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La esclava del jefe de la mafia

La esclava del jefe de la mafia

Carolina Chibiusa

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Capítulo

Un mafioso toma a una joven de 18 años como pago por las deudas que su padre tenía con él, así es como la lleva a su mansión para hacerla suya en todos los sentidos posibles

Capítulo 1 El trato

Elisa

Mi nombre es Elisa y tengo 18 años, hace unos meses que trabajo y estudio a pesar de que aún no termino el colegio, mi madre murió y desde entonces mi padre se metió en las drogas cada mes gasta todo su salario en nuevas dosis o incluso hace favores a cambio de un papelillos. Pero nunca imaginé que estuviera tan endeudado con los narcos.

Recuerdo ese día como si fuera ayer, mi padre estaba jalando como siempre cuando un hombre de unos 30 años, muy bien vestido entra a nuestro pequeño departamento. Lo podía ver desde la cocina.

-Creo que ya he tenido mucha paciencia contigo, Roberto, quiero mi plata y la quiero ahora.

-Pero jefe, aun no me pagan, deme unos días- Dijo mi padre.

-No tengo unos días- dijo y pude ver como sacaba un arma.

Sin pensarlo corrí hasta él y lo cubrí con mi cuerpo.

-Por favor señor, perdone a mi padre, puede llevarse cualquier cosa de la casa pero no lo mate.

-No me interesan tus baratijas- Dijo él despectivamente.

-ya sé- Dijo mi padre como si se le hubiera ocurrido una idea brillante- llévesela, puede tomar a mi hija como compensación, por favor, mírela, es muy bella y sabe limpiar y cocinar muy bien.

El hombre guardó el arma, tomó una de mis manos y me hizo mirarlo mientras él me estudiaba con la mirada.

-Esta bien, con esto está saldada tu deuda- Dijo como si yo fuera un objeto cualquiera.

-¿Qué? No, tienes que estar bromeando- Dije forcejeando pero su agarre era firme y tenía mucha fuerza.

-Yo nunca bromeo "cariño"- dijo el narco- Y es mejor que vengas conmigo sin hacer escándalo a menos que quieras que le meta una bala en la cabeza a tu padre.

No dije nada pero dejé de resistirme, no quería que mi padre muriera por mi culpa, por muy malo que pudiera parecer, era el único padre que tenía y yo lo quería, lo quería por como fue conmigo antes de las drogas así que definitivamente no quería que lo mataran, mucho menos ver como lo hacían.

-Así está mejor- dijo y tomando con fuerza mi mano me llevó hasta el estacionamiento del edificio donde había una enorme camioneta 4x4 negra con vidrios polarizados, me abrió la puerta del copiloto- entra- dijo, luego sacó un par de esposas de no se donde y me las puso- No intentes nada estúpido.

-No lo haré señor- Respondí no sé porqué lo llamé señor solo me nació hacerlo.

-muy bien- Dijo él y subió en el asiento del piloto, dos de sus hombres subieron en el asiento de atrás y otros tres iban en otro auto. Algo me decía que mi padre no era el único deudor en el edificio.

Él manejó varios minutos antes de llegar a nuestra primera parada donde uno de sus hombre bajó en una casa de dos pisos muy bonita, luego de 10 minutos dejamos al otro en una casa de similares características, luego manejó durante varios minutos mientras yo me preguntaba a donde me llevaba, lo miré de reojo varias veces, era guapo aunque muy mayor para mi que solo tenía 18 años, tenía un aire de misterio y un gesto serio, intercalaba miradas entre el camino y yo, un par de veces nuestras miradas se encontraron, cada vez que eso pasaba él la apartaba rápidamente.

-¿Qué miras tanto?- Dijo como si estuviera molesto.

-Lo siento, no quise incomodarte

-Esta bien, solo no lo vuelvas a hacer.

-Sí -Dije y empecé a "jugar" con las esposas, solo para pasar el tiempo.

-No pierdas tu tiempo, no vas a lograr quitártelas- Dijo entonces reparé en que no sabía su nombre.

-No intentaba quitármelas, solo jugaba -Le dije- a todo esto ¿Cómo te llamas?

-Alonso- Respondió- Pero tu me dirás señor ¿entendido?

-Si señor- dije forzando un poco las palabras.

De pronto llegamos a una hermosa mansión como de película tenía todo lo que uno pudiera esperar de una casa tan elegante, arbustos cortados como estatuas, una fuente en la entrada y un garaje donde había estacionado un Ferrari, dos porche y cuatro motos harley davison

-¿Está es tu, digo su, casa?- dije asombrada.

-¿Te gusta?

-Cómo podría no gustarme- Dije impresionada.

-Me alegra que te guste, porque este será tu nuevo hogar, vamos adentro, te explicaré lo que quiero de ti- dijo bajándose del auto.

-Claro -Dije tragando saliva ¿qué querría hacer conmigo ese mafioso de la droga?

Abrió mi puerta y me ayudó a bajar ya que el auto era alto y con las manos esposadas se dificultaba hacerlo.

Atravesamos un recibidor con muchas muestras de arte, cuadros y estatuas, luego caminamos por un largo pasillo, sacó una llave y abrió la última puerta, tras esta había un hermosa habitación, me llamó la atención que en los respaldos de la cama había una argolla a cada lado, luego reparé en unas cadenas que había a los pies de la cama, no había que ser muy lista para adivinar lo que haría con eso.

-Voy a ser directo, si accedí al trato que propuso tu padre es exclusivamente por una razón- Dijo quitándome las esposas- Quiero hacerte mía- Dijo abrazándome por la cintura, yo tragué saliva.

-Yo...

-Tu nada, no tienes derecho a opinión aquí, de ahora en adelante serás mi esclava sexual ¿entiendes?

-Sí ,pero...

-¿Sí qué?- me interrumpió.

-Sí señor, pero...

-no hay pero que valga- Dijo él sin dejarme hablar así que fui directo al grano, si iba a ser su esclava sexual había algo que tenía que saber.

-¡Yo soy virgen!- Exclamé apresuradamente antes de que me volviera a interrumpir.

-Eso es aún mejor, no te preocupes yo te enseñaré todo lo que tienes que saber ¿entendido?

-Sí señor-Dije un tanto sonrojada.

Él me tomó por el pelo sin soltar mi cintura y me dio un sorpresivo beso en los labios, no era mi primer beso, pero sí el más intenso.

-Basta- Dije intentando empujarlo pero era inútil él me tenía totalmente atrapada- Por favor- Dije después de otro beso, podía ver lo que venía y no estaba lista para eso. Él tomó uno de mis pechos y lo empezó a amasar haciéndome gemir involuntariamente- Por favor, ya basta- supliqué con lagrimas en los ojos, él me dio una bofetada.

-Primero, creo que te había quedado claro que aquí se hace lo que yo digo, sin excepciones, y segundo no olvides que debes llamarme señor y tratarme de ud ¿he sido claro?

-Sí señor- respondí automáticamente.

-Bien, ahora Desnúdate para mi- Dijo mirándome con deseo, yo sostuve su mirada un minuto.

No quería hacerlo, no quería estar ahí con él pero ¿qué otra opción tenía? Era eso o la muerte ¿no?

-vamos, no tengo todo el día- Dijo y tomó su arma.

-Sí, sí señor- respondí y empecé a desvestirme apresuradamente.

Cuando estuve desnuda lo quedé mirando con temor.

-¿qué edad tienes? Preciosa- preguntó respirando en mi cuello.

-18 señor- Dije sentí que cada musculo de mi cuerpo se tensaba.

-Muy bien ¿y tu nombre?- continuó el interrogatorio mientras acariciaba mis brazos.

-Elisa señor- dije mientras sentía como mi corazón golpeaba mi pecho aceleradamente.

-Elisa... me gusta...- Murmuró creo que más para él que para mí.

Luego empezó a caminar hacia mi, con cada paso que daba él yo retrocedía dos, hasta que choque con la cama, él me empujó y caí sentada, se abalanzó sobre mi como un lobo hambriento tomó mis manos y las hundió en el colchón a la altura de mi cabeza. Yo intenté poner resistencia pero era inútil él era mil veces más fuerte que yo.

-Desde ahora eres mía- susurró en mi oído- Grábatelo bien en la cabeza porque no me gusta repetir las cosas ¿entendido?

Yo solo asentí muerta de miedo ¿Qué iba a hacerme? ¿iba a doler? Por supuesto qué iba a doler todas mis amigas que lo habían hecho decían que dolía, no me imaginaba lo mucho que dolería con alguien como él, era alto, seguro la tenía enorme.

Mientras yo reflexionaba él se quitó la camisa dando paso a un torso muy bien tonificado, era guapo eso no podía negarlo pero eso no disminuía mi miedo. Cuando liberó su erección pude comprobar que en serio la tenía enorme.

Me abrió de piernas y me penetró sin ninguna delicadeza haciéndome gritar.

-Te gusta ¿verdad?- Dijo yo negué con la cabeza y los ojos llenos de lágrimas mientras seguía gritando como loca- No te hagas, gimes como puta- Dijo yo lo quedé mirando sin poder creerlo ¿me acababa de llamar puta? Bueno, no sé porqué me sorprendía, después de todo era un narco mafioso que no tiene ninguna consideración por la vida humana.

-Basta, duele mucho, por favor- supliqué- por favor señor, ya pare.

-Suplica todo lo que quieras pero estamos recién empezando- Dijo él moviéndose enérgicamente dentro de mi.

Lo hicimos en distintas posiciones con las piernas bien abiertas, con las piernas en sus hombros, con las piernas arriba y de pronto me dio vuelta.

-No, no por ahí no, por favor, por favor señor- Dije deslizándome por la cama para alejarme de él, pero me tomó por los tobillos y me atrajo hacia él.

-Ya cálmate, no es la gran cosa

-Como que no, quiere... Ud quiere metérmela por ahí, no, no hay forma que lo deje...- Dije y él me interrumpió con una risa burlona y una fuerte nalgada- auch

-hay muchas más de donde salió esa, así que mejor que dejes esos juegos de niños, no tengo paciencia para soportar tus berrinches.

-no es un berrinche- Dije.

Él me tomó del cabello y puso una mano en mi cuello.

-que no se te olvide porque estás aquí "chiquita"- Dijo- Creo que aún no lo has procesado pero ahora eres mía, mi esclava, tienes que hacer lo que yo diga cuando yo lo diga ¿entiendes o te hago un dibujo?

-E-entiendo- Dije aterrada.

Entonces me volvió a poner en posición y me penetro por detrás sin ninguna consideración igual que la primera vez, mis ojos se llenaron de lágrimas otra vez y empecé a llorar sin consolación.

Después me dejo tirada en la cama, estaba exhausta apenas podía moverme, él sacó unos grilletes de un cajón y me los puso, después los selló con llave, acto seguido tomó las cadenas que había visto y me encadenó a la cama con ellas, un brazo en cada esquina del respaldo. Dejó la cadena larga de modo que podía darme vuelta en la cama pero no salir de esta, luego dejó una chata al lado de la cama.

-Por si quieres orinar- Dijo.

-¿En serio ni siquiera me va a dejar ir al baño?- pregunté incrédula.

-Privilegios como esos tendrás que ganártelo, si eres una buena chica incluso te dejaré salir de la habitación, pero para eso debes asumir tu papel de esclava y demostrarme que puedo confiar en ti.

-Puede confiar en mi, señor- le aseguré.

-Tu comportamiento de hoy no dice lo mismo- dijo y se fue.

Me quedé mirando la puerta mientras procesaba lo que acababa de pasar, en menos de 24 horas había pasado de ser una estudiante cualquiera a ser una esclava de un mafioso, narco o lo que sea.

Me acurruqué en la cama y empecé a llorar desconsoladamente.

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