Su Esposa, Su Sentencia de Muerte
ivo y deslumbrante en la finca familiar. Nunca antes me habían invitado. El viejo me odia
ndo arrastrado del brazo como un niño mal
os por la gran entrada-. Convenció a mi padre de que
ra otra humillación, orquesta
mi cara y caminé con ella
s, Senador -dije
llenos de desdén. -Javier. Me sorprende verte. No pensé
al alcance del
regalo? -exigió,
pasado por la cabeza. Miré a Elena, una súplica silenciosa en mis ojos. Su rostro es
ctor al otro lado de la habitación, una sonrisa triunfante e
, la vergüenza
o llamó el hijo que siempre había querido. Sacó un pesado anillo de sello de oro de
laró el Senador a la sala-. La pareja perfecta. -Luego volvi
e mí. Miré a Elena. Buscaba una señal,
éctor, y la expresión en su
labios. -No, señor -dije en
siguiera. A Elena y Héctor, les dijo: -Ustedes dos vay
en el segundo piso. Era un estudio, forrado de libros
o a uno de sus hombres que
re se m
ron a arr
ie sobre mí-. Se suponía que ella estaría co
neno. -Ni siquiera pudiste mantenerla f
, a contarle sobre el riñón, so
terrizó en mi espalda, una línea de fuego
eor. El dolor lo consumía
Grité su nom
no
sangre, mi cuerpo convulsionando en e
alguien se arrodillaba a mi lado. Olí su pe
razné, bu
ano y cerró mis ojos con su
susurro desapegado-. Esta familia tiene reglas. Las rompiste
rosas que cualquier látigo. Yo era solo un a