1-Martha
Tengo tres meses sin dirección, me siento como lanzada en una balsa en mar abierto a la deriva, sin agua, ni comida, sin salvavidas, me siento morir mientras nadie cree en mi inocencia.
Me culpan por algo que no hice.
Me culpan a mí, que no mataba a una cucaracha porque me parecía despreciable ver morir a alguien. Si tan solo recordará esa noche en la que mi vida se derrumbó como un castillo de naipes.
—Pónganse de pie para recibir al honorable, juez Carter— habla en voz alta y clara un oficial del juzgado, mis piernas tiemblan, aun así, me pongo de pie
Aún no puedo creer que esto me estaba pasando parezco disco rayado, pero, esto debía de ser un error una broma de cámara escondida, ¡que por favor griten corte! y todos se rían, pensé en mi fuero interno, pero nadie dijo nada, nadie interrumpió al juez y me sacó de aquí corriendo.
—Buenos tardes— saluda educadamente —soy el juez James Carter, de la corte principal de Washington —expresa como cada vez que entra —estamos aquí para escuchar el veredicto al que llegó el jurado presente —los señala y trago saliva —¿es verdad que llegaron a una decisión unánime? —preguntó muy serio.
Todos los jurados asienten en acuerdo y comienzo a sudar, le pasan el sobre al juez y cuando termina de leer lo devuelve al jurado.
—Contra el caso del estado contra Martha Winkeljohann, por la muerte y desaparición de Miguel Hidalgo —habla la vocera del jurado.
Y me desconecté...
¿Has pensado a veces que si te pellizcas despiertas de un mal sueño?
Me pasaba mucho de pequeña, cuando veía una mala película que me producía pesadillas por semanas era una niña tonta que no quería hacerle caso a su mamá cuando le decía que no viera esas películas de adultos, para calmar mi mente mi madre me decía que si me pellizcaba podía despertar y me vería en mi cuarto y todo estaría bien. Los monstruos existen sólo en tu mente Martha, me repetía una y otra vez para poder conciliar de nuevo el sueño.
Pero este monstruo está en la vida real y me arrebato mi vida entera.
¿Soy yo ese monstruo del que hablan?
Esta vez no me funcionó lastimarme para despertar, no era un sueño, mi pesadilla era de la vida real.
Cada noche en mi celda me pellizqué en el brazo, golpeaba mi mejilla frente al espejo, me miraba y le pregunté a mi reflejo:
— ¿Qué hice? —me preguntaba mi yo del espejo.
— ¿Fuiste tú? —me devolvía la pregunta mientras tanto me veía extrañada.
— ¿Eres culpable de lo que te acusan, Martha?
No me reconocía, ya no era yo la que me devolvía el reflejo del espejo.
Todos me dicen lo culpable que soy y siento vértigo al oír sus reclamos y exigencias, pero yo no fui. Ya no sé cómo repetirlo, las únicas personas que me creen es Julio y Sofía.
No pude haberlo hecho.
No soy así, no soy esa clase de persona.
Yo amé a mi esposo, aun lo amo.
No sé qué pasó esa noche. Esa fatídica noche.
Comienzo a dudar de mí, de mi cordura, el no saber que pasó me tiene totalmente tambaleante psicológicamente por todo lo que ha pasado en poco tiempo.
Estoy viviendo una verdadera pesadilla desde hace tres meses, tengo que despertarme, debo despertarme, no quiero más esto. Esto tiene que ser un mal sueño, mi esposo está vivo y a mi lado cuando me despierte y me dirá lo tonta que fui por soñar algo así, me abrazara y me besara como otras veces, como siempre.
—En el cargo de homicidio culposo se declara a la acusada culpable —retumbó la voz de la vocera trayéndome al presente y mi inminente desgracia.