Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Los Mellizos del CEO
Yo soy tuya y tú eres mío
El regreso de la esposa no deseada
Se podía escuchar el ruido de un ventilado girando, perturbando la paz del joven. Empezó abrir sus ojos, viendo el aparato colgado en el techo proporcionándole una agradable brisa, pero algo no estaba bien. En sus dieciocho años de existencia Nathan Grayson nunca había visto ese ventilador. Giro el rostro a su derecha, y pudo ver como el cielo comenzaba a mostrar los primeros tientes del arrebol, a través del cristal de una ventana que tampoco conocía.
Él se hallaba tendido sobre una cama que no era suya, apenas recuperando la conciencia de un sueño que no recordaba a ver buscado. Empieza a inspeccionar su alrededor, deteniéndose de repente al darse cuenta que no estaba solo.
Junto a él, sentada en una silla justo a su izquierda, se encontraba una persona dormida apoyándose en la cama. Él agudiza más su vista y nota que se trata de una joven, una joven de larga cabellera negra que se esparce sobre su cobija, de piel clara y rostro algo regordete, que le recuerda un poco a los malvaviscos que tanto le gusta. No puede negar que es la chica más bella que alguna vez haya visto.
Después de unos casi inexistencia segundos, decide incorporarse para verla mejor. Lo que no se esperaba es que los ojos de su acompañante se abrieran de golpe, y de un salto enderezar su postura, provocando que ambos quedarán viéndose directamente a los ojos, con sus rostros a podo centímetros de distancia.
El tiempo pareció congelarse para él en lo que pareció una eternidad, logrando ver la mirada color avellana de ella, mientras chocaba con sus ojos verdes.
Los pasos de alguien subiendo una escalera se echaron de fondo. Lo que provocó que todo el ambiente se rompiera, en especial cuanto la que parecía una dulce chica, cambio a tener una mirada de pánico viendo hacia la puerta de la habitación, a un rostro de determinación volteado de nuevo hacia él.
Ella se aproximó de golpe, le cubrió la boca con la palma de su pequeña mano, y con unos ojos que fácilmente sentenciaba su muerte.
—Ni se te ocurra hablar de más— le susurró la chica
«¿De qué estaba hablando este enojado malvavisco humano?», pensó él.
Definitivamente no se imaginó que terminaría en una situación como esta hace unos días. Lo tenía aún muy fresco el día, que sin que él lo supiera, había sido el que empezaría con todo estos cambios que llevarían a su vida a tomar una nueva ruta.
***
El aire salado, el mar quebrándose y el sonido de las personas conviviendo y divirtiéndose en el lugar donde todos van después de un día de playa, con varios camiones de comida que al final nunca parecen suficientes por la cantidad de personas hambrientas haciendo filas. Un grupo de chicos y chicas se ríen de sus bromas en algunas de las mesas, poniéndose al día de cómo están pasando las vacaciones...
—"Quisiera ser uno de ellos"— suspira.
— ¿Se puede saber que estás haciendo?— Nathan habla con un poco de irritación en la cocina del camión, mirando a su jefe que acababa de entrar.
El hombre de ojos ámbar le da una media sonrisa— solo estoy exteriorizando tus pensamientos, de nada— le contesta con una mano en pecho exagerando cada gesto.
—Primero, agradecería que no te auto nombre como el vocero de mis pensamientos. Segundo, yo no estaba pensando eso— el chico castaño aclara intentando no hacer un puchero mientras se recoge el cabello en una coleta— y tercero, eres mi jefe, y un hombre mayor, debería actuar como alguien de tu edad— termina para regresar a tomar el cuchillo y picar los tomates.
—Me ofendes. Lo dices como si fuera un vejestorio, apenas estoy en mis cuarenta, estoy en la flor de la juventud— parece una señora ofendida mientras habla— además eso es muy hipócrita de tu parte mi joven aprendiz— responde ahora imitando algún acento oriental, y comportándose igual al viejo de la película de karate que vieron la noche anterior... este hombre ve demasiada televisión— ¿qué joven adulto en vez de disfrutar sus vacaciones con sus amigos, prefiera pasárselas trabajando todos los días en un puesto de comida rápida?¿quién es el que no actúa como alguien de su edad?— recalca mirándolo a los directo a los ojos, resaltando su punto tarareando un sonido como pregunta.
Nathan ahora incrédulo no sabe que responder pero igual abre la boca para defenderse como sea—bueno...
—¡Es verdad! Que tonto de mi parte olvidarlo— lo interrumpe el adulto— mi querido niño no tiene ningún amigo con quien para salí a jugar— saca un pañuelo de la nada y empieza a secar lagrimas invisibles.
La puerta del tráiler es azotada al abrir, dando paso empapada invitada, que se acerca a grandes pasos a los dos varones, ahora petrificados— ¿de quién fue la brillante idea de hacer pedidos a domicilios?
—¿Estaba lloviendo mi querida April? Debiste haberte hacer llevado un paraguas contigo, eso fue muy descuidado de tu parte— negó con la cabeza, obviamente, Sebastián, el dueño del puesto de comida, solo quería molestar a su joven empleada.
—¡Por supuesto! Que tonta de mi parte. La próxima vez que tenga que entregar algo bajo la lluvia en motocicleta definitivamente llevaré un paraguas— no hacía falta decir que todo fue dicho con sarcasmo. Decidió respirar hondo para calmarse antes de volver hablar. — ¿Por qué siempre buscas hacerme enojar?
—Porque es divertido. No hacen falta más razones— responde el hombre sonriendo juguetonamente.
—Da igual. De todas formas no estaba lloviendo, solo fue un tonto que pensó que era buena idea regar sus plantas con una manguera mientras esperaba que llegase su comida—La pelirroja se saca su pañoleta para poder exprimirla— ojo que para el próximo pedido vas a ir tú — lo señala acusatoriamente.
—También podríamos enviar a nuestro pequeño chef— sugiere mientras abraza empalagosamente a Nath, ya acostumbrado a su manera de actuar.
—Él ni siquiera tiene licencia para conducir— le recuerda ella.
Nathan solo estaba ahí de pie escuchándolo hablar, sabiamente prefirió dejarlos a los dos con su pequeña discusión, ya todo esto era parte de un acto que ejecutaban todos los días.