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Capítulo

Está es la primera parte de la Biología Destinos Encontrados dónde vamos a experimentar que tan fuerte es el amor. Annabel: Sus padres le enseñaron a ser un modelo imperfecto de la Sociedad. Sebastián: Asesino, ladrón, seductor. Muchos lo conocen por ser un idiota. Erick: El hombre soñado con un monstruo por dentro y que tiene la necesidad de enamorar para dominar sus demonios. Todos tienen y viven dudas en esta vida. Pero más allá de ese teatro, tienen el espejo social donde se juzga sin piedad. —¡Sigue tus sueños, ellos te enseñan el futuro! ¡Sé tu misma!—aquellas fueron las últimas palabras de la madre de Annabel hacia ella. Sus vidas tan distintas y a la vez iguales. ¿Te atreves a descubrir que une a estos tres chicos? ¿Quién le roba el corazón a quién?

Capítulo 1 El Encuentro

Me desperté con los rayos del sol a través de la pequeña ventana que rodea mi habitación. Hoy tengo un propósito por el momento que es trabajar.

Lentamente, puse mis pies en el suelo. Apenas tengo un conjunto interior de un color morado en mi cuerpo, por eso me cambié sin mucho cuidado poniéndome una ropa sencilla.

Salgo, dejando la puerta abierta con la expresión de un muerto viviente por las mañanas. Me tropiezo con mi hermano menor. Abel juega con los carros disimulando un accidente, imaginando todos los hechos en su imaginación.

“Un accidente”

“Llamen a la ambulancia”

Son las típicas expresiones al verme. Luego se me acerca y me dice algo.

—Dale un beso y va a revivir—explicó entre risas, tocando mi pierna en señal de súplica.

Abel apenas tiene 10 años, le encanta jugar bromas y jugar conmigo. Para él es muy fácil hacer todo tipo de amistades. Aparte de que tiene el mismo color de pelo castaño y unos ojos hermosos igual que papá.

Yo me divierto un poco por su actitud, mientras que este niño se fue hacia las escaleras aun con los juguetes tirados en el suelo. Cuando termine de recoger todo ese desastre.

Bajé, escondiendo todo eso en un rincón de la casa sin dejarlo fácil. Cuando llegué a la cocina, mi madre le dice a Abel dónde dejar las cosas.

Me senté en la mesa con su estilo moderno, sin olvidar los cuadros familiares, muebles de madera y los trofeos de fútbol de Daniel y algunos míos de natación, faltaban los de karate o baloncesto del más pequeño de la familia.

—Hola, mami ¿Dónde está el mejor papá del mundo? Hay un gran aroma en la cocina—le saludé, esperando el desayuno.

Ella tiene su bata verde puesta, es un diseño de flores con un tono de verde en el fondo, con su corto cabello recogido y con sus sandalias al desnudo de sus pies.

—Buenos días, hija. Tu padre salió temprano para dar clases en la universidad. Aquí tienes tu comida—me respondió, con un tono de alivio.

En mi pequeño plato hay una especie de ensalada de frutas: piñas, duraznos, algunos trozos pequeños de manzana y lechosa, acompañados por un vaso de leche.

No quería esto. En mi mente tengo la ilusión de otra cosa más sabrosa, así como una pizza.

Luego ellos se sientan. Observó que mi mamá y yo vamos a desayunar lo mismo, pero mi hermano tiene un par de pastelitos de pollo.

Aquí pienso sinceramente que la vida es muy injusta.

—¿Y por qué él no viene lo mismo que nosotras?—le pregunté intentando ser una molestia para mi madre.

—Annabel no te pongas celosa, son calorías, sin un pequeño toque de proteínas. Además, este tipo de frutas nos aportan vitaminas, minerales y fibras para el organismo— me respondió, pero también continuó diciendo.

—Hace mucho se descubrió que las frutas previenen el envejecimiento prematuro de las células. Nos ofrece una piel más sana, joven y una mayor calidad de vida. Si quieres lo buscas en la internet—me explicaré probablemente.

—Como digas, creí que seguía siendo la favorita de la casa—le dije, fingiendo dolor.

—Lo eres, mi pequeña—me respondió con una sonrisa, mientras termina de comer.

—Gracias—pero en el fondo no le presté mucho cuidado a su explicación, mientras tomaba un vaso de agua, terminando de comer.

—Orgullosa— murmuró Abel en un tono bajo.

—Respeta a tus mayores—le contesté molesta, no me gustó para nada ese tipo de palabras hacia mí.

—Eres una vieja. Por cierto, gracias por traerme mis juguetes. Te quiero mucho, hermana—me respondió con una sonrisa falsa.

Ya había finalizado de comer, aunque había probado un poco.

Mientras que mi mamá se quedó limpiando con mi hermano. Después iba camino a mi habitación, con sus paredes de un color azul fuerte.

Una vez adentro, observé mi pequeña biblioteca junto a su escritorio. Al lado está la gran ventana donde se puede observar una gran parte de la ciudad y en el centro del cuarto está mi cama y clóset.

Vi en mi despertador con sus pequeños números en rojo para dar las 8:30 am.

Buscó la camisa mientras la guardo en un bolso pequeño de color verde que tengo y lo guardo.

Me hago una coleta con lo primero que veo y sin prestarle atención a mi cuarto, cierro la puerta con mucha fuerza.

En estos momentos mi habitación es un desastre. Diría que la primera guerra mundial pasó por aquí.

Bajo y luego intento caminar disimuladamente por la sala. Cuando escucho a mi mamá: Cuídate, ahí afuera hay muchos peligros.

—Está bien, te quiero madre. Y yo a ti, pequeño monstruo—le respondo y luego busco mi mirada hacia Abel, mientras busca sus juguetes de pie en la sala.

Enseguida él voltea, y me saca su pequeña lengua como señal de mi respuesta sin ponerle cuidado.

Sé que voy a tener cuidado hoy es un día como cualquier otro. No podría pasar nada más.

¿Qué podría ser diferente, ya cuando tu destino está marcado por la sociedad?

Pero por alguna razón, las palabras de mi madre no salían de mi mente. Como si algo interesante pudiera pasar.

Me encuentro en el autobús, en mi asiento preferido al lado de la ventana.

Observó el reflejo, mientras que mi acompañante es una señora con el pelo corto, unos lentes y la vestimenta típica de sus años de juventud.

Intento centrar en mi mente en otra cosa. Pero luego descubrí los carros.

Me encontré con muchos diseños, incluso me encantó uno de los últimos modelos de la marca Chevrolet de color azul metálico.

—Te sigo explicando, tiene que ser por esa calle. Hija, yo lo sé, tengo más experiencia que tú—dice la anciana, mientras que señala el lugar mentalmente invadiendo mi espacio personal.

—No te preocupes. Creo que estoy cerca—responde para inmediatamente cortar la llamada.

—Ella siempre anda con el mismo cuento. Yo sé vivir sola sin la ayuda de nadie. Mi niña le doy un consejo, nunca se case y menos tenga hijos con cualquiera—suelta ese comentario, observando mi aspecto físico.

Como si fuera a suceder. Nunca voy a conocer el amor, simplemente no existe. Una ilusión reflejada por el hombre llamada Felicidad.

—Entendido. ¿Pero es nueva en la ciudad?—le pregunté algo curiosa.

—Si cariño, mi hija se divorció y ahora tiene un nuevo novio. Lo vengo a conocer—me responde con algo de dignidad en su mirada.

Lo típico en la vida real. Piensas que conoces el amor, pero en realidad el engaño. Yo personalmente supongo que el divorcio no debe existir.

Tienes que ser feliz con la persona que elijas. En mi opinión necesita tener tiempo y paciencia de las dos partes.

—¿Pero no la podía buscar o recoger?—le seguía preguntando curiosa.

—No necesito eso, además no los quiero molestar. Si sabes a lo que me refiero— me responde guiñándome el ojo.

Dudo que mi mamá sea así. Para eso tiene a mis hermanos para cumplir con ese maravilloso porque deseo no quiero tener hijos en este año.

—Aquí es mi parada, gracias por el consejo y suerte—le dijo ya para salir entre la multitud.

—Solo recuerda mis palabras “El amor se puede convertir en tu mayor debilidad”.

Finalmente, bajó con mucha dificultad, ya qué había mucha gente. Camino un poco hasta que llego al almacén Walmart, es el más grande de la ciudad de Chicago.

¿Cómo puede ser que una chica como yo, experimente cosas aun cuando al corazón estén prohibidas?

La respuesta: Los hilos del destino están en contraste, transformación y cambios. Jugados por Dios y la muerte.

Pero pienso que también por tus decisiones.

¡Sería un experimento habitual con un resultado sorprendente!

Extra I

El ladrón.

La noche inesperada, surgía con el pasar de los segundos y el caminar de los segundos cada vez más.

Las luces de Neón hacían el panorama su reino, encandilando a alguno que otro sujeto con sus problemas de visión.

Sí, era una buena noche inesperada, pero también muy común entre las otras.

Entré el conjunto de personas que hacían su vida social al asomar la luna, un chico de tez clara y cabello rubio castaño oscuro bajaba de un taxi con una gran mochila a cuestas y se maravilla observando tanta luz en donde debería haber tanta oscuridad.

Pero no era muy diferente al resto de donde venía y tenía que darse cuenta de prisa, ya que era muy reciente la noche.

Estaba antes que sus aviones dormir y debía buscar un lugar donde antes de que cerraran todos los hoteles cercanos, porque mañana se reuniría con los jefes que lo habían llamado a esta ciudad.

Para comenzar el tan clandestino negocio.

—Está muy bonita esta ciudad, o al menos este sector de ella—dijo él, sin querer, atraía las miradas del 90% de las chicas que lo veían.

—Veamos si no deje nada—mencionó para sí mismo.

El joven se recostó en una pared que estaba justo al lado de una farmacia abierta.

No sin quitarse previamente la mochila abultada para verificar que todo estuviera en orden. Y luego buscar un hotel donde pasar su primera noche en esta ciudad.

Abrió su bolso y comenzó a registrar; ropa para pocos días, caja de guantes de cuero, su cuchillo preferido, una daga negra (curva y filosa), su cartera con una identificación falsa y un sobre pequeño con su verdadera identidad.

¡Todo parece estar en orden!

Tenis, llaves, equipo de infiltración, no falta más nada.

De pronto y sin saber de donde, un hombre pasó velozmente frente a él, arrebatándole la cartera de sus manos con su identificación falsa y sin parar, se proponía desaparecer, pero gracias a los desarrollados reflejos del chico rápidamente se colocaron detrás de él y con un brazo rodeo el cuello del ladrón lanzándolo al piso con un movimiento giratorio.

El tipo quedó tirado en la acera y el chico de pie frente a él completamente tranquilo.

Sin perder un segundo, el ladrón sacó un revólver de su cinturón que esperaba no utilizar y apuntó a su víctima.

Quien en un reflejo tan veloz, como un relámpago pateó su mano arrojando el arma a metros de ellos y todo en una fracción de segundo.

El chico se agachó hacia el derrotado agresor y tomó su cuello impidiéndole levantarse.

—Lo siento. Pero tú, al igual que yo, debes saber que una verdadera identificación falsa es más importante que una en este negocio—le dijo el chico mientras destruyen el ladrón sobre el suelo.

—¿Y quién eres tú?—le preguntó el desarmado y estupefacto atacante quedándose sin aire.

—Me conocemos por muchos nombres, como te dije. Este negocio los necesita, pero ya que vas a morir. Te diré mi verdadero nombre. Que te acompañará al infierno. Me llamo Sebastián.

Dicho este, hundió el filo de su cuchillo directamente en el pecho de quien lo había intentado robar, objeto que había sacado de su mochila en ese momento.

Dejando noqueado el ladrón.

Solo se escuchó el quejido del hombre y en un instante fue un cadáver. El chico sacó el cuchillo y la herida oculta con la chaqueta de su víctima; ahora los roles habían cambiado y él era el agresor y no la víctima.

Se levantó y descubrió sorprendió a la muchedumbre de personas en torno a él murmurando sobre la escena de acción contemplada.

El joven tomó su cartera, bolso y guardo, su cuchillo ensangrentado sin que nadie lo notara y se alejó lo más rápido posible de la escena del crimen.

Pero Sebastián no olvidará nunca esta gran bienvenida para él esperando encontrar más competencia en el camino.

—Será mejor que me continúe, podría ser muy malo dejar esperar a mis jefes— dijo para sí mismo.

Luego de eso, prosiguió su camino desconocido adentrándose en las calles. Camino hasta que se encontró con un pequeño hotel, apenas visible, que aún se conservaba en esa zona.

Apenas entró a la puerta, sintió la presencia de una joven hermosa con su pelo rubio largo, junto a su diminuta ropa roja con su gran cuerpo.

Una prostituta, pero también podría ser una chica huyendo de su familia. Pero no había dudado en su mente de conseguir una habitación y una noche inolvidable de sexo.

Poco se acercó a poco a la mujer mientras que ella se encontraba en el gran salón leyendo una de las tantas revistas del Glamour, Vanidades, de los últimos diseños de este año 2018 referente al verano.

Deseando aparecer en la portada como actriz o modelo. Pero también estaba la edición de Vogue, con la reseña de Looks de impacto y sus nuevas mezclas.

—Hola, quisiera saber dónde puedo encontrar al gerente. Para estar en una habitación al lado de la tuya—dijo Sebastián, intentando usar eso como excusa para hablar con la chica.

Ella dejó de hacer su actividad y se dispuso de alguna manera a leer sus expresiones como a la revista. Pero lo supo de inmediato sus verdaderas intenciones.

—Sé lo que buscas, no finjas Acepto tu invitación. Pero bajo dos simples condiciones: Vas a estar en el cuarto conmigo y después de lo que pase hoy se olvida ¿Aceptas? No soy una prostituta, solo aprovecho las oportunidades de la vida de la mejor forma—le respondió guiñándole un ojo.

—Me parece bien, ya que ambos vamos a disfrutar esta increíble noche. No solamente de sexo, sino de placer. Por cierto, me llamó…—dijo él, buscando las palabras correctas para responder, pero, sin embargo, no pudo continuar.

—No te presentes. No lo necesito saber tu nombre. Pero si lo que produce en mi cuerpo, vamos te enseño el camino o no—dijo ella, poniendo un dedo sobre la boca de Sebastián.

Le encantaba la actitud de ella, aunque tiene su lado fuerte que convierte eso en una debilidad para este chico.

Él siguió a la desconocida a través de las escaleras del primer piso, aquel sitio, con la ilusión de aquel encuentro.

Con la decoración antigua e incluso dañada, esas paredes con falta de color, apenas el suelo de cerámica dañado.

Llegaron al cuarto 1202, ella abrió la puerta, mientras que Sebastián dejó sus cosas tiradas en el suelo, admirando el espectáculo que apenas comenzaba sobre la cama.

Ella se desnuda cada centímetro de su cuerpo a través de su penetrante mirada. La chica sintió deseos de tenerlo y sentir sus fantasías en una noche fugaz.

Esa es el tipo de libertad que una vez la obediencia intentó experimentar.

Cuando en la realidad, es tan cerca, pero a la vez imposible. Llamada por la experiencia, pero escuchada por el destino.

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