Mi vida de pescador era dura, pero con mi hijo Juanito a mi lado, todo valía la pena; él, una promesa del fútbol, era nuestro futuro, nuestra esperanza.
Pero esa madrugada, una llamada destrozó esa esperanza: Juanito sufrió un accidente, y al llegar al hospital, la indiferencia de mi esposa Sofía, más preocupada por la fiesta de su primo Ricardo, me golpeó más fuerte que cualquier ola.