Su Esposa, Su Sentencia de Muerte
i mente una tormenta caótica de dolor y las frías pala
rimonio, tan llena de promesas y s
ojaron un saco de arpillera sobre la cabeza. Unos br
las olas y la voz furiosa
¿Los quieres de vuelta? Diez m
acén húmedo y oscuro. Y atado a la s
l, el hermano menor e inútil de Elena. Un fracasad
ñó Daniel cuando vio que estaba despiermenazándolo con el poder de la
lla de Héctor-. A ella le importas más t
ra, con dos grandes maletines
y tan harto de que lo elija a él por encima de todos los demás. -Nos apuntó
én elegiría. Cerré los o
-dijo Elena, su voz
nito. Héctor tambi
uego golpeó su cabeza contra el respaldo
Héctor. Elena gritó y se arrojó fren
metal en la mano de Daniel. Un cuchill
or sí solo. Me abalancé, empuj
undió profundame
a empujado demasiado lejos. E
abiertos por la conmoci
horror. Luego se volvió hacia mí, sus
¡Lo hiciste a propósito! ¡Q
e por completo. Me miró una última vez, su rostro t
pió-. Debería haberlo elegi
r, dejándome atado a la silla
o, vibró. Una alerta de ca
invadió. Se había acabado. Final
en mi propia casa. Escribí un breve testamento, dejando los cien millones de Héctor a la cas
i cama y cerré los o
o me d
s. Los hombres de Elena. Me sacaron de la
vado. Elena estaba allí, sus
o, su voz entrecortada-. Necesita un tra
uerzas se desvanecía-. Me estoy murie
estado viviendo del dinero de mi familia durante cinco años.
ensaría. Me daría cualq
la de ruedas a la
bitación contigua se abrió. Héctor Garza salió. No estaba pálido ni moribu
tá tan preocupada por mí que hará cualquier cosa q
anestesia. Y no paren
comprado y pagado p
y afilada, se hundió
pura agonía. Mi cuerpo se arqueó
nclinándose cerca-. Cuidaré muy bien de
amor, mi dolor... todo estaba si
y triste de un niño de una casa hogar
ma rodó por el r
pensé. *No nos v