Para acercarme más a ti
Lyla descubrió que una familia vivía en el número 14 de la calle Springton por accidente.
Un día, mientras rebuscaba algunas cosas, encontró un certificado de propiedad en la gaveta.
Grupo Harvey se dedicaba a la industria de bienes raíces. Como tal, Joshua tenía en su haber una gran cantidad de propiedades. Esas casas eran únicas o demasiado valiosas para venderlas. Probablemente, para Joshua, ser dueño de una villa era similar a que una mujer fuera dueña de una joyería. Solo eran accesorios que añadía a su colección.
Sin embargo, a comparación de sus otras propiedades, el apartamento en la calle Springton era bastante ordinario. Estaba situada cerca de la estación de metro y del supermercado, contaba con menos de cien metros cuadrados, dos dormitorios y una sala de estar.
Sin duda, era el hogar ideal para una familia de tres. Por eso, ella pensó que había un error; esa vivienda no seguía el estilo de Joshua, ni le era de utilidad. ¿Por qué la compraría? Confundida, chequeó el documento una y otra vez, pero, en efecto, su nombre figuraba en el certificado de propiedad.
Después de eso, Lyla no pudo dejar de pensar en el asunto. Y supo que debía hacer algo para matar su tonta curiosidad. El día llegó más pronto de lo esperado, cuando estaba en las inmediaciones del lugar y decidió visitarlo en persona.
Grande fue su sorpresa cuando se topó con un auto familiar estacionado en la puerta de la residencia. Desde su lugar, pudo ver cómo un hombre, con un traje negro y una gabardina, descendía del asiento trasero. Antes de que pudiera cerrar la puerta del auto, un niño pequeño, probablemente de tres o cuatro años, salió corriendo de la casa y se aferró a su muslo.
"¡Papá!", gritó en voz alta.
Lyla sintió que la había alcanzado un rayo. Levantó la vista y se percató de la presencia de una mujer de aspecto amable que los miraba con una sonrisa desde la puerta.
El hombre tomó al niño en sus brazos y caminó hacia ella. Las cálidas luces iluminaban su expresión tranquila y relajada. Parecía un marido cariñoso que acababa de llegar a casa del trabajo…
Lyla salió de la bañera y se cubrió con una toalla. El enorme espejo en la pared reflejaba su cuerpo perfectamente delineado y la cicatriz en su abdomen. Tomó la bata de baño y se dirigió al cuarto con un suspiro pesado.
Para cuando terminó de secarse el cabello, ya eran las doce de la noche. Se acostó en la cama que era demasiado grande para una persona y miró al techo con los ojos muy abiertos.
Sin darse cuenta, se quedó dormida. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando una llamada la despertó.
Con el ceño fruncido, se arrastró hasta la mesita de noche y tomó el celular.
"Hay algunos chicos nuevos en el Club Golden", la saludó una voz masculina desde el otro lado. "Y todos se ven muy... bien. ¿Quieres venir?".
Lyla apartó el teléfono y entrecerró los ojos para leer el identificador de llamadas. Como sospechaba, se trataba de Derrick Ramos. "¿Qué haces allí a esta hora?", le preguntó ligeramente desconcertada. "¿Estás bien?".
Derrick se rio: "Este es el mejor horario para venir. En las mañanas siempre está tranquilo. Bueno, ¿vienes o no?".
La mujer sopesó que él tenía un buen punto. Pateó su edredón y dijo: "Sí. Estoy en camino".
"¡Excelente! Te estaré esperando".
Lyla cortó la llamada y se dirigió al baño en medio de bostezos. Luego de prepararse, abandonó el cuarto y bajó las escaleras.
La mansión Harvey tenía más de cien años de historia. Cuando el bisabuelo de Joshua se estableció en Cleopatra, eligió el lugar como la residencia oficial de su familia. Desde entonces, había pasado de generación en generación a todos los herederos de la familia.
Al verla, los sirvientes le hicieron una reverencia y el ama de llaves se acercó a saludarla: "Buenos días, señora Harvey. El desayuno está listo".
"¿Joshua vino esta mañana?", le preguntó.
"Oh… El señor debería estar en la compañía ahora", respondió respetuosamente.
"Así que no volvió a casa", murmuró para sí misma.
Esto definitivamente confirmaba que Joshua le había mentido a su madre. No tenía que atender una reunión importante por la mañana. Y tampoco había dejado los documentos en la mansión.
Lyla frunció los labios y sintió que ya no tenía apetito. Se despidió sin más y condujo con sus exclusivos zapatos de tacón alto en dirección a Club Golden.
El nombre del club dejaba en evidencia el público preferencial que aceptaba. Era un lugar bastante famoso y exclusivo en Cleopatra y se especializaba en entretener a millonarios y mujeriegos. Cuando ella llegó, Derrick estaba en una cabina observando distraídamente a todas las chicas que bailaban en el escenario. Dado que no era horario pico, él era el único cliente.
Lyla se sentó a su lado y se sirvió una copa de vino tinto. Después de beberlo de un trago, se volvió hacia él y le preguntó: "Entonces, ¿dónde están los chicos?".
¡Esa era la única razón por la que había aceptado la invitación!
El joven contrajo el rostro y le preguntó: "¿Hablas en serio? Nathan ha desaparecido. Si Joshua descubre que estás buscando un hombre nuevo, él...".
No terminó sus palabras. En cambio, recorrió su cuello con un dedo mientras arqueaba las cejas juguetonamente.
Lyla se burló y suspiró: "Él disfruta de la compañía de su mujer e hijo. ¿Por qué no puedo pasar un buen rato a cambio?", replicó perezosamente.
"¿Eh? ¿Qué quieres decir con eso?".
Derrick estaba perdido, pero Lyla no tenía ánimos de explicarle. Los dos se miraron durante un rato hasta que él finalmente entendió. "¡No jodas! ¿Está teniendo una aventura?".
"Sí", respondió la mujer mientras se recostaba en la silla y estiraba las piernas.
"Y... ¿Tiene un niño?".
"Sí, y eso es lo más importante".
Derrick se sentó apropiadamente y le prestó toda su atención. Él y Lyla eran amigos casi desde que llevaban pañales y siempre estuvieron juntos. Obviamente, la apoyaría en una situación así. A pesar de que la gente rica solía jugar con todo tipo de mujeres, tener un hijo ilegítimo era algo por demás absurdo.
Después de todo, ¿qué familia de clase alta aceptaría a un bastardo? Si la noticia salía a la luz, ¡provocaría un escándalo!
"¿Estás segura? Tal vez solo malinterpretaste lo que viste".
Ella negó con la cabeza. "Lo vi con mis propios ojos y lo escuché con mis propios oídos. No hay nada que aclarar. ¡El niño incluso lo llamó 'papá'!".
Mientras decía eso, tomó otro sorbo de su vino y lo tragó lentamente. Si bien el sabor inicial era suave, su regusto era un poco amargo.
"Además, ya he hablado con esa mujer".