Ellie.
No vueles sin antes haber caminado.
Tal vez alguien debería haberme dicho aquello, porque ya es demasiado tarde para tomar un consejo.
No tengo nada, nada...
Oficialmente, estoy jodida.
No me quedan más que doscientos dólares en el bolsillo, eso apenas me sirve para pagar una noche en un hotel de mala muerte y una comida regular. En realidad, si no encuentro un trabajo hasta la noche, mañana estaré viviendo en la calle.
Decidí abandonar mi hogar luego que me diera cuenta que la situación con mis padres no iba a mejorar de ninguna manera, pues se la pasan diciéndome que mis sueños no tienen sentido y que no hago más que perder el tiempo. Mi más grande sueño es convertirme en una gran diseñadora de modas, pero, ellos creen que ya hay demasiada competencia en la industria y que no vale la pena ni siquiera intentarlo, y estoy harta de llorar en mi habitación todas las noches a causa de sus palabras que se clavan en mí como espinas. Al fin y al cabo, ya tengo veinticinco años y estudié economía solo por complacerlos, algo de lo que me arrepiento abiertamente. Mi anhelo es dejar de depender de ellos y llegar a tener la vida que siempre he querido.
¿Ese no debería ser un derecho de cualquier ser humano? ¿Ser lo que quieres ser sin que los otros te castiguen constantemente por ello?
La razón por la que opté por venir a Italia fue porque tuve la oportunidad de aprender el idioma en la universidad, sin embargo, no pensé en lo estúpido que era mudarme a un país donde no conozco a nadie y no tengo nada. No he traído más que mis documentos legales, un par de prendas y mi teléfono celular. No tengo nada y aquí, no soy nadie.
Entré a una bonita cafetería, donde pedí un café porque el dinero no me alcanzaba para nada más, ni siquiera para un croissant.
—¿Tal vez hay algún puesto disponible como mesera? —Le pregunté a la muchacha que me trajo el café. Crucé los dedos, ojalá fuera así.
—Oh, no, señorita, lo siento...—negó con la cabeza—Por el momento, no tenemos un puesto disponible en la cafetería.
—De acuerdo, gracias por el café...—le sonreí y en cuanto ella desapareció de mi vista, agaché la cabeza y comencé a beber el café.
En serio, no sé qué se supone que voy a hacer.
El reloj continuó avanzando y me terminé el café en pocos minutos, y me quedé en silencio pensando en la locura que ha sido dejar Londres para venir hasta acá cuando no tengo nada en lo absoluto. Quizás, habría sido una buena idea conseguir un trabajo antes y conocer a alguien que me pudiese dar una mano, no obstante, me he equivocado y estoy a punto de caer en un abismo del cual no será fácil levantarme.
Las lágrimas cayeron por mis mejillas lentamente y yo, cerré los ojos. Ellie, si dejaras de ser tan orgullosa y egoísta, no estarías en esta situación. Ahora mismo, prefiero aguantar los malos comentarios de mis padres a no tener nada para comer. Sí, lo tengo que admitir, cometí un grave error y no encuentro la manera adecuada para remediarlo.
—¿Te encuentras bien princesa? —Alguien tocó mi hombro, obligándome a abrir los ojos y voltear ligeramente, sin llegar a ver el rostro de aquella persona.
Quise responder, pero, las palabras se enredaron en mi garganta y no fui capaz de decirle nada. Sentí un par de brazos abrazándome y a pesar que no conociera a esa persona, pudo reconfortarme de alguna manera.
—Lo siento, yo no suelo descomponerme así frente a las personas —intenté limpiarme las lágrimas y me separé de ese abrazo.
Entonces, por primera vez me encontré con ese par de ojos azules mirándome con cautela.
Desde la primera vez que te vi, supe que serías el diamante que más brillaría para mí.
—Vicenzo Coppola, un gusto princesa —me extendió la mano y como pude, la acepté—Entré a la cafetería y te vi llorando, así que no pude evitar acercarme para averiguar qué te sucedía... ¿Te sientes bien?
Claro que no estoy bien.
—Lo lamento, es que creo que acabo de tomar una decisión errónea y ahora, no entiendo cuál es la manera adecuada para encontrar la forma de salir de todo esto —suspiré y él se sentó en la silla disponible que quedaba en la mesa.
Qué hombre...
—Está bien... ¿Por qué no me la cuentas? Puede que yo pueda ayudarte a salir de ese problema —me sonrió—Supongo que lo único que necesitas ahora mismo es salir de todo ese alboroto en el que te involucraste.
Fijé mi vista en sus preciosos ojos azules, en su cabello negro bien peinado a un lado y en sus labios carnosos. Vestía un traje ceñido al cuerpo que me permitía ver los músculos de sus brazos a través de él. Parecía tener dinero por la calidad de sus prendas.
—¿Cómo podrías ayudarme? —Interrogué, enarcando una ceja.
—Nunca sabemos cómo una persona puede extendernos la mano, puede que tenga la solución perfecta para ti y solo lo descubrirás si hablas conmigo...—chasqueó los dedos—Además, todavía no me has dicho tu nombre, bonita.
Oh, todo un galán...
—Ellie Stewart —le dije mi nombre.
—Un placer conocerte, Ellie...—murmuró—Muy bien, princesita, es hora de que me cuentes sobre eso que te molesta tanto y que hace que alguien tan bonita como tú sufra.
—Mis padres...—empecé, buscando cómo decirle todo rápido y sin que sonara tan dramático—Puede que me hayan dado todo lo que necesitara a lo largo de mi vida, aunque, nunca me apoyaron a seguir mi sueño...Quería ser una diseñadora de modas y no lo fui, debido a que me dejé convencer de sus palabras sin sentimientos, ellos aseguraban que eso no valía la pena y que no haría otra cosa que perder el tiempo, por lo que estudié economía. Me gradúe hace dos años y trabajaba en un pequeño negocio allá que se dedicaba a la fabricación y venta de álbumes de fotos, pero, resultó que escuchar sus burlas a diario por mis sueños, se volvió cansado...Me harté de tener que llorar en mi habitación a solas para que no escucharan lo que sus palabras podrían causar en mí, y entonces, decidí que tenía que alejarme de ese lugar lo más pronto posible. He venido a un lugar que desconocía por completo, no me quedan más que un par de dólares y no encuentro un trabajo aún.
Asintió. Se quedó callado por un par de segundos y fue, que, en ese instante, me dijo como si nada:
—¿Qué tan dispuesta estás a hacer lo que sea por dinero? —Preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
—Define lo que sea —aclaré enarcando una ceja.
Lo único que me falta es que él piense que estoy dispuesta a hacer favores sexuales por dinero.
Señor rico, no soy una prostituta.
—Pues...Tales cosas como fingir ser la esposa de alguien por un año solo por recibir un buen salario, no tienes que hacer nada más que aparentar estar casada con esa persona y claro, que lo adoras con la vida entera —respondió—Te pagaré bien si accedes, digamos que es un trabajo de tiempo completo. Las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana.
—¿Fingir ser la esposa de alguien a cambio de dinero? —Me repetí a mí misma en voz alta—Puede que lo considere, pero, supongo que necesito tener más información.
—Ellie, bonita, si estás dispuesta a escuchar más, será mejor que me acompañes...—se puso de pie y me quedé allí, estática, sin saber si era correcto seguirle la corriente. De todos modos, acababa de conocerlo y no está bien dejar que un desconocido te lleve a algún lugar.