Que destino le podrÃa tener a Carlos Juárez, un hijo bastardo, pobreton, que no tenÃa idea de quién era su padre. Y acababa de perder a su madre a causa de una enfermedad en el corazón. Su madre le entrego su custodia a un desconocido, que nunca habÃa sabido de su existencia. En verdad estaba destrozado por la muerte de su mamá y preocupado por qué no sabÃa que le podÃa deparar su destino. Aunque él tenÃa fé que al final del túnel, encontrarÃa la luz que le devolviera la alegria y quién sabe si un verdadero amor.
Treinta Años Atrás
Cuando tenÃa diescinuve años, MarÃa Guadalupe Juárez, proveniente de la Ciudad de Monterrey en México, vino por primera vez a los Estados Unidos de Norteamérica. Por medio de Sofia una gran amiga de su mamá, ya que ella estaba en sus últimos dÃas de vida y que tenÃa mucho tiempo padeciendo de terrible cáncer y lamentablemente estába ya es etapa terminal. Por supuesto su amiga se habÃa comprometido a traerse a MarÃa Guadalupe a Estados Unidos, para ayudarla con un trabajo. Con la sorpresa que Sofia querÃa que MarÃa Guadalupe, trabajara de prostituta, en bar que ella administraba.
Para MarÃa Guadalupe fue una gran sorpresa está proposición ya que era muy diferente al trabajo que le habÃa propuesto inicialmente.
¿ Qué podÃa hacer?
No era capaz siquiera de imaginarse usando esos vestidos de escasa tela, para pararse en las calles para atraer y seducir clientes, para luego llevarlos al bar y mucho menos se sin ropa desnuda y permitiendo que hombres desconocidos pasearan sus sucias manos por todo su cuerpo, que entre otras cosas, nunca habÃa sido visto sin ropa a ningún hombre.
Era una chica de pueblo, una muy inocente, aunque no demasiado ingenua. Y era bonita. Ser bonita serÃa para ella, un gran calvario.
Con el poco dinero que tenÃa, pudo pagar una semana de arriendo en una pensión donde habÃa disponible una pequeña habitación. La señora encargada, parecÃa bastante estricta, pero también considerada ante la suerte de MarÃa Guadalupe.
¿ Qué podÃa hacer está chica, sin estudios, que no dominaba bien el inglés. ?
Volver a su tierra ya no era una opción, no contaba con los recursos económicos para hacerlo, y para que iba a volver si nadie la esperaba allá. HabÃa llegado a los Estados Unidos con la esperanza de iniciar una nueva vida, tras la muerte de su mamá.
Aparte de prostituirse, no tenÃa otra alternativa: tendrÃa que trabajar en ser la sirvienta de alguna casa de ricos. Pero las señoras de esas casas le echaban una mirada y la descartaban. Demasiado bonita, demasiado llamativa. Su cuerpo y su posaderas no podÃan pasar invertidas, por los caballeros de la casa. Sin embargo, necesitaba urgentemente conseguir un empleo antes que se le pusiera la cosa más difÃcil, con el poco dinero que tenÃa.
La promesa que le hizo a su mamá que jamás se rendirÃa, la impulsó a seguir hacia adelante, ya con los pies cansados de tanto caminar, paso por un parque y se sentó en una banca a pensar que podrÃa hacer para solucionar su problema económico.
Estando sentada en el parque paso cerca de ella, una muchacha con un periódico en la mano y lo depósito en un cesto de basura que estaba cerca de ella. Espero un rato que la mujer se alejara y corrió a sacar el periódico, para hojearlo a ver qué conseguÃa.
A Dios gracias, habÃa una oferta de trabajo encerrada en un cÃrculo, cómo sà alguien la hubiese marcado, quien más podrÃa ser la chica que arrojó el periódico en el cesto de la basura.
La oferta de trabajo era para trabajar en el área de la limpieza en una casa. Ubicada en la Ciudad de Nueva York donde ella se encontraba. Consultó si presupuesto y si le alcanzaba para pagar el metro, le pregunto a una señora que pasaba por casualidad le explicó como llegar, pero le dijo que el metro, la dejaba un poquito lejos y que tenÃa que caminar. Efectivamente el metro la dejo relativamente lejos, camino unas cuantas cuadras para llegar a la casa que estabas buscando.
Cuando por fin llegó quedó impresionada la ante tanta belleza y lujo de la mansión, lo grande que era, de varios niveles y un gran jardÃn espectacular, cómo sacado de una pelÃcula, con flores de colores y unos pinos inmensos y un lago.
Sus pies ya no le daban del cansancio, pero la emoción de poder conseguir empleo la motivaba a seguir. Cuando se acercó al jardÃn vió un señor, que parecÃa por su vestimenta trabajar allà y le hizo señas para que se acercase.
-Hola,¿ cómo estás ?
-¿ Viene por el empleo?
Sin emitir sonido movió la cabeza en forma positiva y el señor le dijo:
- Sigame, usted por favor.
Camino detrás del señor y este la condujo hasta puerta trasera de la casa.
MarÃa de una vez atacó al señor con una serie de preguntas
-Disculpe. ¿ Quien es la señora de la casa ?, ¿ Cuántas personas vivÃan allÃ?, ¿ Cuánto niños tenÃan los señores de la casa ?. El señor se le quedó mirando y le contestó.
-No existe señora ni niños. Sólo es el señor. Desconsertada solo dijo
-Ah, okey
La acompaño hasta una sala y la dijo
-Puedes, sentarte
-¿ Aquà ?
-Si, el señor no se encuentra y Susy le hará la entrevista
-¿ Susy?
-Es la encargada de la administración.
El señor dió media vuelta y se marcho, me quede un rato sentada esperando y en unos minutos se apareció una mujer muy morena y de cabellos oscuros, un poco mayor que ella y enseguida MarÃa Guadalupe se colocó de pie.
-Hola, soy Susana, soy la encargada de la casa. Tienes alguna recomendación.
Pensó que se habÃa metido en tremendo problema no le entendÃa casi nada a la señora Susana y paso no tenÃa ninguna recomendación.
Armada de valor enseguida le dijo
-No, no tengo, pero déjeme decirle que soy honesta, se de los quehaceres de una casa y muy trabajadora. Deme la oportunidad y se lo demostraré.
La señora Susana se le quedó mirando y le pregunto
-¿ Hablas inglés ?
-Para serle sincera muy poco
-¿ Sólo español ?
-Si, señora
-Estamos urgidos de personal y podré darte la oportunidad que me estás pidiendo, sólo te daré una semana.
Cómo MarÃa Guadalupe no le respondÃa, ella pensó que no le habÃa entendido y le volvió a repetir señalando con un dedo el uno
-Solo una semana de prueba
-Gracias, muchas gracias, vera usted que no se arrepentirá de darme esta oportunidad.
Pensó que se le iba a ser difÃcil conocer toda la mansión ya que habÃan cómo siete casas grandes dentro, pero si ponia empeñó aprenderÃa rápido y asà no se perderÃa.
En ese momento se abrió la puerta principal y entro un hombre como de treinta y cinco años, de cabellos marrón oscuro y piel pálida, pero demasiado guapo, parecÃa un modelo de revista.
La señora Susana enseguida lo saludo
-Señor. Colocandose a la derecha para que pudiera pasar y MarÃa Guadalupe la imitó
-Tendre visitas hoy en la noche.
-Si señor, ¿ Cenarán aquà ?
-Si
-¿ Cuántas personas?
-Solo, seremos dos.
De repente aquel hombre guapo se le quedó mirando y vió sus ojos de color avellana luego volteo la mirada hacia la Señora Susana
-¿ Y quién es la joven ?
-Ella es MarÃa Guadalupe, le estoy enseñando la casa y quizás la contrate.
MarÃa Guadalupe se le quedó mirando, un poco preocupada.
-¿ Quizás ?
-No, domina el inglés, es una inmigrante, exactamente de México.
El hombre se volvió a mirarla y se presentó
-Soy Eduardo San Clemente, conmigo puedes hablar en tú idioma con toda la tranquilidad. ¿ Cuánto tiempo tienes en este paÃs ?
Sorprendida que ese hombre hablará español, le tomó unos segundos en contestar
-Un par de semanas más o menos.
-No te angusties. Si Susana dice que eres eficiente te quedarás trabajando.
-Por supuesto señor, que me esforzare y seré muy eficiente. Gracias, señor.
Volvió su mirada hacia la Señora Susana y hablando inglés, le dijo que su visita era un amigo de nombre Mike Carrie y que prepara algo sencillo, mientras hablaban de negocios y que luego les llevara café, para seguir trabajando. Enseguida la señora Susana tomó nota y se dirigió hacia la cocina.
Cuando Eduardo San Clemente salió de la sala. MarÃa Guadalupe volteo a verlo, en verdad era guapo y rico y parecÃa buena persona.
Eduardo San Clemente empezó a ser demasiado consciente de la nueva empleada. Ya habÃa superado la semana de prueba, y siempre que podÃa, la retrasaba para conversar con ella. Al principio le habÃa dicho que era para oxigenar su propio idioma, luego tuvo que admitir ante sà mismo que le agradaba hablar con ella. Era inteligente, tenÃa chispa, e ideas muy firmes. Y además era guapa. No debÃa estar mirando a la muchacha del servicio, por más que su uniforme le ajustara perfecto, e imaginara unas espectaculares piernas debajo.
Por la manera de conducirse y de hablar, sospechaba que rechazarÃa un avance suyo, asà que mejor no le hacÃa propuestas incómodas y seguÃa como hasta ahora. Pero a menudo se sorprendÃa a sà mismo observándola mientras limpiaba, o sacudÃa, o simplemente caminaba de un lado a otro de la casa. Ahora, por ejemplo, la observaba mientras regaba unas flores en el jardÃn a través del ventanal de su despacho privado.
-DeberÃas saber lo mono que te ves admirando a la chica de la limpieza dijo tras él la voz de su amigo Mike. Tomado por sorpresa a Eduardo se giró a mirarlo. Lo habÃan anunciado hacÃa un par de minutos, pero él se habÃa puesto perplejo observando a MarÃa Guadalupe
-No admiraba a nadie, sólo meditaba mientras te esperaba.
-SÃ, meditabas en un hermoso par de piernas. A que sÃ. Eduardo no insistió en defenderse. ConocÃa demasiado bien a Mike, y cuando a éste se le metÃa un tema en la cabeza, era difÃcil sacárselo. Mike se sentó en uno de los sofás del enorme despacho, y observó a MarÃa Guadalupe al otro lado del ventanal.
-Sin embargo, tengo que admitir que tienes buen gusto. Te has acostado con ella?
-Estás loco? No ves quién es?
-Por eso mismo. A algunas de esas muchachas no les importa tener una aventura con el señor de la casa. No te has acostado con ella?
-No, por supuesto que no. Y deja el tema ya, por favor. -Tienes treinta y ocho años y nunca te he visto demasiado entusiasmado por ninguna mujer. Tal vez sólo era que no habÃa llegado a ti.
-He entrado en tu punto de mira. Se resignó Eduardo
-. Está bien, habla todo lo que tengas que hablar, di lo que piensas y luego déjame en paz. Mike rió por lo bajo.
-Sólo digo que no pierdes nada, y seguramente ella tampoco.
-Respeto a la gente que trabaja conmigo. No corromperé a mi propio personal.
-Pero ella es diferente, verdad?. Eduardo no dijo nada, caminó hasta su escritorio y sacó unos documentos esperando desviar la atención de su amigo.
- Yo sólo te estoy dando una idea. Siguió Mike- Has estado tan inmerso en los negocios, hasta tu vida personal trata de negocios. Mira tu nueva casa, incluso tienes un ama de llaves ahora. Descansa, échate una cana al aire... y si es con la chica piernas largas, mejor!. Eduardo sonrió.
-Una cana al aire, eh?. Repitió él para sÃ. La idea le gustaba, le gustaba mucho.
En la noche entró a la cocina bajo la excusa de ir por un vaso de agua, aunque al lado de su cama podÃa encontrar una jarra llena.
Sin embargo, era más probable encontrarse con ella si iba hasta los sitios que más frecuentaba. La encontró en la mesa comedor de la cocina con varios cuadernos abiertos sobre ella.
-Qué haces?. Pregunto Eduardo intrigado, y ella se puso en pie asustada.
-Ah, lo siento. Dijo ella.
-No, lo escuche entrar. Son... tareas. No puedo hacerlas en la habitación, despierto a mi compañera...
-Tareas? Estás estudiando?
-Estudio Inglés.
-Qué bien. Déjame ver. Él se acercó y miró los apuntes. Sonrió al notar que tenÃa buena letra y muy ordenada. su l-Tienes bonita letra.
-Gracias.
-Puedo ayudarte?. Ella lo miró sorprendida.
-No quiero molestarlo.
-Tengo insomnio. Tal vez ayudándote me entre sueño. Sin esperar respuesta, se sentó a su lado y se puso a revisar los cuadernos. Con un poco de desconfianza MarÃa Guadalupe empezó a mostrarle las partes en las que tenÃa dificultad para comprender, y se dio cuenta de que su jefe era también un buen maestro, paciente, y con sentido del humor.
Asà las noches de ayudar a MarÃa Guadalupe con sus tareas se volvieron una costumbre, una peligrosa costumbre. Ella fue mejorando en el idioma, y él fue descubriendo que la chica le gustaba cada vez más. Eso era un verdadero problema.
-Tienes libre el domingo, verdad?. Le preguntó una vez. MarÃa Guadalupe lo miró con un poco de cuidado
-SÃ, Señor. La mayorÃa del personal tiene libre ese dÃa.
-Mmm... te molestarÃa mucho si te propongo llevarte a un sitio bonito? Los Hamptons tiene sitios preciosos, y estoy segura de que tampoco conoces New York. Se puede ir y venir en un mismo dÃa.... Antes de que terminara de
hablar, MarÃa Guadalupe ya se habÃa puesto en pie y recogÃa sus libretas de apuntes.
- Perdona.¿ Te incómoda ?
-No, no me incómoda, pero creo que se equivoca conmigo, señor. Contestó MarÃa Guadalupe en voz baja y la mirada en el suelo-. Yo no salgo con mis patrones.
-No te estoy proponiendo...
-Le agradezco mucho, señor pero ya tengo planes para este domingo. Y para todos domingos... Y desapareció tras la puerta que llevaba a las habitaciones del personal de servicio, y Eduardo se quedó allÃ, mirando la cocina vacÃa, y arrepintiéndose de haber hecho tal sugerencia. Estaba seguro de que de ahora en adelante ella lo evitarÃa.
Tonto Mike y sus ideas locas. Pasaron los dÃas, y tal como Eduardo habÃa pronosticado, MarÃa Guadalupe no se estaba mucho tiempo en la misma sala que él si sólo estaban los dos. Por más que volvió a la cocina por las noches, nunca la encontró allà haciendo sus tareas.
Se preguntaba a dónde iba ahora. Decidió no prestarle demasiada atención, aunque por más que lo intentaba, ella volvÃa a meterse en sus pensamientos. TenÃa otras cosas en qué pensar. Las tiendas que habÃa fundado hacÃa sólo unos ocho años estaban creciendo de una manera vertiginosa, y estaba ganando socios que confiaban plenamente en su capacidad para llevar el negocio al éxito. En la tienda ubicada en la Quinta Avenida se vendÃa no sólo ropa y calzado, sino que ahora también estaba incursionando en todo tipo de accesorios para mujeres y hombres. La respuesta del cliente no se habÃa hecho esperar. La mesa directiva tenÃa la idea de extenderse e ir más allá, pero para eso necesitaban capital, que lamentablemente ahora no tenÃan. Iba en su auto un Mercedes AMG SL, de color rojo, luego de una reunión con un posible socio inversionista cuando vio a MarÃa Guadalupe.
Estaba sentada sola en una restaurante pequeño, mirando lejos y con unos apuntes delante. Sonrió y detuvo el auto dejándolo en una zona de estacionamiento público, y sin dudarlo, se encaminó a ella.
Entró al restaurante y pidió dos tazas de café, del mejor, negro y muy aromático. Esta chica venÃa de México tierra, donde se prepara un buen café de olla, asà que no podÃa traerle cualquier cosa. MarÃa Guadalupe se sintió seducida por el aroma a café y levantó la mirada. Al ver a Eduardo
sosteniendo un par de tazas y sonriéndole con cierta picardÃa, entrecerró sus ojos.
-Parece que después de todo, sà pude invitarte a una taza de café, no como el que preparan en tú paÃs, pero este también es bueno. Dijo él, y le puso la taza delante de ella. MarÃa Guadalupe cerró las libretas y miró la negra y humeante bebida bastante tentada a recibirla. Para tener derecho a estar sentada aquÃ, habÃa pedido un simple jugo, y sospechaba que los meseros del lugar no estaban muy contentos con esta cliente en particular.
- Vamos, no lo mires asÃ. Te arrepentirás toda la vida. Eso era verdad, pensó ella, y tomó la taza y le dio un sorbo. Ah, directo de las montañas de México, se dijo, y pegó la nariz a la taza saboreándola con todos sus sentidos disponibles. Eduardo se echó a reÃr.
-Echas de menos tu tierra?
-Mucho.
-Pero no piensas volver. Ella la desvÃo la mirada.
-Ya no puedo. Prometà hacer cosas grandes aquÃ, asà que volver serÃa una derrota.
-Te entiendo. Me identifico mucho contigo, sabes?. MarÃa Guadalupe, lo miró un poco incrédula.
- Yo también dejé mi tierra siguiendo el sueño americano. -Pero usted lo consiguió. Él sonrió un tanto enigmático.
-A costa de unas cuantas cosas. Ella tuvo curiosidad de preguntarle qué cosas, pero no se atrevió. Él siguió hablando, buscando entablar con ella una conversación, y al fin, MarÃa Guadalupe cedió y puso de su parte contestando, haciendo comentarios, y hablando a su vez. Cuando hubieron terminado el café, ella recogió sus apuntes.
Viendo que ella tenÃa intención de irse, él también se puso en pie.
-Sabes, no te invité para nada extraño aquella vez. Dijo él, y ella lo miró de reojo sin creerle. Eduardo se echó a reÃr.
- Bueno, tal vez sÃ, un poco. Pero siempre es sabido que el hombre llega hasta donde la mujer le permite. Quedó claro que yo ni siquiera llegué a invitarte a tomar algo.
-Ya lo hizo.
-Esas, palabras son muy fuertes
-Claro que no. Pero no puedo permitir que el señor de la casa me haga este tipo de invitaciones otra vez. SerÃa muy fácil caer si me descuido.
-¿ Estás diciendo que no te soy indiferente?
-Señor San Clemente no me obligue a renunciar a mà trabajo, por favor.
-No! Claro que no. Qué difÃcil eres, mujer. Ella sonrió, y él adoró los hoyuelos en sus mejillas.
- ¡ Hey ustedes dos!. Exclamó una mujer, vestida con una falda larga y llena de estampados de colores vivos. Era de tez oscura, llevaba puesta una pañoleta y caÃan en su frente cabello rizado, negro, cargaba muchas pulseras y collares y tenÃa un tono de voz española. MarÃa Guadalupe y Eduardo la miraron un poco tomados por sorpresa e incluso Eduardo dió un paso atrás para tomar a MarÃa Guadalupe y salir corriendo con ella en caso de que la mujer se pusiera agresiva, pero ésta sólo cerró sus ojos y arrugó su frente como si estuviera sufriendo mucho.
-Esta sangre. Dijo ella con voz queda-, esta sangre me quiere decir algo MarÃa Guadalupe miró a Eduardo como pidiéndole salir corriendo de aquÃ, pero la mujer abrió de nuevo sus ojos y miró fijamente a MarÃa Guadalupe que tuvo un poco de temor al ver esta extraña mujer comportándose de un modo más extraño aún.
-Harás un largo viaje. Le dijo la mujer a MarÃa Guadalupe-. Uno muy cansado. Uno casi interminable. Pero no temas; cuando todo lo des por perdido, cuando tus esperanzas se hayan agotado, llegarás por fin a tu dulce destino. MarÃa Guadalupe levantó una ceja, sorprendida por esas palabras. Pero la mujer dejó de prestarle atención a ella y miró a Eduardo, y con el mismo tono de voz le dijo.
- Nunca olvides estas palabras: El sirviente que se esfuerza llegará a convertirse en el jefe del mal hijo, y hasta se quedará con la herencia que a éste le tocaba. Y mirando al cielo dijo
-Esta sangre está destinada a unirse.
Eduardo y MarÃa Guadalupe la miraron pestañeando un par de veces, sorprendidos por este gran espectáculo. MarÃa Guadalupe incluso estaba a punto de aplaudir.
DebÃan estar promocionando la visita de algún circo, o algo asÃ. La mujer luego los observó y se aclaró la garganta. Miró en derredor como preguntándose dónde estaba y Eduardo guió a Sandra en dirección al auto queriendo reÃr por lo extraño de todo, y ella, olvidando que habÃa prometido guardar las distancias con su jefe, aceptó ser llevada en el auto hasta la mansión.
En el camino fueron hablando y riendo de la extraña mujer y sus locas palabras, y el camino se les hizo muy corto.
Al llegar a la casa, Eduardo borró de inmediato su sonrisa al reconocer el automóvil, un BMW, de color verde, estacionado frente a la mansión. Miró a MarÃa Guadalupe y ella vio un poco de preocupación en su rostro.
-¿ Está todo bien?. Preguntó ella.
Él no tuvo tiempo de contestar, pues por la puerta principal salió una despampanante mujer, alta, pelirroja, de ojos marrones y piel muy clara, que al ver a Eduardo se ajustó sus lentes de sol y caminó a él. Al advertir a la mujer a su lado, no dudó en echarle una mirada de arriba abajo y menospreciarla enseguida.
-Parece que tenÃa razón en estar preocupada. Dijo ella con voz muy educada y una sonrisa estudiada.
MarÃa Guadalupe se empezó a sentir como un pequeño bicho frente a la fineza de esta mujer, sus ropas, su bolso, o tan sólo sus lentes de sol debÃan equivaler a su salario.
-Hola, MÃa. Saludó Eduardo.
-¿Hola?. Reprochó ella-. Asà tan simplemente saludas a tu prometida? .
Eduardo sintió la mirada de MarÃa Guadalupe y no pudo hacer nada cuando ella se disculpó y se alejó.
Tuvo deseos de salir corriendo de allÃ, ir detrás de MarÃa Guadalupe cambiarlo todo.
Pero no podÃa. MÃa era la hija de su nuevo socio inversionista.
El hombre habÃa dejado en sus manos casi toda su fortuna a cambio del matrimonio. Si bien él no tenÃa renombre, estaba demostrando ser un brillante hombre de negocios. HabÃa ganado mucho dinero con esta transacción, pero sospechaba que habÃa perdido algo mucho más valioso y para siempre.
-¿ Tengo que preocuparme por la muchacha del servicio?. Preguntó MÃa cruzándose de brazos.
-No. No tienes que preocuparte, por nada.
-Mira, no me molesta que tengas tus desliz, pero no las pasees delante de mÃ, ni las subas en el mismo auto en que me subiré yo. Ten un poco de respeto, por favor.
-A qué viniste?
-A esto, precisamente.
-¿Estás molesta?
-No demasiado. Preguntó ella entrecerrando sus ojos. ¿ TenÃas la esperanza de que cancelara el compromiso? dicho esto se echó a reÃr, con una risa sarcástica.
Eduardo la observó mientras se encaminaba a su convertible BMW y subÃa en él para irse.
Buscó a MarÃa Guadalupe para hablar con ella, pero a mitad de camino se detuvo. ¿Para qué? ¿ Qué ganaba reteniéndola? Si ella decidÃa irse, estaba en todo su derecho, no?
El matrimonio con MÃa era un hecho. Nada en este mundo lo detendrÃa. HabÃa fantaseado un poco con la muchacha del servicio, pero no era más que eso, un sueño. La vida real era muy diferente, y él habÃa hecho sus compromisos y sus promesas ya.
Cuando una semana después ella presentó su renuncia, no fue capaz de pedirle que recapacitara, sintió que el corazón le dolÃa un poco, pero él no tenÃa ningún derecho.
-¿PodrÃa reubicarte ?. Propuso Eduardo -. Has mejorado mucho tu inglés. No tienes que ser siempre una muchacha del servicio. Puedo...
-No tiene que hacerlo. Tal vez aceptando su ayuda llegue más rápido a mi meta, pero no estaré cómoda con eso. Él la miró y pasó saliva tratando de desatar el nudo en su garganta.
-Entonces intentaré arrancarte una promesa. Ella lo miro. -. Prométeme que cuando necesites ayuda, vendrás a mÃ. No importa qué tan grave sea la situación, o cuán desesperante. Acude a mÃ, por favor.
-¿ Prometerle eso le hará sentirse mejor?. Él sonrió triste. -Nada hará que me sienta mejor, MarÃa. Pero cuando te conocÃ, ya estaba comprometido con Mia. Si las cosas fueran diferentes...
-Se lo prometo. Le cortó MarÃa Guadalupe-. Algún dÃa, si necesito algo con mucha desesperación, lo tomare en cuenta y acudire a usted. Pero lo haré sólo como último recurso. Espero no tener que cruzarme mucho con usted en el futuro
Eduardo hizo una mueca, pero no tuvo más que aceptar lo que ella decÃa.
Se le quedó mirando, cuando salÃa de la casa, por la ventana de su despacho y su corazón, estába muy triste y no dejaba de pensar " Que se arrepentirÃa toda su vida por dejarla ir".
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