Si dices que sí.
uno típico de los domingos. La madre, Antonella Di Marco, disfrutaba de su café, a su derecha su hijo mayor, Donatello, compartía el mismo gu
algún lugar, pues solo debían asistir a la misa de las diez de la mañana. Ese desayuno servía para hablar sobre el transcurso de la
eñora destacando el verbo, pues su hija le prestaba más atención a su
en ello madre, estos días han sido muy i
enso?...- se rió Helena po
tas a Francesco?...- el aludido sonrió calmado - Él y su novia no paran d
r mientras tenía sexo...- respondió el aludido mirando a
... ¡ Joder! Que asquerosa
hizo que el mayor levantara su vista del periódico.
ódico de lado. - Yo respeto a mi ma
85, ojos de un color gris oscuro y piel pálida, cualquiera diría que son gemelos, excepto por la diferencia de edad y la personalidad, pues mientras Donatello era frío, Francesco tenía la parte sensible, aunque para su madre y su hermano era un bueno para nada, no se involucraba en los negocios familiares, se pasaba la mayor parte del tiempo desaparecido y la otra parte con sus cambiantes novias. Helena era la que más se parecía a Antonella, de cabello oscuro y ojos azules, de 1'75 y piel pálida. En su carácter destacaba su calma en momentos difíciles, su prudencia y creatividad, aunque al igual que el
u hermano le miró molesto pero poco le importó, después de todo no se llev
ando loco...?- cu
nte, no había más que odio en sus miradas. Ambos e
encia de ti...- continúo Donatello haciendo refe
el mayor algo de incomodidad - Y no puede ser... Porque tengo conciencia...- acabó de preparar su to
lena miraba al mayor sin ninguna expresión. La tensión en la mesa era palpable
ado la gala de hoy...- miró a su derecha - Hoy tendre
una reina...- interrump
tan grande que sin duda deberá unirse al nuestro
miraron tras entender lo que su madre trataba de decir. Fueron segundos incómodos y
y