La lucha de una esposa por la justicia
cnología, fueron un torbellino de fiestas de la alta sociedad y sonrisas fa
escuché a Damián confesarle a su amante, Alana, que le había pagado a un d
ersario, culpándome del suicidio de su ex prometida, Helena, cinco años
da que construimos, era una mentira. Me odiaba, hab
permitir. El jueg
ítu
rbellino de fiestas de la alta sociedad y sonrisas falsas.
duelo, se retiró a un centro de bienestar privado en las montañas de Morelos, un lugar de monjes sil
nco años, le había
anco era un peso aplastante. No podía soportarlo más. Necesitaba es
de la sierra borrosas a través de mis ojos llenos de lágrimas. No ll
tos pinos. Era silencioso, casi sagrado. Encontré la pequeña cabaña privada asignada a Damián
esperando encontrarlo
aldas a mí. Un hombre estaba de pie sobre ella. No podía ver su r
ado de cabaña. Empecé a retroceder, avergonzad
Era un murmullo bajo y famili
iente para
detuvo. Dami
vo. Idéntica a ella. El mismo cabello oscuro, el mismo rostro sereno que había adornado las portadas
n la voz temblorosa-. ¿Filtrar ese video de ella en su anivers
e parecía en nada a la risa que yo conocía. Ap
eal se merece todo lo que le pase. Mere
ó en el suelo. Volvió a hablar, su
sabiendo que la destrozaría. Así que yo le quitaré tod
mío. Uno íntimo. Y lo iba a publicar en internet
guntó Alana, con
n se torció en una
a inducir el aborto y hacerlo pasar por espontáneo. Hice q
rtieron en piedra. No podía moverme, no podía respi
o ind
a la
ue me había casado y construido una vida dura
r. Era una tapadera. Una mentira. Como todo nuestro matrim
por la muer
sociedad de la Ciudad de México. Él estaba obsesionado con ella. Compró una montaña entera en Colorado porque ella dijo que le gust
os imperios corporativos. Era un trato, una transacción. Lo odiaba, pero era una hija de mi familia y cumplí c
. Le envié una
aría las venas en la tina
un charco de sangre. Dejó una nota, no para él, sino para el mundo, una maldición sobre
mi alrededor. El esposo amoroso, el duelo compartido, el futuro que se supo
iba a d
omático. Volví a mi coche y conduje, mis manos temblaban tanto que apen
la horrible verdad re
. Asesinó a
arru
ra comenzó a formarse en
haría. No
apenas