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Caricias de chocolate |AFL Libro 2|

Caricias de chocolate |AFL Libro 2|

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Capítulo 1 1.

Palabras:2453    |    Actualizado en: 06/08/2023

ia, qué chiste. ¿Cómo tu propia sangre puede disfrutar de causarte dolor?

ayor, Mauricio, quien aprieta los labios y me mira con pesar

n que él p

el puesto, no volverá

, cierra los ojos. De nuevo, mis ojos van a Mauricio-. Gracias p

No tengo por qué quedarme en la mesa, así qu

le miro con el profundo odio que

n hacer los que les dé la pinche gana -grazno, d

e mi casa -escucho a Montserrat decir-. Y tú, Leonardo Díaz, n

erte manotazo para cerrarla, ocasionando otro fuerte estruendo. Mis manos van a mi cabeza y n

s, la oportunida

s que nadie, me desvelé, dejé de vivir mi vida para sobresalir y aprender. Pensé que así, é

ños y aspiraciones, el hecho de poder estar e

íaz quien solo ve billetes verdes y nada más, porque es un ser ruin y ambicio

lado. Mi hermana se abre paso en la habitación con inseguridad y un poco encogida

-habla, pe

a. ¡Mauricio, padre y tú! ¡Todo

tre sus dedos con un poco de rudeza-. Sé que te duele, que estás furioso. Lo entiendo, pero debes seguir demostrando tu valía. Eres

meterse Frag

tres, no digas algo que pueda dolerte después -me interrumpe, alejándose de mí-. Tú y yo estamos sol

boca, acariciando mis mejillas para limpiar las lágrimas que n

ellos esperan que seas un fracaso. Sé el mejor, escala allí. Cál

onía) que Mauricio me consiguió para no tener re

n? -pregunta, trayéndo

ocado ser así, fuerte y decidida, en una familia de hombres. Sé que

no le hagan lo mismo que a m

-mas

ya sabes, demuestra que eres un Guerra también -me recu

a sonrisita petulante de Leonardo Díaz me viene a la mente e imagino quitárse

a Mauricio recargado del umbral de la puerta. Está vestido de traje, como siempre, y su cab

? -pregunto, levantándom

e paz, quiero h

me haga esto? Tú sabes muy bien lo que daría por trabajar en el restaurante. Mamá no era de la familia fund

quería darte el p

n el restaurante si tú eres

ueño por apariencias. En realidad, no lo soy -me recuerda-. ¡Eres mi hermano, carajo! Sé que eres un excelen

ajando en una pastelería de

s con que no te conseguí un buen empleo. Él estaba fur

laudiendo-. ¡El hermano del año, wey! Pa

n estos momentos -murmura-. Eso no significa que me quedaré de brazos cruzados c

enos las que sabes que no vas a poder cu

mirando hacia el suelo-. Solo no quiero que me o

nuevo-. Tengo que arreglar mis cosas par

l sonido sordo de sus pasos desaparecer, luego de cerrar l

ue ser un marica me está arruinando. He visto tantos chefs pasteleros homosexuales como hete

r de un hombre machista, homo

uí -murmuro y restriego

**************************************

sol, sonriendo al escuchar a Mauricio gritarme "cabrón"

cortinas blancas y gruesas es todo lo que veo, tal vez porque llegué

joven y menuda frente a mí. Sus ojos destellan timidez y sus mejillas

z son

s la pastelería -me dice, confund

y Sebastián Díaz -me presento con

ra usted -habla, mirándome de arriba abajo y lueg

y mostradores. Hay varias personas dentro, organizand

n es la jefa de todos en el lugar -habla mientras yo observo todo mí alrededor. Hornos inmensos, un montó

aunque no le miro. Camino por el lugar mientras m

da -una voz aguda, un poco

Su tez es pálida y combina muy bien con sus ojos y cabello castaño. Es de estatura prome

se fija

nuevo. Bienvenido a la

o de la mano. Ella rueda los ojos, pero se ríe tambié

o -ironiza-. Iré a cambiarme y l

ajustados que se carga. Se ve que están entrenadas y ni hablar de como se

ces no se dan abasto allá afuera, es por eso que ayudamos a los

o vine aquí a trabajar como pastelero, no

az, es una cola

lla se encoge de hombros y asiente con lentitud, a

excusa, chocando su hombro co

murmuro par

nov

ando una ceja ante su apodo. Me acerco hasta qu

negras-. Estaré a cargo de supervisar tu trabajo y realizar observaciones sobre tu desempe

y ella afirma, como si fuese lo más normal d

bromas sobre e

edo estar a prueba, esta es

ntonces, que al parecer es su hermano. En lo que a mí concierne, usted

a mí, Sebastián Díaz, que estoy a prueba. ¿Acaso tienen idea de con quién están ha

or eso, no te afliges -me dice al encararme, acariciando mi hombro en forma de consuelo-. Sé quién eres. Me lo acabas de decir. Además, tengo e

me media vuelta para ir a

i o solo? -grita, haciéndome e

camisa negra y de la camiseta blanca que uso debajo. Me coloco la filipina y

que hacer más galletas y mini brownies. Tú y yo nos encarga

s, tensando la mandíbula-. Soy un Díaz y con chasquear los dedos puedo hacer que te despidan. Así que trát

o lo estuvieras, seguiría sin ser compartido porque yo sigo siendo

Feder

arrogante-. Sigue con ese comportamiento, Díaz. Quedará increíble en

que se escapó de su gorro. Su hombro choca con el mío y

!, pienso co

ue esto va a

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