Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Novia del Señor Millonario
El arrepentimiento de mi exesposo
No me dejes, mi pareja
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
A sus 19 años, Jona no había experimentado ni siquiera el contacto de piel a piel con alguien mas, por lo que a veces añoraba a tener esa experiencia, sin embargo parecia que a nadie le gustaba ella, y así mismo a ella no le había llamado la atención ningún chico, o ¿ sería una chica?
Sumado a eso, Jona no tenía amigos, no pertenecía a un grupo social, iba y venía de la escuela hasta que terminó sus estudios de secundaria, de eso ya había pasado un año, Jona no era de familia rica, su familia era de clase trabajadora, en principio, a Jona eso la molestaba, pero justo al cumplír sus diesiseis años, ella tuvo que salir a conseguir un trabajo informal.
Cuando Jona empezó a trabajar en la fábrica de juguetes de los Kerlis, solo había interactuado con la pareja de matrimonio, en este caso Jona no sabia de la existencia del hijo de 23 años, quien vivía en otro estado del país.
Durante el año que llevaba trabajando Jona, nunca había visto a Leny, el hijo de los dueños, hasta tiempo después cuando se quedara accidentalmente encerrada en la bodega, después de un tiempo que ella llamara y no acudiera nadie a ayudar, se dió por vencida y se acostó a descansar.
Más temprano ese día, Leny había llegado a la ciudad, sus padres lo habían invitado al cumpleaños de uno de los dos, en este caso era la de su madre.
Así es como Leny se acordó que él había guardado en la bodega unos jugosos vinos fermentados desde hacía ya cinco años.
—Enseguida vengo Papá, mamá –dijo Leny desapareciendo de la vista, Leny llegó a la bodega y abrió la puerta, entró y no vio nada inusual, luego se acercó hacia los barriles de vino, sacó en un recipiente un poco de vino, lo probó, lo encontró muy exquisito, probó más, al volver su mirada por un ruido, encontró su vista con un bulto en un rincón, se acercó y vió que era una persona, al acercarse se dió cuenta que era una hermosa mujer.
Sin darse cuenta, Leny se sintió atraído a Jona, se acercó más y acarició su muslo descubierto, Jona estaba dormida, pero despertó con el toque de la mano de Leny, sus ojos chocaron y se pudo deslumbrar chispas de fuego en sus miradas.
—¿Quien eres? –cuestionó Jona sin saberse controlar su sobresalto del corazón.
—Soy Leny, soy el hijo del dueño de esta fábrica. —aclaró su identidad a la chica.
—¿El hijo de don Frank y la señora Leticia? –puso cara de sorpresa.
—No sabía que tenía un hijo grande. —profirió Jona, a lo que Leny asintiera que así era.
—Si –respondió, pero los ojos de Leny bajaron de sus ojos al pecho de Jona, Jona lo tenía bien grande sus bubis, sus piernas eran alargadas y bien formadita.
—Sin dudas eres una mujer hermosa, tu novio ha de cuidarte bien. —hizo el comentario fuera de lugar el hombre joven.
Jona chasqueó la lengua y se puso de pies, siendo así ella no estaba para nada cómoda, le dijo al hombre obviando su comentario por encima, pues no le causó gracia.
—Por si te interesa, quedé encerrada al venir a guardar los últimos productos, llamé y nadie acudió a mi ayuda, trabajo aquí para los señores, ¿tus padres dices que son? —preguntó Jona como si dudara de la palabra de Leny.
Leny respondió rapido a la duda de Jona, pero también volvió a sacar fuera sus pensamientos en ese momento.
—Son mis padres, vine porque está de cumpleaños mí madre. —Jona sabía de esa información, así que no podria dudar de la palabra de Leny.
—Me has endurecido la picha, míra como se ha puesto mi amigo aquí entre mis piernas. –señaló Leny.
Es cuando Jona fijó los ojos en el abultado que llevaba Leny entre sus piernas.
Hizo un gesto de exclamación al ver semejante paquete, a Jona le dio ganas de tocar ahí, se puso roja de tanta vergüenza que sintiera.
Leny se dió cuenta de su reacción, tuvo una sonrisa sutil, se miró pícaro y dijo a Jona como sugiriendo.
—No sientas pena. Estamos aquí solos, somos adultos y estamos desbocados.
—Lo estarás tú. —dijo Jona.
Se volvió a reír sutilmente, pero Jona se volvió y le gritó al hombre.
—¡Eres un pervertido! –a lo que él hombre le dijo: