icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Su Amor de Reemplazo, Una Verdad Fatal

Su Amor de Reemplazo, Una Verdad Fatal

Autor: Gavin
icon

Capítulo 1 

Palabras:1963    |    Actualizado en: 30/09/2025

ar, el hombre que me salvó. Creí que me amaba, hasta que regres

dad sanguínea mortal. Mi única esperanza era

eldad despiadada. Vio cómo Catalina me torturaba,

eba de ADN: Catalina, la arquitecta de

ra estoy empezando de nuevo, dejando al hombre que m

ítu

ista de Cl

el embarazo de Catalina Montenegro fue el día que descubrí que cinco

sociaba con la curación. Hoy, se sentía como el preludio de una autopsia: la muerte de mi esperanza. Estaba sentada en u

escansaba posesivamente sobre la ligera curva de su vientre, su pulgar trazando círculos lentos y suaves. Un

risa radiante-. La señora Montenegro y el bebé gozan de perfecta salud. El

inco años tratando de ganarme, y que solo había recibido en momentos fugaces y preciosos. La dirigió por completo a Catalina, s

mente un barítono grave que comandaba salas de

ligero y tintineante q

ejandro? Nuestr

tro

a suave carne de mi palma, creando cuatro medias lunas perfectas y sangrientas. El

ana que había sacado de la pobreza. Lo había amado durante cuatro años, once meses

n un hombre más rico. Ahora estaba de vuelta: divorciada, embarazada y con un hijo adolescente a cuestas. Regre

rva de su mandíbula. Solía pensar que era una coincidencia. Ahora sabía la horrible verdad

. Había vuelto a su timbre frío habitual. La calidez estaba reservada exclusivamente para Catalina

lina mientras la ayudaba a levantarse, sus movimientos l

mecidas, sintiendo mi propio

eñor A

lejandro. Él solía insistir en ello. Ahora, "señor Aguilar

e había encontrado cuando tenía diecisiete años, una huérfana desnutrida que se había desmayado de hambre en la calle. Me había acogido, alimentado, v

ella en honor a mi madre adoptiva que había fallecido. Me había construido un inv

ho creer que

a. Yo era una sustituta.

piso del hospital se inclinó, y las brillantes luces fluorescentes de arriba se fragmentaron en mil

iz. Llevé una mano temblorosa a mi

hasta los huesos, los moretones espontáneos que florecían en mi piel como pálidas flor

n. Tropecé hacia el baño más cercano, agarrando puñados de toallas de papel, pero la

bló. Mis rodill

desinfectante aún más intenso aquí. Un doctor mayor, de rostro amab

oy el Dr. Hernández. Perdió el conocim

arme, mi cab

stoy bien.

compasiva que hizo que se

para una biopsia de médula ósea, pero basándome en estos resultados i

n al principio. Eran solo jer

-susurré, mi garganta

guíneas nuevas -explicó con delicadeza-. Es una condición muy grave. En e

alabra contenía una

errándome a ella-. De

. Hernández se volv

es con un pariente biológico. Un hermano, un padre... ¿Ti

a se hizo añicos, co

mi

do y con fondos insuficientes hasta que cumplí la mayoría de edad. Mi madre adoptiva, la única familia real

n mis ojos. La lástima en su

l hombre que amaba, era la sustituta de una muje

o

a través de la suciedad en mi mejilla. Pensé en Alejandro, en la calidez de sus ojos

mío se est

jeó en mi garganta. No tenía nada

de muerte metida en mi bolso. Alejandro y Catalina se habían i

ran escalera. Él la sostenía, su mano en su espalda, su expr

ía que decírselo. Quizás, solo quizás, alguna par

miró. Su atención estaba

lina casi se desmaya. ¿No pued

cualquier cuchillo. Mi dolor, mi miedo, mi muerte inminente... todo era un

beza, una sonrisa petulante y t

está acostumbrada a este tipo de pres

se a mí, su mano extendida en una burla de

. Yo ya estaba débil, ya sin equilibrio, y el impacto

os duros escalones. Pero no fue nada comparado con l

acia adelante, atrapando a Catalina en su

¿Estás bie

voz teñida de una preocupación frenética. Nunca me mir

ahogada pero perfectamente audible-. No debí haber

us ojos, fríos y furiosos, finalmente encontrar

rugido bajo-. Pequeñ

ó corriendo a mi lado hacia la

hogar. Mi cabeza sangraba. Mi espalda gritaba en protesta. Pero lo único que podía senti

ilenciosas. Me dije a mí misma que solo era el po

dejar la Ciu

mi bolsillo. Era mi

ué pasa? Su

-susurré, mi v

una p

je. Es raro, pero... ¿alguna vez has notado cuánto te pareces a Cata

Obtenga su bonus en la App

Abrir