Como futbolista de élite, mi vida era perfecta: fama, fortuna y Sofía, mi prometida.
Tras un robo en nuestra finca que la dejó traumatizada y embarazada, juré protegerla y acepté al bebé como mi deber.
Creía en nuestro amor, un pacto incondicional forjado en la adversidad.
Pero un día volví a casa y escuché risas desde mi dormitorio.
Eran Sofía y mi hermano Javier.
"¿En serio se creyó lo del embarazo?", se burló Javier.
"Es tan noble, tan predecible," respondió Sofía.
"El robo fue una genialidad. La boda estaba asegurada y, con el bebé, su fortuna es nuestra."
Mi mundo se desmoronó.