Mi boda prometía ser la unión perfecta: amor y fortuna con Mateo Vargas, el "príncipe azul" de México.
Pero con un temblor en la mano, firmé un contrato que detallaba mi desaparición y mi "muerte" .
Era el día de mi boda, y mi plan estaba en marcha.
Durante siete años, mientras Mateo me profesaba un amor sagrado, vivía una doble vida con Valeria Ríos, "La Loba" .
Lo supe todo: sus secretos, sus encuentros, sus promesas vacías.
Pero la humillación alcanzó su clímax cuando Valeria me envió la foto de su vientre abultado y un mensaje: "Él dice que tú eres su deber, pero yo soy su vicio. ¿Adivina cuál prefiere esta noche?" .
Estaban esperando un hijo.
Valeria me bombardeaba con ecografías y fotos de la cuna del bebé.
Incluso, en mi propio cumpleaños, mientras Mateo me regalaba esmeraldas, se las dio idénticas a ella, usando las mismas falsas palabras.
Su familia, la misma que me trataba con frialdad, abrazaba cálidamente a Valeria, celebrando al futuro heredero.