid
como si me hubiera quemado, poniéndome de pie de un salto y
y demoledor vi
o estaba presionada contra su boca, sus ojos muy abiertos co
¿cómo pudieron? -susu
o. Alejandro se había lanzado fuera de la cama, su rostro una máscara de pu
tación-. ¡Me drogaste! ¡Pequeña víbora asquerosa y m
s dolió fue la mirada en sus ojos. No había rastro del hombre que me
onta se abrió paso desde mi
i voz quebrándose-. ¿Aunque fuera p
i un destello de agonía, de conflicto. Pero el sollozo s
ón se volv
un fragmento de vidrio
su voz bajando a un su
esnuda frente a mí, suplicando, mi respues
lmones. Bajé la cabeza, mirando al suelo, luchando con cada gramo de m
jandro, no a mí, sino al aire-.
o, todo palabras reconfo
nojes tanto. Sigue siendo t
e. -Se volvió hacia un sirviente que había aparecido en la puerta-. Hagan e