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Un auto a alta velocidad levanta el polvo de las calles del pueblo de San Valentín allende (Colombia). En él va muy mal herido Marcos Bocelli, un famoso narcotraficante italiano que había llegado a Colombia para cerrar personalmente un trato que lo dejaría como el dueño de la mejor mercancía del país. Pero lo que no se esperaba era que uno de sus socios lo traicionaría, y la reunión se convertiría en una balacera donde él resultaría muy mal herido.
Su herida de bala la tiene en su costado derecho. Y aunque sus hombres intentan parar el sangrado, las cosas para él no se ven nada bien. Necesitan llevarlo a un lugar donde le puedan salvar la vida.
De repente, el chófer ve a lo lejos el pequeño hospital del pueblo. Rápidamente estaciona su auto frente a él y sacan a Marcos cargado, prácticamente desmayado ya.
Al entrar, sacan a los pacientes que esperaban en la sala y ordenan que un médico atienda de inmediato a su jefe. Pero, como era ya acostumbrado en el pequeño pueblo, el médico no llegaba hasta una hora más tarde. Así que solo salió una bella joven que trabajaba como enfermera allí.
¿Qué sucede? pregunta asustada al ver que ellos habían sacado a todos los pacientes que estaban en el lugar.
¡Un médico! grita uno de ellos mientras sostiene a Marcos, quien cada vez sangraba más.
¡Lo siento! Pero el médico aún no llega dice ella muy asustada mientras mira como la camisa de Marcos está empapada de sangre.
¡Entonces usted tiene que hacer algo! le grita el hombre y la apunta con el arma.
Ella, temblando de miedo, les pide que lo lleven dentro del consultorio. Allí lo acuestan en la camilla y ella procede a cortarle la camisa con las tijeras. Como los hombres de Marcos la tenían muy nerviosa, ella se llenó de valor y les dijo muy seria:
¡Necesito que salgan!
¡Claro que no! dijo el que la había amenazado, mirándola agresivamente.
¡Muy bien! Si no quieren salirse, entonces tienen que ayudar. ¡Rápido! Pásame esa bolsa que está allí a su derecha.
Dice ella muy seria y con valentía, aunque estaba que se moría del miedo. Ella puso todos sus conocimientos en práctica y logró sacar la bala y detener el sangrado antes de que llegara el médico. Se puede decir que ella le salvó la vida. Casi dos horas después llegó el médico sin imaginar lo que pasaba. Los hombres lo llevaron bruscamente al consultorio apenas lo vieron llegar. Pero ya la joven enfermera había logrado hacer mucho por el jefe italiano, aunque no tenía idea de quién era en ese momento.
"Muy buen trabajo, Jimena", le dice el médico a la joven enfermera, la cual estaba toda llena de sangre.
Unas horas más tarde, Marcos despierta desconcertado, no recordaba qué había pasado y no tenía idea de dónde estaba. "¡Franco!", decía con voz débil mientras se quejaba aún del dolor. Franco era su hombre de confianza, el mismo que había amenazado a Jimena horas antes.
"¡Sí, señor!", dice él acercándose a Marcos. "¿Dónde estoy?", pregunta confundido. Como había perdido el conocimiento, no sabía dónde estaba. "Estamos en un hospital, bueno, algo así", dice Franco. "Tenemos que irnos, hay que llegar a la pista y salir de aquí", dice Marcos con una debilidad en su voz que parece que fuera a desmayarse.
"¡Señorita!", grita Franco al ver que Marcos está a punto de perder el conocimiento. Jimena entra con el médico y rápidamente lo atienden. Marcos abre los ojos y su mirada se queda fija en ella. Aunque está muy débil y muy adolorido, eso no le impide notar la belleza de Jimena. Queda prendado de sus ojos cafés y su piel morena. Ella lo mira también, aunque desea que se vayan pronto. Tampoco le es indiferente el apuesto hombre.
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