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Vega: Estrella del Norte del pasado y el futuro.
***
Amy Holland
Me levanto como todos los días temprano, para ducharme, lavar mis dientes y arreglarme, hora de ir al infierno. ¿De qué hablo? La escuela. Preparatoria Willberg High School, escuela donde asisten tarados, que piensan que cualquier persona que no sea "normal" como dicen ellos, la tachan y la tratan diferente.
Odio a esos chicos ricos idiotas, racistas, machistas y misóginos, personalmente pienso que ellos son una decepción para el mundo, porque cuando pensábamos que habíamos avanzado mucho como personas y como humanos nos damos cuenta de que no es así, gracias a ellos hemos retrocedido a la época de piedra, Tal vez ahí deberían quedarse.
Hemos vuelto a las clases y eso significa un nuevo tormento, las vacaciones habían sido las mejores de mi vida, no quería ni que terminarán, mi familia y yo terminamos yendo a Acapulco, mientras mis padres y mi abuela se bañaban en las hermosas playas y piscinas de tan hermoso lugar, yo me sentaba en las sombras leyendo un buen libro al aire libre.
Nada mejor que eso, un paisaje hermoso y tranquilo para leer.
Se respira tanta paz y serenidad.
Fueron las mejores vacaciones porque pude leer en paz, sin la presión de las tareas de la escuela y sin el ambiente tenso de mi vecindario y claro, sin las miradas de todo el mundo en la escuela.
—Amy, querida ya es hora de irnos—dice mi madre mientras toca la puerta de mi habitación.
—Bajo en dos minutos, me estoy terminando de arreglar—le respondo.
Me encontraba frente del espejo, no me caracterizaba como la más bonita, pero tampoco era tan fea, mi madre dice que lo más hermoso que tengo son mis ojos color azul eléctrico.
Me ate mi cabello negro, que ya estaba muy largo después de haber tenido por tanto tiempo el cabello tan corto verme así era algo raro, no me extrañaba que en cualquier momento me lo volviera a dejar corto, trate de ocultar mis ojeras y mi palidez con un poco de maquillaje. Trato de no hacer ver que las cicatrices de mi cuerpo, me causaban mucha inseguridad, así que tomé una camisa manga larga de rayas celestes y blancas y me la coloco. Ya lista baje las escaleras para desayunar e ir a la escuela.
—Buenos días, mi pequeña estrellita—dice mi padre, depositando un beso en mi frente.
—Buenos días, padre—me acerque a él para acomodar su corbata, siempre la tenía mal puesta.
Me senté en la mesa mientras el olor a huevos fritos hacía que mi estómago rugiera de hambre. Me gustaba volver a tener apetito y tal vez así volvería a tener mi peso normal.
— ¿Estás emocionada por ir a clases?—pregunta mi papá ya sentado en la mesa viendo su periódico.
—Oh, sí—mentí.
—Augusts, ¿En serio crees que esta criatura está emocionada por ir?—Esa era mi abuela Regina. —Mírala no más, desborda de felicidad—se acerca a mí y me mira detalladamente—Acaso eso es... ¿Maquillaje?
Mierda, no.
—No—respondí.
—Sí que es maquillaje, niña, soy vieja más no tonta, aún recuerdo cómo es eso y tienes maquillaje, además nunca usas maquillaje y te ves diferente.
— ¿Se me ve mal?
—No, reina no te ves mal, te ves hermosa, con todo lo que uses o te pongas o cualquier cosa te ves bella—dice mi abuela.
—Sabía que era mala idea lo del maquillaje.
—No le hagas caso a tu abuela que sabes que le encanta molestarte cada vez que puede—responde mi mamá, extendiendo mi desayuno y mi lonche.
—Está bien—era verdad se que ellos me aman pero también sé que les gusta fastidiarme.
Terminé de desayunar y me dirigí al auto con mis padres si, ellos me llevarían al primer día de clases ¿Grandioso, no? soy la nena a la que aun sus padres las llevan a la escuela, porque no tiene auto, ya muchos tenían auto y permiso de conducir y ahora que hemos vuelto de vacaciones seguramente los que faltaban ya eran portadores de sus propios autos, todos menos yo claro. Llegamos a la escuela ya que no quedaba tan lejos de mi casa, la escuela era grande, tan grande que daba miedo, era una de las mejores de la ciudad y siempre te abrían puertas a excelentes universidades. Nosotros no éramos ricos, pero vivíamos muy bien, papá era gerente en una empresa y mamá era psicóloga, una de las mejores en la ciudad. Así que podían pagarla aunque yo seguía creyendo que no era tan necesario estudiar ahí y que no tendría ningún problema en estudiar en una escuela pública.
— ¿Quieres que pase por ti?—pregunta mi mamá.
—No te preocupes, puedo irme caminando, además dijiste que tenías muchos clientes hoy.
—Sí, pero papá puede pasar por ti, sin ningún problema—mamá golpea a papá en el hombro. — ¿Verdad, Augusts?
—Sí, hija—dice mi papá sonriendo.
—Estoy bien, no se preocupen se cuidarme sola—me acerque hacia ellos dejando un beso en sus mejillas—Adiós mamá y papá, cuídense.
Salí del auto y comencé a caminar, hacia esos pasillos, pasillos que eran un tormento para mí, los mismos en dónde más de un alumno de esta escuela, me dijo miles de cosas horribles, cuando pensaba que por fin lo había olvidado cuando camino por ellos es como si me lo recordarán, llegaban como un balonazo en mi cara, esa sensación era la peor de todas.
Mis piernas temblaban, pero me prometí este año ser fuerte y no dejar que me volvieran a humillar, ni que me volvieran a aplastar y mucho menos dejaría que me hicieran ser el hazme reír de todo el instituto, eso se iba a acabar este año. Quiero nuevas experiencias, quiero que mi último año sea bueno, no lleno de recuerdos de personas estúpidas. así que Amy… Sé fuerte, tú puedes.
—Pero miren quién volvió—escuche decir detrás de mí, claro que conocía esa voz, esa voz me había atormentado durante años, era Jacob, el chico popular alias "cabeza hueca"
—Jacobo, al parecer si lograste pasar de curso—le conteste, Jacob camina hacia dónde estaba para ponerse a un lado de mí y comenzar a dar vueltas a mi alrededor.
—Son cosas mías o la enfermedad que tienes, te ha sentado bien últimamente—me dice tocando mi cabello, estaba aterrada pero no sé lo iba a demostrar.
Le di un manotón para que me dejara el cabello. —Son cosas mías o, ¿este año eres más idiota que el anterior? Déjame en paz.
Comencé a caminar lejos de él.
Una cosa que no podía lograr era eso, hacerme fuerte cuando no lo soy, ese chico hizo de mi vida un infierno, me trató muy mal, cada vez que podía me recordaba que padecía de una enfermedad, cada vez me hacía sentir menos persona por el simple hecho de tenerla. La verdad es que todo lo que he pasado desde que me diagnosticaron, no se lo deseo a nadie, vivir día a día el que la gente te mire con asco, como si lo que tuvieras fuera contagioso, con que te traten diferente, con que te juzguen y te pregunten como, ¿que hiciste para que te diera eso? no hice nada, el cáncer llega sin avisar a tu vida a destruir todo a su paso.
Corrí hacia el cuarto de limpieza, dónde siempre me ocultaba de las personas, sabía que no me encontraría con el conserje ya que, siempre llegaba muy tarde así que, solo estaba yo, me recosté en la pared para comenzar a caer al piso.
Si, estaba llorando.
Es que no puedo, trato de hacerlo, eso de ser fuerte pero no puedo. Es tan difícil, hacerle creer a la gente que no te afecta, pero es más difícil vivir engañándote a ti misma, no estoy bien y no lo estaré, estoy muriendo eso es un hecho y nadie va a cambiar las cosas.
Solo respira Amy, solo respira.
Todo estará bien, estas bien, estaras bien.
—Señor, Rogers ¿Está allí? —Escuché una voz de un chico que provenía de afuera del cuarto, seguidos de ellos, se escucharon unos pequeños toques en la puerta.
Limpié mis lágrimas y la puerta del cuarto se abrió rápidamente, dando a ver un chico el cual no conocía o que al menos no lo había visto aquí en la escuela. Lo que era imposible porque conocía a todos lamentablemente, debía ser nuevo pero, ¿un alumno nuevo a casi mitad del año escolar? Era raro.
Mi mirada fue hacia el chico rubio de cabello color ceniza y con unos ojos de color grises, había captado toda mi atención su rostro. No podía ser real.
—Tú no eres Rogers—me dice con una sonrisa de lado.
—Al parecer no—le respondí levantándome rápido del suelo—El conserje siempre llega tarde.
—Y tú, ¿qué haces aquí? ¿Estás bien? —Me pregunta.
—Vengo aquí a reflexionar sobre la vida—le conteste.
El entrecierra los ojos, como si me estuviera detallando. —Tienes la nariz enrojecida, al igual que tus ojos, eso es que estabas llorando.
—Es alergia.
—Bueno, espero que te recuperes de la "Alergia"—me guiña el ojo. —Y tu maquillaje se chorreo, yo que tú iría al baño a retocarme antes de que el timbre suene, no querrás verte espantosa en clases.
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