Su Esposa, Su Sentencia de Muerte
ién fue el día en que un doctor me dijo que
complicación de la cirugía donde le di el otr
sola. Estaba con Héctor Garza, su novio de la universidad, y él
s para que desapareciera. Me miró con un desprecio absoluto, com
o es amor. Es... gratitud. Una responsabilidad". Mi
ró. Un mensaje de Héctor: una foto de él y Elena en m
abía amado durante diez años, desde que le salvé la vida con mi riñ
lena, su voz falsa, pro
de Héctor y un beso
chispa de esperanza que me q
ítu
ién fue el día en que un doctor me dijo que
staba fallando. Era una complicación de la cirugía. La cirugía donde le di e
ida en el asiento del copiloto. Había renunciado a mi arte, a mi
tor Garza, un cabildero cuya familia era tan poderosa como la suya. Era su novio
tió. La besó, un beso posesivo, de reclam
físico en mi costado no era nada c
iba cuando necesitaba pensar. Se deslizó en el taburete junto a mí. S
u voz suave-. Elena
re la barra. Era por
parece. Déjala en paz.
algo que se hubiera quitado de la suela del zapato.
llino de las palabras del doctor y la imagen de su beso.
claramente mi silencio atónito. Lo interp
una magnanimidad condescendiente-. Pero no te tardes mucho. Un
lo guardó de nuevo en el bolsillo interior de su saco. La ofe
adió, levantándose y ajustándose la corbata
e una oferta de cien millones de peso
iciones políticas. Le di mi riñón cuando los suyos fallaron, atando mi vida a la suya de la manera más perm
, como de costumbre, mientras Elena brillaba en el centro de atención. No me sentía bien, un dol
s antes de verlo
Héctor -dijo Elena. Su voz era ten
nco años de una vida que nunca podría haber soñado. No
ilencio. Contuv
me golpearon como un puñetazo. -No es amor. Es... gratitud. U
imagen. Un artista de clase trabajadora. Por Dios, ¿en qu
ud. No
ar volvió de golpe. Los últimos cinco años, había
a, en nuestra cama. La cabeza de ella estaba en su hombro, y am
lvió borrosa. Una sola lágrima se escapó y
ejé
nedy. Yo era Javier Montes, un chico que creció en c
desplomada en una calle lluviosa, su cuerpo temblando de dolor por sus riñones fallando. La lle
iñón. Le d
ida. Me tomó la mano y dijo que quer
ue me casa
ido en amor. Pensé que me veía a mí, a
un i
ella usó y desechó. Mi sacri
Busqué a tientas en mi bolsillo el frasco de analgésicos que el doctor me había dado. Me tragué d
no sonó.
falsa-. No te vayas a la cama todavía. Tengo una sorpresa pa
an espesa que p
aba un canal de noticias local. Ahí estaba ella, en la pan
ecta y ensayada en su rostro-. Su apoyo incondicional es la razón por
a amaba. Veían a una líder brillante
y desesperado. Un último
onca-. ¿Puedes... solo
lo escuché. La voz de un hombre en el fondo, baja e íntima. La voz de Héctor. Y
me, Javi. Nos
lg
da y última chispa de esperanza que
era solo el riñón. Era todo. La traición, las mentiras, los años d
ron en mi cabeza. Insuficienci
dos temblando. Le envié u
a. Quiero el che