Sentada, detrás de su escritorio, en el privado que ocupaba en el bufete, la abogada Wendy Martí, trataba de concentrarse en aquellos escritos que debía presentar al juzgado, les daba una última revisada para que todo estuviera en orden y no tuvieran complicaciones con nada.
De pronto, la puerta de su privado se abrió y ella levantó la vista para ver quién era, Germán Domínguez, entró y cerró la puerta tras de sí, se veía más varonil y guapo que nunca, avanzó unos pasos hasta situarse frente al escritorio de la litigante.
—Necesito hablar contigo de manera urgente —le dijo Germán, viéndola a los ojos.
—Estoy con el escrito del juicio que tenemos encima… además debo revisar la apelación que vamos a presentar, así como el cambio de abogado que debemos efectuar para que…
—¡Ya basta, Wendy! Deja de escudarte tras el trabajo y enfrenta la situación como es —dijo él con un tono de voz contundente y directo— ya no eres una estudiante, ya eres toda una mujer.
—¡Yo nunca me he escudado de tras de nada! —dijo Wendy, poniéndose de pie y saliendo de su escritorio— siempre he sabido enfrentar la situación y mucho más, veces que tú.
—¿Entonces por qué me niegas el derecho a que hablemos y aclaremos las cosas?
—Porque no tiene caso volver a lo mismo… no eres consistente y…
Ella ya no pudo seguir hablando, Germán la tomó por la cintura y la jaló hacia él para besarla con toda ese amor y esa pasión que esa hermosa mujer le despertaba.
Por un momento, la abogada se quedó confundida, sin saber exactamente qué hacer, hasta que de pronto comenzó a corresponderle a la caricia, dejándose llevar por las emociones que sentía.
Las manos de él comenzaron a despojarla de su ropa, sin dejar de besarla y de acariciar sus perfectas formas, ella también intentó quitarle la ropa, amaba a ese hombre y lo deseaba más que nada en el mundo, así que ya no iba a luchar más contra ella misma.
Cuando ambos, quedaron en ropa interior, Germán la sujetó por las caderas y la levantó un poco, ella lo abrazó con sus torneadas piernas, al tiempo que, con un manotazo, Wendy, despejó su gran escritorio de madera, ya que Germán, buscaba un lugar para depositarla y continuar.
Domínguez, la acomodó de manera tierna y suave en el escritorio y luego, dejó los carnosos y sabrosos labios de ella, para comenzar a besar su cuello, sus hombros, sus mejillas, con una dulzura que hizo que la piel de Wendy, se estremeciera de pasión y deleite, luego siguió besando, lamiendo y chupando, sus hermosos y bien formados pechos.