Cenizas a Fénix: Un Amor Renacido
fuego me dejó la espalda cubierta de cicatrices espantosas, pero le salvé la v
u regreso. Se suponía que me daría las gracias. En lugar de eso, le hizo una declaraci
rancaron el vestido para exponer mis cicatrices. Cuando unos matones contratados por Este
él corría al lado de Estela porque ella estaba "asustada". Lo
ional... no significaba nada. Para él, yo solo
dejó tirada en la carretera, todavía con mi vestido
aparecer. Luego
to -dije-. Y
ítu
azo de Julián, una presión pequeña y f
que hacer e
olante de su McLaren personalizado. Las luces de la ciud
o, Alba. Todo el
trataba de reclamar su trono. Julián de la Garza, el heredero del imp
speraba en la línea de salida informal. Estela Montenegro estaba al volante. Aceleró el motor, un des
ue todo lo q
ionando a Alba contra su asiento de cuero. El mundo se disolvió en un tú
desvió, un movimiento brusco y d
alto. Mi lado del coche se estrelló contra una barrllamas lamían el capó arrugado. Julián estaba inconsciente, despl
otesta, pero lo ignoré. Le quité el cinturón de seguridad, luego el mío. El fu
restos, el coche explotó. La fuerza nos lanzó hacia adelante y una ola de calor me envolvi
nto antes de desma
li
hermoso y roto en una habitación blanca y estéril. La familia de la Garza p
ciaban. Aprendí a cambiar sus sueros, a hablarle durante horas sobre un mundo que no podía ver, a ignorar las miradas de lástima hacia las
un día,
ta en un traje a medida, el rey regresado a su reino. Una transmisi
ello alto para ocultar lo peor de las cicatrices. Se suponía que este también era mi momento. El mo
tas en la palma de su mano. -Mi regreso no habría sido posible sin el
or un segundo, Alba pensó que la estaba buscando. Pero
deslumbrante vestido rojo, una ima
o un cielo lleno de estrellas en San Pedro. Un
físico. Ese no era su recuerdo. Era de él y de Estela.
declaración pública no era
voción, de dolor, de sacrificio... ¿qué era ella? ¿Un r
ributo romántico a su dedicada prometida. Se volvieron para sonreírle, s
iluminando sus cicatrices, su estupidez. Podía sentir la textura áspera del teji
Había vendido las acciones de su propia empresa para pagar tratamientos experimentales cuando los médicos de la familia de la Garza se habían
s palabras para ella fueron: -Me ca
Nunca dijo
la niebla de su devoción. Él nunca la había amado. Todo
salir. Se dio la vuelta y tropezó haci
eño fruncido por la confusión. La encontró en el
bien? Justo i
hombre que amaba, sino a un extraño. Un niño
obre San Pedro? -preguntó
ómodo. -Yo... simplemente salió
No tenía por
n una máscara de inocente preocupación. -Julián, cariño. Fue un discurso h
en Estela, su cuerpo girando f
bien,
. Mi chófer... acaba de dejarme. No sé cómo voy a llegar a casa. Mi d
ansparentemente manipulador. Per
Grand Fiesta Americana. -Se volvió hacia Alba, su tono despecti
o alrededor de los hombros de Estela y la gui
su lugar, había una extraña calma
e había aferrado durante cuatro años fina
us mejillas calientes. En su departamento, abrió su laptop. Sus dedos vol
numerando sus antiguas calificaciones de pre-medi
ectrónico llegó a su bandeja d
ro de tres semanas. El mismo día que se sup