El Regreso de La Loba

El Regreso de La Loba

Gavin

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Hace siete años dejé Madrid, convencida de que mi familia me creía una fracasada en México. Pero allí, en silencio y con sangre, construí un imperio de tequila y me gané un nombre: "Isabella, La Loba". Volví a casa esperando resolver un pequeño asunto familiar, sin imaginar el infierno que me esperaba. En un tablao flamenco exclusivo de Madrid, fui testigo de una pesadilla: mi hermana pequeña, Sofía, humillada públicamente por su prometido Mateo y su amante Valeria. Estaban usando sus fotos íntimas y grabaciones para chantajearla, obligándola a vender las últimas reliquias de nuestra familia mientras la élite de la ciudad la observaba y se reía. Vi con rabia cómo entregaba entre lágrimas el medallón de la Virgen, regalo de nuestra madre, y luego un mantón de encaje incalculable, mientras los susurros sobre la "pobreza" de los De la Vega llenaban la sala. El horror creció al ver a mi padre, Ricardo, encorvado junto a nuestro mayor enemigo, la pieza final de la traición. Él había dilapidado nuestra fortuna y confinado a mi madre enferma en una clínica barata. ¿Cómo se atrevían a profanar así nuestro honor, nuestra historia, nuestra sangre? La ira, fría y cortante, se apoderó de mí, jurando una venganza que ni en sus peores pesadillas podrían imaginar. Fue entonces cuando salí de las sombras, con una tarjeta negra ilimitada en la mano y la furia de La Loba en los ojos. El "espectáculo" de Mateo había terminado. Ahora, la cacería de Isabella de la Vega, la loba que creyeron muerta, estaba a punto de comenzar. Y no tendría piedad con ninguno de ellos.

Introducción

Hace siete años dejé Madrid, convencida de que mi familia me creía una fracasada en México.

Pero allí, en silencio y con sangre, construí un imperio de tequila y me gané un nombre: "Isabella, La Loba".

Volví a casa esperando resolver un pequeño asunto familiar, sin imaginar el infierno que me esperaba.

En un tablao flamenco exclusivo de Madrid, fui testigo de una pesadilla: mi hermana pequeña, Sofía, humillada públicamente por su prometido Mateo y su amante Valeria.

Estaban usando sus fotos íntimas y grabaciones para chantajearla, obligándola a vender las últimas reliquias de nuestra familia mientras la élite de la ciudad la observaba y se reía.

Vi con rabia cómo entregaba entre lágrimas el medallón de la Virgen, regalo de nuestra madre, y luego un mantón de encaje incalculable, mientras los susurros sobre la "pobreza" de los De la Vega llenaban la sala.

El horror creció al ver a mi padre, Ricardo, encorvado junto a nuestro mayor enemigo, la pieza final de la traición.

Él había dilapidado nuestra fortuna y confinado a mi madre enferma en una clínica barata.

¿Cómo se atrevían a profanar así nuestro honor, nuestra historia, nuestra sangre?

La ira, fría y cortante, se apoderó de mí, jurando una venganza que ni en sus peores pesadillas podrían imaginar.

Fue entonces cuando salí de las sombras, con una tarjeta negra ilimitada en la mano y la furia de La Loba en los ojos.

El "espectáculo" de Mateo había terminado.

Ahora, la cacería de Isabella de la Vega, la loba que creyeron muerta, estaba a punto de comenzar.

Y no tendría piedad con ninguno de ellos.

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