Cenizas a Fénix: Un Amor Renacido
os de Estela: langosta termidor, risotto de trufa, una delicada lubina. Ni una sola cosa en la mesa era algo que Alba p
tela sentada en su silla a la cabec
u voz goteando falsa dulzura-. ¡Ven, únete a
tan descarada,
bre -dijo Alb
ojos. -Oh, Alba, sé que estás molesta conmigo. Pero te juro que Julián y yo sol
ano de Alba. -Por favor, no dej
mano como si se
ntras se desplomaba en el suelo. -¡Mi tobillo! ¡El que me
cernió sobre Alba. -¿Cuál es tu problema?
en su pecho. -Julián -preguntó, su voz temblando li
alergias. La lubina. La langosta. Lo recordó. Por un segundo, su f
olvidé -
s. Te llevaré a cenar.
pudiera responder, un fuerte estruendo vino del sue
ro candente. Corrió al lado de Estela, su rostr
aleteo. -Julián... lo siento mucho..
s brazos. -Te ll
a abrió los ojos. Miró directamente a Alba
claro. Yo gan
es y silenciosas de derrota absoluta. Él siempre, siempre elegiría su
ela está bien. El doctor quiere mantenerla en observación durante la noche.
a era casi risible. Pero un nudo frío de pavor se apretó en su estómago. A pes
minó por el pasillo del ala privada y se detuvo frente a la h
a. Estela tenía los brazos alrededor de su cuello, a
n? -susurró Este
n de segundo. -S
tó Estela, con un filo cruel
ijo Julián, su voz pl
eran hechas de piedra. No podía moverse, no podía respirar. Simplemente se quedó allí, oculta en las so
sollozo. El dolor era reconfortante, un a
pasillo del hospital, lejos del sonido de