Mi amor muerto

Mi amor muerto

Gavin

5.0
calificaciones
12
Vistas
11
Capítulo

Mi amor por Sofía era tan profundo, que incluso sus extraños comportamientos y su obsesión por su "protegido", Adrián, no podían empañarlo. Teníamos un hijo, Leo, y una vida que creía perfecta, sin saber que yacía al borde del abismo de lo premonitorio. Pero mi mundo se hizo pedazos cuando desperté de un coma con la vívida imagen de mi hijo Leo, de seis años, muriendo en mis brazos por asfixia. Lo más atroz fue ver a Sofía, mi propia esposa, observando con una calma inhumana, priorizando a Adrián mientras Leo luchaba por respirar. La pesadilla se materializó al instante en una atroz publicación de Instagram: ella sonriendo junto a Adrián el mismo día del incendio, con el pie de foto: "Siempre a tu lado, Adrián. Eres la prioridad". La visión no era una pesadilla; era una profecía brutalmente exacta, una condena ya firmada. La ambulancia había salvado a Adrián de un insignificante rasguño, mientras nuestro hijo se ahogaba en humo. Ante mi desesperación por Leo, la única pregunta de Sofía fue: "¿Qué harás para proteger la reputación de Adrián?". Me propuso un cínico "divorcio de conveniencia" para casarse temporalmente con él, para luego "volver conmigo" cuando todo se calmara. No importaban los sueños de Leo, ni su plaza futbolística arrebatada para dársela a la indiferente hija de Adrián. No importaba mi estudio, mi santuario, mi vida, profanado y entregado a Adrián como su "espacio creativo". Ni siquiera cuando Leo sufrió un golpe grave, ella protegió a Adrián antes que a nuestro propio hijo. ¿Cómo pudo la mujer que una vez amé sacrificar la vida y la felicidad de nuestro hijo, la mía propia, por un hombre insignificante, por una supuesta "deuda de honor"? Su frialdad y su crueldad inquebrantable ante el dolor de su propio hijo me dejaron helado, impotente, y a la vez, ardiendo de rabia. Comprendí la verdad más dolorosa: el amor que sentía por ella estaba muerto y enterrado, y con él, cualquier esperanza de redención. En ese instante, mi corazón destrozado se convirtió en un plan frío y calculador. Era hora de que Sofía pagara cada lágrima de mi hijo, cada traición, cada humillación. Era hora de proteger a Leo, no solo de la toxicidad que lo asfixiaba, y desmantelar el imperio de Sofía pieza a pieza. El juego había comenzado, y esta vez, yo dictaría las reglas de nuestra amarga, pero inevitable, venganza.

Introducción

Mi amor por Sofía era tan profundo, que incluso sus extraños comportamientos y su obsesión por su "protegido", Adrián, no podían empañarlo.

Teníamos un hijo, Leo, y una vida que creía perfecta, sin saber que yacía al borde del abismo de lo premonitorio.

Pero mi mundo se hizo pedazos cuando desperté de un coma con la vívida imagen de mi hijo Leo, de seis años, muriendo en mis brazos por asfixia.

Lo más atroz fue ver a Sofía, mi propia esposa, observando con una calma inhumana, priorizando a Adrián mientras Leo luchaba por respirar.

La pesadilla se materializó al instante en una atroz publicación de Instagram: ella sonriendo junto a Adrián el mismo día del incendio, con el pie de foto: "Siempre a tu lado, Adrián. Eres la prioridad".

La visión no era una pesadilla; era una profecía brutalmente exacta, una condena ya firmada.

La ambulancia había salvado a Adrián de un insignificante rasguño, mientras nuestro hijo se ahogaba en humo.

Ante mi desesperación por Leo, la única pregunta de Sofía fue: "¿Qué harás para proteger la reputación de Adrián?".

Me propuso un cínico "divorcio de conveniencia" para casarse temporalmente con él, para luego "volver conmigo" cuando todo se calmara.

No importaban los sueños de Leo, ni su plaza futbolística arrebatada para dársela a la indiferente hija de Adrián.

No importaba mi estudio, mi santuario, mi vida, profanado y entregado a Adrián como su "espacio creativo".

Ni siquiera cuando Leo sufrió un golpe grave, ella protegió a Adrián antes que a nuestro propio hijo.

¿Cómo pudo la mujer que una vez amé sacrificar la vida y la felicidad de nuestro hijo, la mía propia, por un hombre insignificante, por una supuesta "deuda de honor"?

Su frialdad y su crueldad inquebrantable ante el dolor de su propio hijo me dejaron helado, impotente, y a la vez, ardiendo de rabia.

Comprendí la verdad más dolorosa: el amor que sentía por ella estaba muerto y enterrado, y con él, cualquier esperanza de redención.

En ese instante, mi corazón destrozado se convirtió en un plan frío y calculador.

Era hora de que Sofía pagara cada lágrima de mi hijo, cada traición, cada humillación.

Era hora de proteger a Leo, no solo de la toxicidad que lo asfixiaba, y desmantelar el imperio de Sofía pieza a pieza.

El juego había comenzado, y esta vez, yo dictaría las reglas de nuestra amarga, pero inevitable, venganza.

Seguir leyendo

Otros libros de Gavin

Ver más
La Venganza de La Ingenua

La Venganza de La Ingenua

Cuentos

5.0

El olor a metal y la sangre llenaban mis pulmones. En mi vida pasada, morí sola en la carretera, abandonada por mi hermano Mateo y nuestra prima Isabella, quienes se negaron a llevarme al hospital. Dijeron que exageraba un dolor de estómago para arruinar la fiesta de cumpleaños de Isabella. Era apendicitis, que se volvió peritonitis. Vi mi propio funeral, a mi abuela Elena destrozada por el dolor, y a Mateo e Isabella celebrando, destruyendo el legado familiar que tanto amaba. La traición me consumió, y mi abuela, con el corazón roto, me siguió poco después. Hasta ahora. Un chirrido de neumáticos y un golpe seco. El mismo accidente, el mismo día fatídico que me llevó a la tumba. Pero esta vez, estaba aquí, y mi abuela yacía inconsciente a mi lado. En mi vida anterior, la llamé a ellos primero, lo que nos costó todo. Esta vez no. Mi cerebro trabajó a una velocidad vertiginosa. No podía depender de Mateo, ni de Isabella. Saqué mi teléfono, llamando a emergencias, asegurándome de que esta vez, mi abuela viviría. Pero la supervivencia de mi abuela dependía de una transfusión de sangre O negativo, un tipo de sangre casi imposible de encontrar. Contacté a Mateo e Isabella, quienes compartían el mismo tipo de sangre, y les rogué ayuda. Ellos, ciegos por la codicia y la manipulación de Isabella, se burlaron, acusándome de arruinar su fiesta de cumpleaños. El médico corroboró la urgencia de sangre, pero respondieron con crueldad, colgándome. Me sentí completamente sola, con el pánico invadiéndome mientras buscaba desesperadamente donadores. Cuando encontré un donador, Ricardo, Mateo e Isabella lo contactaron, mintiéndole y persuadiéndolo de no venir. La vida de mi abuela pendía de un hilo, y ellos estaban dispuestos a dejarla morir por un capricho. Pero no esta vez. No iba a suplicarles. Iba a luchar. Ya no era la nieta ingenua que confiaba ciegamente en su familia. La muerte me había enseñado la lección más dura de todas. El dolor insoportable se transformó en una furia helada. Conseguí contactar a una red privada de donación de sangre y pagué una fortuna, era nuestra última esperanza. Cuando el Dr. Ramos, influenciado por Mateo, intentó evitar la donación, el infierno se desató. ¡No dejaría que la historia se repitiera! Mi abuela viviría, y ellos pagarían por todo el daño causado.

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro