Su Sacrificio, Su Odio Ciego
ués, una nueva
r para Harlow a la Gala Starl
hizo lo que se le ordenó. Encontró a Harlow en u
egó el
ne, señor
rse, deseando nada más
e una silla en la esquina.
ló, su corazó
y se tambaleó hacia ella. Era Darío Patel, uno de
palabras Patel, sus ojos recorriendo su cuerpo-. Augu
azo pesado po
z de hacerme compañía para unas
gusto solo agitó el líquido ámbar en su vaso, su rostro una máscara fr
u enfermedad la hacía exquisitamente sensible
rrándola del brazo y tirando de ella hacia el b
o Cora, trata
ellos. La agarró por detrás, sujetándola mi
ó, farfullando, el dolor en su estómago in
o, tratándola como un juguete. La pasaron de u
Augusto, una súplica silen
racción de segundo, su expresión indescifrable, antes
la última astilla de
ar, apretando su cintura, sus dedos hundiéndose
una advertencia silenciosa, casi imperceptible. Patel
oportunidad q
éndose paso a empujones entre la multitud
y se derrumbó frente al lav
sky y la bilis quemándole la
e, destacando contra la po
ó en su pecho. Sentía como si sus en
evantó la vista hacia su reflejo en el espejo. Su rostro estaba blanco como el papel,
detuvo en seco, sus ojos se abrieron de par
temblaban demasiado para abrir el frasco. Finalmente logró sa
o de Cora al frasco de pastillas en su mano. Un
Se acercó y le puso una mano en la espalda-. Te ves terribl
irse. Harlow la llevó a una pequeña habitación privada
e agua -dijo Harlow,
gua. Sacó su teléfono y
ndo en el salón oeste. Dijo qu
ojarse, un extraño calor extendiéndose por su cuerpo. Ella misma había
e abrió con
llí, con una sonrisa
nsaje, cariño
ión, sus ojos fijos
su voz aguda, escondiéndose det
la me invitó aquí -dijo, seña
voz apenas audible. Intentó ponerse d
alabra, la puerta se abrió de gol
umbral, su rostro una