Ha sido un camino difícil para mí, pues, desde el día en que me casé con mi ex esposo Alan, creí que todo sería perfecto al creer que el era el indicado.
Siempre soñé con encontrar al hombre perfecto, el hombre que me llevaría al altar y me juraría amor hasta la muerte pero, me di cuenta que nada es para siempre y que todos los hombres son iguales.
Los primeros meses fue perfecto o eso creía yo, él era amoroso conmigo y detallista, me regalaba flores y todos los viernes me llevaba a cenar o íbamos al cine y luego terminábamos la noche con sexo o para mi hacer el amor. Pero todo eso cambió, el se volvió tan distante y frío conmigo, incluso hasta en la cama y ya estaba cansada de que todos los días sean lo mismo.
La gota que rebalsó mi tolerancia fue cuando lo encontré en casa de mi vecina desnudo con su pene erecto dentro de su asquerosa vagina. ¡Ja!, y lo peor es que el muy cínico y sinvergüenza me dijo: "Mari, no es lo que piensas". ¡Como que no es lo que pienso!", ¡si tiene su verga dentro de su maldita vagina y aún así dice que no es lo que pienso!. Yo me considero agresiva pero solo cuando me provocan y ese día llevada por la rabia estallé mi puño en su cuello y casi lo mató al golpear su manzana.
La puta de mi vecina gritaba en llanto: "Acaso quieres matar al amor de mi vida. "Por favor", ella es una golfa y al igual que ese desgraciado traicionero, no ama nadie.
Días después solicité el divorcio y el encantado me lo dio, pero como el fue el quien echó todo a la basura, obtuve la casa a mi nombre, casa, que ambos compramos con nuestros ahorros, pero la desgracia para mi es que ahora tengo que soportar verlos porque los tengo como vecinos y eso me cabrea demasiado, a veces quisiera incendiar su casa con ellos adentro.
Pero esos pensamientos se esfumaron cuando la desgraciada de Martha salió embarazada y el infeliz de mi ex estaba tan feliz que le propuso matrimonio. Cuando yo lo supe, me encerré en mí casa todo un fin de semana llorando amargamente porque, el estuvo conmigo cinco años y siempre uso protección para que nunca saliera embarazada, según el: "No necesitamos hijos, ellos podrían arruinar nuestra vida".
Así que tomé la decisión de vender la casa pero, ¡carajo, nadie quiere comprar una casa que está en los suburbios y sin mencionar que es la más pequeña!..
—¡Deje de soñar tanto Maricela!..
Reacciono al escuchar la voz molesta de mi jefe, el señor Smith, un hombre canoso algo robusto y con varias arrugas en su rostro y cuerpo a causa de la vejez. Sus ojos azules me observan con superioridad y arrogancia como siempre lo hace cuando ve a sus empleados.
—L-Lo siento señor Smith. —me disculpo por mi distracción. —No volverá a pasar.
—Si claro. —dijo con simpleza. —Escucha cuando mi hijo llegue hazlo pasar enseguida.
—Si señor Smith.
Siguió caminando hasta la entrada y salida de su oficina, al no verlo más, suspiré aliviada. Mientras me acomodo en mi silla. ¡viejo odioso!. a veces no lo soporto pero lo bueno es que ya no estará más como el presidente y eso es algo bueno porque todos en la empresa lo odiamos, nunca sonríe, siempre está amargado y cuando se encuentra peor que el diablo, descarga su rabia contra nosotros.
—¡Maricela!..
Me levanto de mi lugar automáticamente —Si señor Smith.
—Llame a la decoradora de eventos y dígale que necesito nuevamente de sus servicios.
—Enseguida Señor Smith. Pero y.. ¿y si pregunta por el tema?.
—El tema es Noche de máscaras.
—El tema es Noche de máscaras. —musito mientras le marco a Jessica.
—Ya deje de repetir lo que digo y apresúrese. Ah, vaya a la cafetería y traigamos un café cargado.
—Lo siento señor y si señor, enseguida lo hago.
Al ver que volvió a entrar a su oficina hice una mueca de desagrado con mi rostro sacándole la lengua por lo fastidioso e irritante que es.
Tenia cuatro años trabajando para él pero ya estaba harta de él. un día, por error lo llamé por su nombre, "Rodrigo". El muy hijo de puta me sancionó y me dejo sin trabajo y sin paga por una semana por ese minúsculo error. ¡ayy!. Con solo acordarme me dan ganas de estrangularlo.
—¡viejo desgraciado, ojalá lo parta un rayo! —murmuró con el teléfono pegado en mi oreja.
—¿Como?..