Morir por su verdadera felicidad
Alanís habían aceptado, sus rostros una mezcla de des
asillo, la señora Alanís me alc
é que has tomado una decisión. Pero...
a pedir antes d
ía en nosotros. Pero tú... a ti podría escucharte. Solo queremos que vuel
que si Gerardo me veía, alguna parte latente de su memori
ís apareció d
sa, Emilia. No podemos escaparnos.
ras, nacidas de toda una vida de
a que su esperanz
no se conmovería por mi
junto a un lago a horas de la ciudad. Era el lugar
e madera viejo y destartalado, lanzando piedras al agua. Llevaba ropa que no era
i mirada se detuvo en él, y en ese instante,
reguntó. Su voz
o mi propia voz en calma-. No
jó. Frunci
er contigo. Ka
cía me hablaba con una calidez que era solo mía. La voz de este extraño f
andy Ponce, con el pelo peinado hacia atrás, el agua
La sacó del agua, envolviéndola en una toalla grande. Se preocupó por ell
tado tallando. Lo puso en la mano de ell
tro se iluminó. Se puso de pu
ró, subiéndole la capucha de la sudadera
o durante tres semanas antes de que lo encontráramos
e su hombro. Se quedó helada. Su mano se disparó,
aguda y llena de pánico-. ¡Estaba herido y n
ojos. No necesité decir una pa
más fuerte-. Por favor, no me lo quites. Sé quién eres. Eres su pro
rvando a Kandy, su expresión feroz y protectora. Era un per
olor y alivio. Realmente la amaba
ía atarlo a mí con un pasado que no r
-dije con calma, mi voz sacando
, desco
llevarlos a ambos
abrieron d
Qu
fría y clara-, él no vendrá conmigo.
era conmigo, había estado frenético por encontrarla. Apenas había comido o dormido. Había amen
ya era demasiado tarde. Había to
ado sobre él, una sombra permanente. Y esa sombra se había t
ue eso suced
voz suave pero firme-. Sus padres sab