Su Amor de Reemplazo, Una Verdad Fatal
ar, el hombre que me salvó. Creí que me amaba, hasta que regres
dad sanguínea mortal. Mi única esperanza era
eldad despiadada. Vio cómo Catalina me torturaba,
eba de ADN: Catalina, la arquitecta de
ra estoy empezando de nuevo, dejando al hombre que m
ítu
ista de Cl
el embarazo de Catalina Montenegro fue el día que descubrí que cinco
sociaba con la curación. Hoy, se sentía como el preludio de una autopsia: la muerte de mi esperanza. Estaba sentada en u
escansaba posesivamente sobre la ligera curva de su vientre, su pulgar trazando círculos lentos y suaves. Un
risa radiante-. La señora Montenegro y el bebé gozan de perfecta salud. El
inco años tratando de ganarme, y que solo había recibido en momentos fugaces y preciosos. La dirigió por completo a Catalina, s
mente un barítono grave que comandaba salas de
ligero y tintineante q
ejandro? Nuestr
tro
a suave carne de mi palma, creando cuatro medias lunas perfectas y sangrientas. El
ana que había sacado de la pobreza. Lo había amado durante cuatro años, once meses
n un hombre más rico. Ahora estaba de vuelta: divorciada, embarazada y con un hijo adolescente a cuestas. Regre
rva de su mandíbula. Solía pensar que era una coincidencia. Ahora sabía la horrible verdad
. Había vuelto a su timbre frío habitual. La calidez estaba reservada exclusivamente para Catalina
lina mientras la ayudaba a levantarse, sus movimientos l
mecidas, sintiendo mi propio
eñor A
lejandro. Él solía insistir en ello. Ahora, "señor Aguilar
e había encontrado cuando tenía diecisiete años, una huérfana desnutrida que se había desmayado de hambre en la calle. Me había acogido, alimentado, v
ella en honor a mi madre adoptiva que había fallecido. Me había construido un inv
ho creer que
a. Yo era una sustituta.
piso del hospital se inclinó, y las brillantes luces fluorescentes de arriba se fragmentaron en mil
iz. Llevé una mano temblorosa a mi
hasta los huesos, los moretones espontáneos que florecían en mi piel como pálidas flor
n. Tropecé hacia el baño más cercano, agarrando puñados de toallas de papel, pero la
bló. Mis rodill
desinfectante aún más intenso aquí. Un doctor mayor, de rostro amab
oy el Dr. Hernández. Perdió el conocim
arme, mi cab
stoy bien.
compasiva que hizo que se
para una biopsia de médula ósea, pero basándome en estos resultados i
n al principio. Eran solo jer
-susurré, mi garganta
guíneas nuevas -explicó con delicadeza-. Es una condición muy grave. En e
alabra contenía una
errándome a ella-. De
. Hernández se volv
es con un pariente biológico. Un hermano, un padre... ¿Ti
a se hizo añicos, co
mi
do y con fondos insuficientes hasta que cumplí la mayoría de edad. Mi madre adoptiva, la única familia real
n mis ojos. La lástima en su
l hombre que amaba, era la sustituta de una muje
o
a través de la suciedad en mi mejilla. Pensé en Alejandro, en la calidez de sus ojos
mío se est
jeó en mi garganta. No tenía nada
de muerte metida en mi bolso. Alejandro y Catalina se habían i
ran escalera. Él la sostenía, su mano en su espalda, su expr
ía que decírselo. Quizás, solo quizás, alguna par
miró. Su atención estaba
lina casi se desmaya. ¿No pued
cualquier cuchillo. Mi dolor, mi miedo, mi muerte inminente... todo era un
beza, una sonrisa petulante y t
está acostumbrada a este tipo de pres
se a mí, su mano extendida en una burla de
. Yo ya estaba débil, ya sin equilibrio, y el impacto
os duros escalones. Pero no fue nada comparado con l
acia adelante, atrapando a Catalina en su
¿Estás bie
voz teñida de una preocupación frenética. Nunca me mir
ahogada pero perfectamente audible-. No debí haber
us ojos, fríos y furiosos, finalmente encontrar
rugido bajo-. Pequeñ
ó corriendo a mi lado hacia la
hogar. Mi cabeza sangraba. Mi espalda gritaba en protesta. Pero lo único que podía senti
ilenciosas. Me dije a mí misma que solo era el po
dejar la Ciu
mi bolsillo. Era mi
ué pasa? Su
-susurré, mi v
una p
je. Es raro, pero... ¿alguna vez has notado cuánto te pareces a Cata