Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
El réquiem de un corazón roto
Destinada a mi gran cuñado
Giuseppe Ferro Portinari el magnate italiano dueño de casi la mitad de Europa, acostumbrado a la perfección absoluta, a que todos queden en silencio cuando hace su entrada triunfal a cualquier escenario, odia los escándalos tanto como las mujeres ruidosas, hasta las putas podían ser fascinantes si guardaban silencio en el momento adecuado.
Acostumbrado a lo mejor, seleccionó a la mujer que deseaba como esposa entre un listado de más de 100 jóvenes de 25 a 30 años pertenecientes a las familias más prestigiosas de europa, a sus 33 años necesitaba cambiar su estatus y lo haría con la mujer adecuada, nada de jóvenes inmaduras y berrinchudas, aparte por tradición los hombres de la familia Ferro no pasaban de los 35 años sin contraer matrimonio, ya estaba en los límites, la mujer perfecta según sus estándares, no era nada más que Diana Peruzzi, una fina joven, perteneciente a un linaje respetable del norte de Sicilia, aparte de tener unos modales exquisitos, la primera vez que la vio observó su prudencia para hablar, de naturaleza sumisa como le gustaban, aparte de que físicamente era su prototipo, alta, esbelta, llevaba su pelo rubio platinado en perfecta armonía con sus facciones angelicales, una dama cuidadosa de los detalles, incluso su vestuario recatado, la digna mujer para un hombre de su estirpe.
Obvio no esperaba una tigresa en la cama, ella solo se encargaría de ser su esposa florero, para el placer estaba Serafine, una sensual modelo francesa que desde hace 5 años era su amante de turno, entre otros gustos que le gustaba darse con una que otra mujer que le gustará.
La vista desde el décimo octavo piso de su edificio, se podía considerar toda una maravilla, más cuando llegaba el atardecer para darle paso a las sombras de la noche.
—¡il mio più grande orgoglio!.— Exclamó su abuelo Vicenzo Ferro al traspasar el umbral de la puerta que daba a su despacho. Un hombre fornido con las características peculiares de su familia se acercó a él para abrazarlo y felicitarlo por su nueva hazaña al asociarse con un gran empresario Americano de ascendencia Italiana, solo era unos de sus primeros pinitos para conquistar el mercado Americano en relación a los negocios hoteleros.
— Sabía que no tardarías en enterarte abuelo. — Contesto de buen ánimo, acercándose al bar ubicado en su oficina para servir dos tragos de su mejor whisky, le pasó un vaso a este.
— Brindemos por el éxito, para que los Ferro en un futuro seamos dueños del mundo.
— ¡A tu salud abuelo!. —Chocaron las copas, en señal de victoria.
Su abuelo no perdía oportunidad para expresar su orgullo hacia el, tenía otros nietos pero la verdad dejaban mucho que desear. En su mayoría le prestaban más atención a los juegos que al negocio familiar, solo Elen su prima menor se podía salvar de ese rebaño.
— Me han informado que piensas viajar a los Estados Unidos.