Las aventuras del Beduino
n Ma
sim
ellas vine a España con mi padre, mi madre y Emir. Vinimos a una cena importante con un poderoso empresario que también era árabe, pero residía en este país. Los dos días que pasamos en España sólo salimos del hotel la hora y media que d
rente porque logré ve
ue fuera, si era cocina mucho mejor y buscar a mi amigo Armando. El chofer dijo muy amable que tenía un amigo que estaba rentando un pequeño loft en la zona Lavapiés. El señor Manuel, así dijo llamarse el chofer del taxi me explicó que Lavapiés era un barrio antiguo de Madrid donde viven muchos inmigrantes en especial árabes y judíos, por lo que me sentiría cómodo ahí, además, existe una gran cantidad de restaurantes de comida étnica alrededor de la plaza principal de este barrio. Menciono dos calles
os nueve balcones de frente. Se veía antiguo, la pintura de la fachada desgastada. El señor Manuel
te. Durante el viaje me prepare mentalmente por que sabía que los lujos que tenía en la mansión de mis padres no serían los mism
mi estancia por Madrid. Un señor de unos sesenta años salió al pórtico, le calculé a simple vista, complexió
s que te apellidas? -pregunta de manera curiosa y es que no le he dicho en realidad cual es mi apellido, aunque dudo que sepan quie
assim p
pondido -bueno, lo traje porque está interesado en rentar el pequeño departam
mbre arque
ando cambie el dinero que tenía en el aeropuerto junte casi 500 euros, estaba justo,
-digo con algo
mostraré tu nuevo h
ás de nuestros pasos. La luz del exterior no entraba por completo por lo que el interior del edi
date como puedas, vivo en
dinero de la r
anuel por haberme traído a
nos estaremos viendo seguido -suelta una tremen
on denotada alegría de saber que puedo confiar en
nte con
rante el día no me encuentro por que ando en el taxi por toda la ciudad
mechas en el lado opuesto junto a una tarja para lavar trastes y un frigorífico que apenas me llega a la cintura. En el centro del apartamento una mesa cuadrada con dos sillas. Eso es todo. Creo que esta
*
ocinero, mesero o lava trastes. Estaba ya pensando en que sería más difícil de lo que pensé conseguir trabajo, pero al final del día conseguí uno. Era de ayu
drid. Este trabajo me gustaba porque no gastaba en comida, casi siempre comía y cenaba en el restaurante de la comida q
ba con el dinero para comprar una cámara fotográfica. Pero no importaba, el móvil que tenía era un iphone, el más moderno,
er como era tan diferente a los palacios de Jeques que había visto en mi país. También recorrí la Catedral de Almudena. Muchas de las fotografías se las enviaría a Emir por correo contándole como la estaba pasando por acá. Para finalizar mi día, decidí cenar en uno de los mercados cercanos a la Puerta del Sol. Aún faltaba una hora para que Manuel me recogiera donde habíamos acordado así que tenía tiempo para recorrer las calles disfrutando de un bien
forcejeaban con una chica, al parecer querían despojarla de la mochila que cargaba en sus manos. Fruncí el ceño. Me acerque a
os ojos tan grandes como dos aceitunas. Quedo hipnotizado en ellos. Inmóvil, admirando sus bellos ojos, jamás vi unos iguales. El brillo de los faroles en la obscuridad s
el uno al otro, d
pregunta uno de ellos esbo
s golpearás?
mirar la escena con
on fuerza aniquilán
de ninguna manera a una mu
ica al suelo, doy un paso al frente cuando veo con coraje como
itos!
los dedos mientras se acercan de a poco hasta donde estoy. "Por favor, que todas las lecciones de defensa personal hayan tenido efecto" pienso en mis adentros. No me considero debilucho, me he ejercitado bien desde niño. Emir y yo siempre hemos tomado lecciones de defensa personal y jiu jitso
tar al suelo, ella niega con la cabeza -¡vete! -le insisto al menos ella tien
sano, la pelea se pausa por un momento, entonces vemos a la chica con un paralizador eléctrico en sus manos, est
is manos y se lo dejo caer en la curva entre su cuel
i sudadera, tomo a la chica de la
ice regresando
la mano y corremos