La Bailaora y el Heredero
Máximo no p
do con su traje de jinete, la armadura que lo protegía del mundo. Pero no esta
Luci
aba a su alrededor como llamas. Su cuerpo se movía con una pasión y una gracia que l
un deseo tan intenso que le dolía. Quería qu
esbocado. La imagen de ella, tan vívi
gruñó, levantá
metió en la ducha, dejando que el agua fría cayera sobre él, i
abitación sin llamar
bien? Parece
respondió Máximo, secándo
tó Curtis con una sonrisa pícar
la de Máxi
as estu
silla. La cogió, la hizo una bola y la tiró a la basura con un gesto de furia. Quería borr
s," se dijo a sí mismo. "Me
ara el desayuno. Sabrina esperaba con impacie
las escaleras, todos se
sformado. Con unas pocas puntadas expertas, había convertido el desgarro en un intrincado bordad
ona con ropa prestada
, genuinamente impresionada. "Luciana, queri
Luciana con una
o había fallado, sino que se había vuelto en su contra, ha
ambién impresionado,
ual. Y mi esposa te llevará de compras esta tarde. Ne
ó Sabrina, incap
rendió suavemente su padre.
ba cerca, no pud
usted deslumbrante," d
s padres, sino incluso los sirvientes, esta
n lugar para practicar. Encontró un pequeño patio trasero, aparta
s, un eco de su corazón. El flamenco era su refugio, su lenguaje secreto. Allí, en ese
El sonido rítmico de los pies descalzos s
ulto en las sombr
a v
za de la naturaleza. Su cuerpo era una expresión de pura emoción, sus movimientos llenos de un
inado. Y at
misma calculadora y vulgar que él despreciaba. La di
esbaló en una baldosa suelta y cayó hacia atrás, directament
sus manos en su cintura, su cuerpo presionado con