—Espere—pidió la chica con voz suave.
Su jefe la observó atentamente, era bonita, la mejor adquisición que había podido hacer en meses.
—¿No le parece que vamos muy rápido?—preguntó tímida.
Él negó antes de volver a apoderarse de sus nalgas, era una caricia un poco brusca, pero lo suficientemente satisfactoria para sí mismo. ¡Vaya que le gustaba hacer ese tipo de cosas!
—Es en serio, no sé qué quiere conmigo, así que…
—¡Calla!—le ordenó rudo.
Victoria quedó atónita ante aquel mandato, la mujer no sabía exactamente qué estaba haciendo en aquella oficina. Se suponía que únicamente había venido a traer unos documentos para ser firmados, pero luego su jefe le había susurrado un par de palabras bonitas.
—Te sienta bien esa falda, ¿es nueva acaso?
La verdad era que sí era nueva, la había comprado especialmente para lucirla en ese día, era su cumpleaños.
—Sí señor. Está bonita ¿cierto?—había respondido ella con inocencia y una brillante sonrisa. Lamentablemente, no pudo deducir a tiempo que el halago de su jefe no tenía nada de inocente.
—Ven acércate.
Y así fue como Victoria terminó frente al respaldo del hombre, siendo observada minuciosamente.
—He notado como me mira ¿sabe?—dijo él.
—¿Cómo lo miro? No entiendo, señor.
—Ahorrémonos los rodeos—su jefe fue claro y directo—, quiero follarla. ¿Me dejaría usted hacerlo?
Victoria se ruborizó al instante. «¿Había dicho qué?» se preguntó atónita. Sin embargo, la chica terminó asintiendo. ¿Por qué ocultarlo? La verdad era que su jefe le gustaba desde hacía tiempo.
El hombre comenzó con su caricia, hasta el punto en que se le hizo insoportable. Había aceptado aquel encuentro sí, pero no esperaba que ocurriera en ese mismo momento.
—¿Qué pasa?—preguntó el hombre disgustado ante su falta de reacción.
—Lo lamentó, señor. No creo que pueda hacerlo.
—¿Se retracta?
—Así es.