Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
Camila Haynes se casó hoy. Desafortunadamente para ella, su novio no se encontraba a la vista.
Mientras ella miraba la habitación vacía, su rostro se puso blanco como una sábana y se sintió completamente humillada.
¡Se negaba a sufrir ese menosprecio!
Pero ¿qué podía hacer al respecto?
Desde el momento en el que nació, todos los aspectos de su vida habían sido controlados por otras personas. No hacía falta decir que eso incluía su matrimonio.
Camila había sido obligada a casarse por su papá, quien era un hombre dominado por su codicia.
Su abuelo había trabajado como chofer de Robin Johnston, el patriarca de la poderosa familia Johnston. Por un lamentable golpe de mala suerte, habían tenido un terrible accidente, donde su abuelo murió mientras salvaba a Robin.
En los últimos meses, la pequeña empresa que dirigía la familia Haynes había contraído enormes y numerosas deudas, por lo que estaban al borde de la quiebra. El astuto papá de Camila se negó a pedir ayuda a los Johnston, ya que sabía que eso cancelaría la enorme deuda que tenían con los Haynes. Entonces, ideó un plan para que el nieto de Robin, Isaac, se casara con su hija.
Dadas las riquezas de la familia Johnston, estaba seguro de que le darían una buena cantidad de dinero a cambio de la mano de su hija.
Y, como bono adicional, por fin establecerían una conexión más sólida con los Johnston, la cual estaría sujeta a la ley.
Por supuesto, la familia Johnston no podía darse el lujo de rechazar la propuesta, puesto que correrían el riesgo de quedar mal de una forma u otra.
Isaac, por su parte, optó por expresar su descontento con ese acuerdo al no presentarse al banquete de su boda, a pesar de que tampoco lo hizo nadie de su familia. Además, le negó a Camila el uso del apellido Johnston y le prohibió decirle a la gente que era su esposa.
Desde el principio, nadie se molestó en pedirle su opinión a Camila.
En ese momento, se encontraba de pie con la espalda erguida y los hombros rectos. A pesar de que sus pestañas temblaban ligeramente, había un dejo de obstinación en sus ojos.
Definitivamente, no sucumbiría ante la humillación. Sin embargo, ¿cómo se suponía que debía proceder?
Aún estaba preguntándose cómo iba a pasar lo que debió haber sido su noche de bodas, cuando recibió un mensaje de texto de una de sus colegas, pidiéndole que la cubriera en su turno de la noche.
Sin dudarlo ni un segundo, Camila salió de la habitación y llamó un taxi para que la llevara al hospital.
Momentos después, se encontraba en la sala de descanso del personal, revisando los registros de los pacientes. Su vestido de noche había sido reemplazado por una bata blanca.
Con un fuerte golpe, la puerta se abrió repentinamente desde el exterior, y se estrelló contra la pared.
Antes de que ella pudiera levantar la vista para ver qué estaba pasando, la puerta se cerró de golpe otra vez. Luego, con el clic del interruptor, la habitación se oscureció, mientras que le recorría un escalofrío la espalda.
"¿Quién...?".
El resto de la pregunta se ahogó en la garganta de Camila cuando la empujaron contra el escritorio, haciendo que un montón de papeles se cayera al suelo con estrépito. Enseguida, sintió el filo frío y afilado de una navaja presionada contra su cuello. "¡Tranquila!", susurró su agresor con una voz feroz.
Ella apenas podía distinguir el rostro del hombre, pero sus ojos sobresalían, que destellaban en la tenue luz y estaban llenos de vigilancia.
Entonces, un olor metálico impregnó el aire, lo que hizo que Camila se diera cuenta de que ese hombre estaba herido.
Gracias a los años de capacitación y de experiencia como médica, ella pudo mantener la cabeza fría.
Y así, lentamente levantó una pierna, con la intención de atacarlo con la rodilla. Sin embargo, tan pronto como ella se movió, él se percató de lo que estaba a punto de hacer, por lo que le sujetó las piernas con fuerza y la inmovilizó contra el escritorio con sus poderosos muslos.
De repente, se escuchó una ráfaga de pasos en el corredor, los cuales se dirigían hacia donde ellos se encontraban.
"¡Rápido! ¡Lo vi correr en esta dirección!".
Todo lo que se necesitaba era un solo grito de ayuda de Camila, y esas personas irrumpirían en la sala.
Sintiéndose desesperado, el hombre bajó la cabeza y la besó.
Después de forcejear un poco, Camila se sorprendió de que lograra alejarlo con bastante facilidad, y aún más cuando descubrió que él no volvió a amenazarla con la navaja.
A ella se le estaban acelerando los pensamientos.
En ese momento, quienquiera que estuviera al otro lado de la puerta ya había agarrado la perilla.
Estando decidida, Camila acercó al hombre hacia sí y le rodeó el cuello con los brazos. En esa ocasión, fue ella quien lo besó.
"Puedo ayudarte", murmuró en voz baja, esperando que el miedo que sentía no se reflejara en su voz.