A un mes de mi boda, Ricardo, el hombre con el que había compartido cinco años de mi vida, me citó en nuestra cafetería favorita, el mismo lugar donde me propuso matrimonio.
Esperaba planes, no un terremoto.
Con la frialdad de un abogado en un juicio, soltó las palabras que destrozaron mi mundo: "Sofía, deberíamos cancelar la boda... por Camila."
Camila. Su exnovia de preparatoria, la sombra eterna que siempre nos persiguió.
Dijo que ella estaba en un "problema legal muy grande" y que solo él podía salvarla, sacrificando nuestro futuro por su pasado y revelando que para él, yo siempre fui la segunda opción, la segura hasta que ella lo chasqueara.
El dolor era insoportable, pero fue la humillación lo que me asfixió.