La lucha de una esposa por la justicia
urada y una colección de moretones profundos. Pero es
ible en el vasto penthouse, contando los días hast
n nuevo pasaporte e inmigración a un país muy, muy lejano estaba siendo proce
tapó la boca por detrás. Una camioneta negra frenó bruscamente a mi lado. Me em
asiento con un ruido sordo y nauseabundo. Me sacaron en un callej
te a mí, con una sonrisa triunfante y cruel en el rostr
ino blanco. Vestía de negro, ropa ajustada, par
eteaba ociosamente con un brazalete en su muñeca.
era-. Damián me lo hizo a medida. Con los huesos de tu hijo. Son una
lete, las pequeñas cuentas de un
ón perfecta -continuó, disfrutando de la expresi
r. El hombre que fingió rezar por el alma de nuestro hijo había tomado s
. ¿Alguna vez te preguntaste por qué rezaba realmente? No estaba bendiciendo a tu hijo, Aurora. Lo estaba maldi
cuentos a mi panza, su voz un murmullo bajo y tranquilizador. Todo era una actuación. Una actuación retorcida y sádica. Nu
furia ciega impulsándome hacia adelante. Uno de sus matones me pa
nte golpeando la parte posterior de mi cabeza. El mundo
que me estaban subiendo a una ambulancia. Damián estaba allí, su rostro una máscara d
llozó Alana en su pecho-.
luego a mi cabeza sang
r. Necesito ver
ándose a él-. ¡Llévame al hospital, po
ento, luego la
te tengo -arrulló, llevá
cargaran. Yo era un inconveniente, un problema que otros debían resolver.
lmente aparecieron, interpretando sus papeles a la perfecc
n recipien
-dijo, sus ojos brillando con fals
Damián, su voz baj
jengibre. Rebanadas gruesas y picantes. S
anté, caminé hacia el bote de basura y
só. Damián sacó un trozo
te esto -dijo, su voz peligrosamente tranq
estaban
y muerta-. Y no me gustan las cosas que est
pidamente, fingiendo
siento bien.
os. Pero como siempre, la eligió a ella. Puso su brazo alrededo