Su Esposa, Su Sentencia de Muerte
aminar de regreso hacia nosotros. El a
l show -
tropezar, agarrándose de mí mientras caía. Su peso
desorientado, hundiéndome. A través del agua borrosa, vi la figu
te, pensé: *V
dar, el hombre que realmente se estaba ahogando. Estaba mirando a Hé
o no era
a que se instaló en mis entrañas, a
un pulso agudo y furioso. Mi cuerpo se acurrucó sobre sí mismo, una reacción involuntaria a
te agarrándome, sacándome. No era Héctor
acia arriba. Elena estaba atendiendo a Héctor, envolviéndolo en una toalla, s
. Trayéndome sopa, ahuecando mis almohadas, leyéndome durante horas. Todo había sido una a
o de ellos me forzó a ponerme un traje de neopreno sobr
asta donde estab
su brazo. Estaba montando la actuación de su vida-. ¡Me
de horror fabricado. Luego se volvi
su voz peligrosamente baja-. ¿
cusación. Ya me había
. ¿De verdad crees... después
iló. Vi un destello
voz temblando-. No estoy seguro aquí. -Hizo un adem
n de la duda a la frialdad de la piedra en un instante. E
le den una lección -dijo, su voz desprovi
anti-tiburones que
co. Estaba temblando,
ijo uno de los guardias mientras me metía en l
umergiéndome en un mundo de barrotes
on a circular. Tiburone
a los espacios pequeños y cerrados. Y le tengo pánico al agua. Elena lo sabía.
taba usando pa
és de una pesadilla. *Nunca dejaré que
haciendo daño. Ella era el
ban los barrotes. Las lágrimas corrían por mi cara, perdidas en el agua de mar que llenaba el fondo
esca había visto la jaula. Los pescadores me sacaron, justo cuando mi
hes tranquilas que pasábamos leyendo uno al lado del otro. La forma en que so
No te amo*, dijo la Elena del sueño. *Nunca lo hice*. La
s. Estaba en una cama. En una habitación del yate. El
vaba una de mis batas de seda. Tenía marcas
tan profundo que se había
a-. Qué lástima. -Arrojó una carpeta sobre l
firma, elegante y firme, esta
e. Mi mano estaba firme. Firmé mi
arrebatando los papeles. S
é. Lágrimas silenciosas que empapa
iempo. En cinco años, en esa gran casa, había acumulado muy poco que
la casa hogar. Estaba oxidado ahora. Lo sostuve en mi mano, junto con mi simple
s que está
ltar. Estaba de pie en la
inche? -exigió-. ¿Necesitas otro
sado. Increíbl
e como el acero. -Sube al coc
or
ndome fuera de la habitación-. Y