/0/16208/coverorgin.jpg?v=c1be4cb207738d56bb6b2af3932e6c33&imageMogr2/format/webp)
Actualidad
New York
Bobby
Ser un Parker siempre fue asfixiante. No era el mayor de mis hermanos ni el consentido de mis padres. Ese lugar lo ocupaba Kelly. A mí me tocó ser otra cosa: el hijo perfecto. El centrado. El sensato. Y quizás por eso, en algún momento, me obsesioné tanto con la empresa que olvidé lo principal: a Selene. Mi novia. Mi compañera.
Aun así, dimos el paso. Nos casamos creyendo que el compromiso era lo que nos faltaba, como si el matrimonio pudiera arreglar lo que ya se estaba resquebrajando. Ese fue mi maldito error. Perdí el rumbo. No enfrenté la realidad. No estaba listo para ser esposo, y mucho menos para ser hombre. Cuando quise darme cuenta, el mundo ya se me venía abajo. Llámalo arrogancia, estupidez o simple inmadurez. Da igual. A veces me pregunto qué habría pasado si ese día hubiera bajado la voz. Si, en lugar de tratar de tener la razón, hubiese intentado entenderla, pero no lo hice.
Hace cuatro años atrás
¡Diablos! Lo sé... tenía que estar en el consultorio. Pero no fue mi culpa. La reunión se alargó más de lo previsto, y como siempre, terminé atrapado entre ejecutivos, cifras y promesas que no significan nada cuando llego a casa y la encuentro así. Ahí está de pie en medio de la sala, como si me esperara no solo con el reloj, sino con todo el peso de lo que ya no estamos diciendo.
Me preparo para sus quejas. Sé que vienen. Sé que estoy fallando, pero también sé que ella nunca intenta ponerse en mi lugar.
-No sé quién eres últimamente -dice Selena, abrazándose a sí misma, como si el frío viniera de mí y no del clima-. Ya no eres el hombre con el que me casé. Estás distante, apagado, obsesionado con tu trabajo. ¿Dónde quedamos nosotros?
Sus palabras duelen más de lo que quiero admitir. Pero en lugar de acercarme, me encierro en lo de siempre: la defensa.
-Estoy trabajando por nuestro futuro -respondo, sin mirarla-. Lo hago por ti. Por el bebé.
-¿Por nosotros? -suelta una risa amarga-. ¿Sabes cuántas veces me he preguntado si este bebé fue una buena idea? ¿Si no estamos tan rotos que traer un hijo solo terminará por destruirnos?
Sus palabras me atraviesan. Me acerco con cautela, intentando mantener la calma.
-No vuelvas a decir eso.
-¿Por qué? ¿Porque te molesta escucharlo? ¿Prefieres seguir fingiendo que todo está bien, que no duermes en el sofá, que no me evitas, que no me ves llorar?
-¡Estoy harto, Selena! ¡Harto de tus reclamos, de tus dudas, de tus escenas! -estallo. Y apenas lo digo, me arrepiento. Porque lo veo. Veo cómo algo se rompe en sus ojos.
-Gracias por tu sinceridad -murmura. Ya no grita. No discute. Solo habla con ese tono bajo, sereno... ese que usan las personas cuando ya tomaron una decisión-. Esta vez no voy a quedarme esperando a que cambies. Me voy.
Camina hacia la habitación. La sigo, pero no digo nada. El orgullo me aprieta la garganta y me paraliza. La observo mientras mete un par de cosas en una maleta. Movimientos lentos, meticulosos... pero fríos. Nada que indique que se marcha para siempre, y al mismo tiempo, todo en ella lo grita.
-¿A dónde vas a ir? -pregunto al fin.
-No lo sé. A cualquier lugar donde pueda volver a respirar.
-¿Te vas a ir así? ¿Embarazada?
Me mira. Y no hay rabia en sus ojos... solo un cansancio profundo, una tristeza que se instaló hace tiempo y yo no quise ver. Luego baja la mirada y susurra:
-Cuídate Bobby.
Y se va. Sin un portazo. Sin lágrimas. Y yo me quedo ahí, como un imbécil, lleno de rabia. No con ella. Conmigo.
Esa fue la última, vez que la vi y no la detuve, por orgullo, estupidez, ya no importa como le diga, pero fue un error que me sigue persiguiendo. Desde entonces, mi vida es un ciclo repetido de días vacíos, sonrisas fingidas para la prensa y noches rotas que se arrastran una tras otra. Pero aun no pierdo la esperanza de volver a verla, por eso contrate a varios investigadores esperando un rastro de mi esposa, esperando poder cerrar está herida que sigue abierta con su ausencia.
Y otro día más. Otro intento inútil por distraerme, aquí estoy frente al escritorio, fingiendo que el trabajo todavía puede salvarme de mí mismo. Miro sin ver los documentos, los balances, los planes de expansión que ya no me importan. Todo me suena hueco. Y justo cuando pienso en servirme otro café, Rita entra sin tocar. Tiene el rostro pálido y la voz apretada.
-Bobby... hay un hombre aquí. Dice que es urgente. Algo personal.
Alzo la mirada lentamente. "Personal". Esa palabra ya me pesa como un ladrillo en el pecho.
-Hazlo pasar -respondo con la voz rasposa, sintiendo un mal presentimiento subir por mi espalda como un escalofrío.
El hombre que entra camina despacio, como si trajera un cadáver sobre los hombros. Lleva un traje oscuro y arrugado, barba descuidada, y una mirada hundida, casi vacía. Bajo el brazo, una carpeta manchada por la lluvia o por el tiempo. No quiero que la abra.
-Señor Parker -dice, con una voz firme, pero con una tensión evidente que delata que esto no es una visita cualquiera-. Soy el detective Gregson. Gracias por recibirme.
Trago saliva. Siento la garganta seca, como si hubiera tragado vidrio.
-¿Qué quiere? -pregunto, apoyándome con disimulo en el escritorio. Siento un peso en el pecho que me cuesta disimular.
No se sienta. No sonríe. Ni siquiera intenta suavizar el momento.
-Encontramos a su esposa.
/0/21126/coverorgin.jpg?v=da38ca7445b1e7e413ea4c089c69f4f3&imageMogr2/format/webp)
/0/10258/coverorgin.jpg?v=a8f69cdcf3c830cc3e248ab06c2feadb&imageMogr2/format/webp)
/0/20712/coverorgin.jpg?v=a7948686fdead3c68c1af1e95bbaa921&imageMogr2/format/webp)
/0/196/coverorgin.jpg?v=7fb4efad469e51e89994d399483c4c8f&imageMogr2/format/webp)
/0/17445/coverorgin.jpg?v=3a68b826ed1cac47c5286b82da0502aa&imageMogr2/format/webp)
/0/18223/coverorgin.jpg?v=8fd8eed76baac259724ee085f3ec0995&imageMogr2/format/webp)
/0/18381/coverorgin.jpg?v=1a599930a8d2abea19eb022d9d9dc722&imageMogr2/format/webp)
/0/1879/coverorgin.jpg?v=6be78703666572e22a2115a49ac50911&imageMogr2/format/webp)
/0/9666/coverorgin.jpg?v=fd352c896f6754da1b0c3e2de64bef9a&imageMogr2/format/webp)
/0/3862/coverorgin.jpg?v=5007016751972bade36a0aa8d36e9e78&imageMogr2/format/webp)
/0/14768/coverorgin.jpg?v=35792f62443711cdcbc5d1d4f779a5c8&imageMogr2/format/webp)
/0/11258/coverorgin.jpg?v=65ba4ac5725a8b8d0caabfb9cecefb08&imageMogr2/format/webp)
/0/4686/coverorgin.jpg?v=a1ed2979af81d4214f31dc17a3ffc9a1&imageMogr2/format/webp)
/0/12731/coverorgin.jpg?v=1b9bef8af859ed3dd0f0fe010e548ec8&imageMogr2/format/webp)
/0/10625/coverorgin.jpg?v=3d8445cd2e4cc468c5f972027410b732&imageMogr2/format/webp)
/0/13355/coverorgin.jpg?v=5e1a7d333e3176ff91f197f0363f239b&imageMogr2/format/webp)
/0/15840/coverorgin.jpg?v=693156e6cb4a159459a4483bffa10308&imageMogr2/format/webp)
/0/17438/coverorgin.jpg?v=c92755aac1285ca8a9b9c9fcafdf6999&imageMogr2/format/webp)
/0/18117/coverorgin.jpg?v=6c5be444f9fd67840ba781f192bfba2b&imageMogr2/format/webp)