Luis Punto de Vista
Oír el tono de mi mamá era como oír una alarma. Nada podía despertarme más rápido de un sueño que su voz.
Me di la vuelta para responder cuando me di cuenta de que no estaba solo. Esperaba que para cuando me levantara, Carlos se hubiera deshecho de las jóvenes que buscamos en el club la noche anterior.
Al girarme, le di un codazo a la chica y me senté con el teléfono en la mano, pero mi madre ya había colgado. Cuando me dispuse a llamarla, zumbó un mensaje de texto en el móvil y aparecieron dos palabras en la pantalla que me pusieron en movimiento.
No jodas!
Me levanté y corrí por el pasillo hasta la habitación de Carlos, con la esperanza de que mi mejor amigo y hermano del alma actuara rápido.
Abrí la puerta y entré, antes de fijarme en su cara o en la pelirroja que estaba inclinada hacia atrás y montada en su entrepierna. Se cubrió los pechos, pero continuó balanceándose sobre él, mientras yo me detenía en seco.
-¡Está en camino! -Esas palabras pusieron a Carlos en movimiento y gruñó al tiempo que la levantaba.
-La fiesta ha terminado, Williamssa. Es hora de irse.
-Pero tú ni siquiera te has corrido -gimoteó en protesta y arrastró las nalgas hasta el salón, donde estaba su amiga que había llegado alarmada por el alboroto.
Carlos se vestía al tiempo que corría por el salón, a mi lado, como dos soldados preparándose para la inspección.
Las chicas se dirigieron hacia la puerta y la pelirroja se giró para mirarme, desde el otro lado de la habitación.
-Llámame -pidió con una sonrisa.
Sacudí la cabeza en respuesta y las conduje hacia la puerta para que terminaran de irse, pero no sirvió de nada que nos diéramos tanta prisa porque al abrir, se cruzaron con mi mamá.
-Si continúa este tipo de comportamiento, haré que se muden los dos de nuevo a la casa principal. Ya no eres un niño, Luis. -Miró a Carlos que se abrochaba la camisa.
Yo llevaba en la mano la misma camiseta que había usado la noche anterior. La miré y vi que estaba arrugada, además, no estaba seguro de no haberla usado para limpiarme cuando me corrí. La revisé mejor para ver si estaba sucia y me di cuenta de que la mancha la llevaría mi mesonera sexy en la suya. Menos mal.
-Tú tampoco eres un chiquillo, Carlos. -Mi madre regañó a mi amigo y luego regresó a mí.
Al ser su hijo, sabía que recibiría la mayor parte de la bronca, con sus respectivas opiniones y las más grandes expectativas.
-Solo fuimos al club y conocimos a algunas señoritas -defendí mi derecho a salir de marcha con mujeres, como tantas otras veces en mi vida.
-Esas strippers no eran damas -ladró.
-Eran mesoneras -intervino Carlos como si eso ayudara.
Ella sacudió la cabeza.
-He permitido que actúes como un sinvergüenza desde la muerte de tu padre, porque sé que es una forma de liberar las emociones; pero ha llegado el momento de sentar cabeza y, preferiblemente, con alguien que no lleve una etiqueta con su nombre.
-Dios no quiera que termine con alguien por debajo de mi posición e ingresos. Como si el mundo estuviera lleno de multimillonarias. -Siempre despreciaba a mis amigas.
-No voy a quedarme sentada mientras una de esas zorras vulgares se te acerca por tu dinero. Conoces a muchas chicas buenas, de familias ricas, que no son buscadoras de oro ni quieren mamar de la teta de la familia Williams.
Carlos se rió de la palabra y le di un codazo.
-Lo siento, no sabía que había una teta -murmuró.
Sacudí la cabeza mientras mi madre hablaba de cómo iban a cambiar las cosas.
-He decidido organizar otra gala. Ha pasado un tiempo y me gustaría centrarme en la generación más joven, así que enviaré las invitaciones correspondientes.
Sentí que la sangre me hervía.
Gabriela era conocida por organizar grandiosos eventos antes de que muriera mi padre. Normalmente se anunciaban en la prensa y le servía para encontrar un nuevo amante, que es lo que había ocurrido a lo largo de los años. Sabía de lo que hablaba, pero no me parecía el momento adecuado y, sobre todo, lo consideraba un desperdicio de dinero. No necesitaba que me usara como excusa para hacer su pesca habitual.