México: El Regreso

México: El Regreso

Gavin

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Capítulo

El frío de la noche se clavaba en mi piel, pero la herida de mi alma dolía más. Estaba tirada en un callejón oscuro, la lluvia lavando la sangre de mi cabeza, mi carrera y mi beca arrancadas de mis manos por la envidia. Fue Isabella, mi propia prima, quien me empujó por esas escaleras, robándome mi diseño, mi honor y, finalmente, mi vida. La vi en lo alto, su silueta victoriosa contra la luz, usando mi traje, mi creación, como un trofeo burlesco. "Solo puede haber una estrella en la familia", susurró con dulzura venenosa, "y esa seré yo". Recordaba su rostro triunfante cuando me expulsaron, cuando me despojaron de todo. Los sonidos de la ciudad se desvanecieron, la oscuridad me engulló. ¿Era este mi fin? Un dolor punzante en la cabeza me despertó, pero no estaba en el callejón, ¡estaba en mi propia habitación! Miré el calendario: la fecha del concurso. Era hoy, el día en que todo se fue al infierno en mi "vida anterior". ¿Fue todo una pesadilla, un sueño terriblemente real? Me levanté, mis piernas temblaban, y me vi en el espejo: más joven, sin las líneas de amargura de meses de agonía. Entonces la puerta se abrió e Isabella entró, sonriendo, despreocupada. "Sofía, ¿estás lista? ¡Hoy es el gran día!" La escena se repitió, pero esta vez, yo sabía. Sabía cada mentira, cada traición que se ocultaba tras su sonrisa. No fue un sueño. De alguna manera, había vuelto. Tenía una segunda oportunidad. La confusión dio paso a una fría y dura determinación. "¿Qué haces aquí, Isabella?" , mi voz, más dura de lo que pretendía, la hizo parpadear. La misma excusa, la misma trampa. Pero esta vez, las cosas serían diferentes. "No vas a tocar mi traje" , dije, y el miedo en sus ojos me dio una extraña satisfacción. "Sé exactamente lo que quieres. Quieres mi diseño, mi lugar, mi vida. Pero se acabó el juego, primita. Esta vez, yo pongo las reglas" . La arrastré fuera de mi habitación, cerrando la puerta con un portazo que resonó en el pasillo. No era solo adrenalina; era la emoción de una venganza que apenas comenzaba. Esta vez, no Isabella. Esta vez, yo la destruiría a ella.

Introducción

El frío de la noche se clavaba en mi piel, pero la herida de mi alma dolía más.

Estaba tirada en un callejón oscuro, la lluvia lavando la sangre de mi cabeza, mi carrera y mi beca arrancadas de mis manos por la envidia.

Fue Isabella, mi propia prima, quien me empujó por esas escaleras, robándome mi diseño, mi honor y, finalmente, mi vida.

La vi en lo alto, su silueta victoriosa contra la luz, usando mi traje, mi creación, como un trofeo burlesco.

"Solo puede haber una estrella en la familia", susurró con dulzura venenosa, "y esa seré yo".

Recordaba su rostro triunfante cuando me expulsaron, cuando me despojaron de todo.

Los sonidos de la ciudad se desvanecieron, la oscuridad me engulló.

¿Era este mi fin?

Un dolor punzante en la cabeza me despertó, pero no estaba en el callejón, ¡estaba en mi propia habitación!

Miré el calendario: la fecha del concurso.

Era hoy, el día en que todo se fue al infierno en mi "vida anterior".

¿Fue todo una pesadilla, un sueño terriblemente real?

Me levanté, mis piernas temblaban, y me vi en el espejo: más joven, sin las líneas de amargura de meses de agonía.

Entonces la puerta se abrió e Isabella entró, sonriendo, despreocupada.

"Sofía, ¿estás lista? ¡Hoy es el gran día!"

La escena se repitió, pero esta vez, yo sabía.

Sabía cada mentira, cada traición que se ocultaba tras su sonrisa.

No fue un sueño.

De alguna manera, había vuelto.

Tenía una segunda oportunidad.

La confusión dio paso a una fría y dura determinación.

"¿Qué haces aquí, Isabella?" , mi voz, más dura de lo que pretendía, la hizo parpadear.

La misma excusa, la misma trampa.

Pero esta vez, las cosas serían diferentes.

"No vas a tocar mi traje" , dije, y el miedo en sus ojos me dio una extraña satisfacción.

"Sé exactamente lo que quieres. Quieres mi diseño, mi lugar, mi vida. Pero se acabó el juego, primita. Esta vez, yo pongo las reglas" .

La arrastré fuera de mi habitación, cerrando la puerta con un portazo que resonó en el pasillo.

No era solo adrenalina; era la emoción de una venganza que apenas comenzaba.

Esta vez, no Isabella.

Esta vez, yo la destruiría a ella.

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