La lucha de una esposa por la justicia
prisión hermosamente decorada. Cuando Damián llamaba, yo interpretaba el papel de la esposa desconsolada, mi voz suave y ahogad
osotros, Aurora -dec
me llamaba desde la cama que compartía con Alana. La ima
que se desmoronaría bajo el peso de su crueldad
o me había opuesto. Una semana antes de la boda, empaqué una maleta, vacié una cuenta bancari
ista más deambulando por las calles empedradas de Florencia. Arro
observada. La sensación era un cosquilleo constante en la nuca. Lo d
. En un momento estaba en mi hombro, al siguiente había desaparecido, un destello de un hombre
poderó de mí.
íblemente guapo, con una sonrisa encantadora. Acaparó al ladrón en un callejón est
ablaba un perfecto español con un
cuidado -dijo, con u
contándole todo: el matrimonio arreglado, la huida, la desesperada necesidad de una vid
rendido por
dijo vagamente-, tratando de es
l estaba a unos metros de distancia. Yo compraba artículos de cuero y él salía de la t
constante y reconfortante. Conocía los mejores restaurantes, los jardines m
o que se estaba enamorando de mí. No tenía un anill
sentía como un extraño giro del destino, huir de una boda solo pa
o pe
o fue una actuación. Me había cazado. Había orquestado todo para atraparme, para atarme a él y poder ejecutar su venganza. Los últimos cinco años de m
os. Damián estaba allí, con una bolsa de mi pastelería favorit
erte esto -dijo, su voz teñida de preocupación-.
o cariñoso. El mismo hombre que se había reído d
multimillonario encantador y carismático que el mundo ve
seguía, cargando sus maletas. El monje m
rendas está rota -dijo el mo
no ti
mi esposa y mi hijo que me apoyé de
a cómo se rompió la mesa. Lo había visto a través de la
oven monje, con los ojos llenos de admiració
ía estado ocupado día y noche. Probablemente le había pagado a todo el monasteri
mián, volviéndose hacia mí. Su voz era suave de
sentí, mi voz
lo seguí en silencio. Me escondí detrás de una fila de se
lsa de la pastelería-. Asegúrate de que coma
omperse más, se astilló. Yo era una
que ondeaba en la brisa. Atado a la rama de un roble antiguo había un listón de seda roj
era solo dos semanas d
incipio. Con una mujer que era un fan
ura de sangre contra las hojas verde
erminado. Era ho