Adiós, mi amor imprudente

Verena Wheeler se encontró en una situación insostenible al asistir a la fiesta de compromiso de su novio, Blaine Yates, y descubrir que la prometida no era ella.

A pesar de la evidente incomodidad, Blaine se mostró imperturbable e incluso alzó su copa hacia ella en un gesto de saludo cuando la vio llegar.

Frustrada, Verena decidió ahogar sus penas en alcohol y, en su despecho, rodeó con los brazos la cintura del hermano de Blaine, Jeffrey Yates.

"¿Estás segura de que quieres besarme? ¿Sabes quién soy?", preguntó Jeffrey.

A pesar de su embriaguez, Verena no pudo evitar sentirse cautivada por él. Con la mirada nublada por el alcohol, apenas distinguía sus rasgos bien definidos. Sin embargo, su voz seductora era una tentación a la que le resultaba difícil resistirse.

Verena alzó la vista y proclamó: "Te veo perfectamente. ¡Eres Jeffrey, el hermano de Blaine!".

Jeffrey era el presidente de SwiftGlide International, una empresa clave en la economía de la región sur.

"¿Aún estás segura de que quieres besarme?", inquirió él con voz ronca y magnética, mientras la observaba con los ojos entrecerrados, pensativo.

Verena jugueteó con sus dedos sobre la nuez de Adán de Jeffrey, trazando su contorno con un gesto que recordaba haber aprendido en un video.

"Sí. Mis manos están en tu cintura, ¿no sientes la tensión? ¿O acaso eres impotente?".

Verena razonó que, si Blaine podía comprometerse con otra, ¿por qué no podía ella tener un encuentro íntimo con alguien más?

Ningún hombre era inmune a una provocación así, especialmente viniendo de una mujer de rostro dulce y figura voluptuosa como ella.

En medio de aquella atmósfera cálida y cargada, Jeffrey se sintió sorprendentemente excitado, a pesar de no ser un hombre promiscuo.

"Creo que tendré que demostrarte si soy impotente o no". Jeffrey se inclinó y la besó apasionadamente, un beso que mantuvo su intensidad de camino al auto, donde la pasión se desbordó hasta llevarlos al límite.

Sin embargo, el alcohol la traicionó y Verena acabó revelando sus verdaderas intenciones.

"¡Si no puedo ser su esposa, entonces seré su cuñada!", declaró con un deje de picardía.

Su confesión detuvo en seco los avances de Jeffrey.

Tras un instante de reflexión, él se reclinó en el asiento del conductor y encendió un cigarrillo. Enarcó una ceja y cuestionó: "¿Así que esto es una venganza? ¿Por eso te me insinuaste?".

Verena sintió una punzada de vergüenza que casi la devolvió a la sobriedad.

Sin embargo, en lugar de intentar defenderse, optó por responder con desenfado. "Entonces, ¿vas a ser mi cómplice?".

"Si crees que esto llevará a algo entre nosotros, ni lo sueñes", dijo él, pellizcándole la mejilla con un gesto casi juguetón. Luego, con voz seca, ordenó: "Baja del auto".

Verena ya esperaba esa respuesta. Después de todo, Jeffrey era el soltero más codiciado por innumerables jóvenes de familias distinguidas, mientras que otras solo lo buscaban por una noche de pasión.

Y Verena, tuvo que reconocer, no era nadie en su mundo.

Mientras bajaba torpemente del auto, el Maserati gris plateado se alejó a toda velocidad, dejándole un sabor a polvo en la boca.

El brusco rechazo la golpeó como un balde de agua fría, haciéndola plenamente consciente de lo inapropiadas que habían sido sus acciones.

El hecho de que Blaine, su novio, se interpusiera entre ellos hacía que el ridículo encontronazo con su hermano fuera todavía más absurdo.

Afortunadamente, Verena creyó que se había librado de tener que volver a verlo.

Sin embargo, el destino tenía otros planes: al día siguiente, volvió a encontrárselo inesperadamente.

En ese momento, Verena se encontraba en un evento de negocios para el nuevo proyecto del Grupo Oasis. Aún aturdida por la resaca, Jackson Hopkins, el director de la Dukwoo Company, la arrastró hacia un ascensor.

"Señor Hopkins, de verdad no puedo beber más", balbuceó Verena, con la voz débil y algo desorientada.

"No pasa nada. Solo acompáñenos al club y véanos beber. Señorita Wheeler, ¿no me haría ese pequeño favor?".

La mirada de Jackson recorrió su rostro y se detuvo en la silueta que marcaba su vestido rosa perlado, acentuando cada una de sus curvas.

Verena se sintió incómoda bajo su mirada lasciva y deseó poder escapar de allí.

Justo en ese momento, Jeffrey y un grupo de empresarios entraron en el ascensor.

Él observó la escena con aire despreocupado, y Verena no supo si la había visto o si simplemente la estaba ignorando.

Instintivamente, bajó la cabeza, tratando desesperadamente de evitar su mirada.

Afortunadamente, Jeffrey parecía no haberla notado. Mientras los empresarios conversaban, él mantenía una actitud distante, limitándose a responder con monosílabos cortantes.De pronto, Verena captó fragmentos de la conversación de los otros hombres, quienes la miraban de reojo.

"La señorita es muy atractiva. He oído que tiene una formación académica impecable".

"No importa lo que pensemos. Todo depende de lo que opine el señor Yates. Es evidente que está aquí por él".

Verena, que escuchaba todo, lanzó una mirada discreta hacia Jeffrey.

Sin querer, sus miradas se cruzaron.

"Si me acuesto con cualquiera, podría contraer alguna enfermedad", dijo Jeffrey.

Su rostro permanecía impasible mientras la observaba, deteniendo la mirada en ella solo un instante antes de desviarla. Los empresarios se apresuraron a secundarlo:

"Exacto. El señor Yates puede tener a la mujer que quiera. ¿Por qué elegiría a una cualquiera, sin un buen respaldo?".

"Hay que asegurarse de que mujeres así no le arruinen las veladas al señor Yates en el futuro".

Verena se quedó desconcertada.

Tenía la fuerte sensación de que las palabras de Jeffrey habían sido una indirecta para ella.

Justo en ese momento, las puertas del ascensor se abrieron.

Jackson puso una mano en el hombro de Verena y dijo: "Con permiso".

Ella reaccionó al instante, apartando la mano de su hombro como si le quemara.

"No haga eso. Sea respetuoso", lo amonestó.

Temía tanto que él se sobrepasara como ser juzgada por la mirada atenta de Jeffrey, que podría catalogarla como una mujer fácil.

Impasible, Jackson ignoró su advertencia y volvió a pasarle el brazo por los hombros.

"Pero si hace un momento aceptó. ¿A qué viene este cambio de actitud?", exclamó él.

En ese instante, su agarre se hizo más fuerte, impidiéndole soltarse.

Una punzada de pánico la recorrió mientras él intentaba arrastrarla hacia el club nocturno. Justo cuando todo parecía perdido, una fuerza inesperada la rodeó por la cintura, atrayéndola hacia unos brazos firmes.

Una voz fría y autoritaria resonó sobre su cabeza, cortando la tensión del momento: "¿No escuchó que le pidió que fuera respetuoso?".