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La luz del día todavía persistía sobre Onistin, pero una oleada de nubes oscuras se cernía sobre la ciudad, ahogando los últimos rayos de sol.
Dentro del penthouse, todas las lámparas brillaban y envolvían el espacio abierto en calidez, mientras las luces de la ciudad titilaban más allá del cristal infinito.
Gotas de agua se deslizaban por los cristales empañados mientras Cheryl Blake se apretaba contra la ventana de suelo a techo, con el pelo pegado a la frente. Su bata de seda se ceñía holgadamente a sus caderas, con la piel sonrojada y luminosa.
Un trueno resonó en la noche y ahogó el suave gemido de Cheryl mientras su cuerpo se estremecía en su punto álgido.
El hombre se retiró y su calor se disipaba, dejándola temblar en el frío que quedaba.
Antes de que el alivio pudiera asentarse, unos brazos fuertes la atraparon y la hicieron girar de nuevo, reavivando el fuego en sus venas. Fue arrastrada como un surfista que lucha contra las olas salvajes, completamente llevada por la corriente.
Los momentos se confundieron y el tiempo se escapaba. Una y otra vez, la oscuridad amenazaba con engullirla, solo para que nuevas olas de éxtasis la devolvieran.
La lluvia golpeaba el alféizar, impregnando el aire con una humedad densa y pesada.
El amanecer despuntaba, pálido y vacilante, cuando Cheryl sintió de nuevo el peso del hombre sobre ella. Él le inmovilizó las muñecas y, con sus dedos callosos, acarició el pequeño lunar rojo que tenía debajo del ojo.
Una voz, profunda y áspera como el cristal roto, le envió un escalofrío por la espina dorsal.
"¿Tienes idea de quién soy? Tuviste el descaro de meterte en mi cama. Muy atrevida, ¿no crees?".
Había algo en su tono, un filo de navaja entre la seducción y el peligro. Le provocó un vuelco en el corazón, y el pánico comenzó a mezclarse con la salvaje intensidad de su sueño.
Con un jadeo, inhaló profundamente, aferrándose a la realidad mientras los últimos vestigios del sueño se desvanecían.
La estridente vibración de su celular la sobresaltó. Frunció el ceño al ver que la llamada era de Rodger Dale.
La despiadada propuesta de Rodger una semana atrás todavía resonaba en su mente.
"Cheryl, ya conoces a Shane, el niño de oro de la familia Warren, ¿cierto? Hazme un favor: acuéstate con él, solo una vez. Estoy perdidamente enamorado de tu hermana y, si ella deja a Shane, por fin será mía. Vas a ayudarme, ¿verdad?".
Sus palabras la habían golpeado como la bofetada de un extraño, y Cheryl todavía podía imaginar la sonrisa burlona en el rostro de Rodger.
Su respuesta había sido tajante. "Hay muchas mujeres que se mueren por una oportunidad con Shane. ¿Por qué tengo que ser yo?".
Su contestación fue fría y rápida. "Porque eres la hermana que Zoey más odia. La última persona con la que querría verlo a él".
Cheryl bajó la mirada, y una sonrisa irónica se dibujó en sus labios mientras contestaba la llamada justo en el último timbre.
"¿Qué pasa, Roddy?", preguntó con un tono dulce y complaciente, ensayado a la perfección.
Hubo una pausa antes de que Rodger hablara. "Esta noche hay una fiesta. Shane va a estar ahí".
Así que ese era el plan.
"Claro, ahí estaré", respondió Cheryl, con una falsa calidez en la voz.
Las instrucciones de Rodger llegaron, tajantes e inapelables. "El chofer tiene tu vestido. Póntelo", ordenó, y luego añadió con indiferencia: "¿El gran final del desfile retro primavera-verano de Ensoñación de Eco? Deja que Zoey ocupe tu lugar. Ya te conseguiré otra cosa".
Su suposición de que todo saldría como él quería le provocó a Cheryl una risa amarga.
Desde el principio, Zoey Blake, su hermanastra, había hecho todo lo posible por apartarla del Grupo Blake, convencida de que intentaría robar la fortuna familiar.
Cheryl nunca había querido pelear. Entonces, el modelaje apareció en su vida.
Mantenerse alejada de Zoey y su familia parecía sencillo, hasta que su hermanastra, por puro aburrimiento, decidió incursionar en el modelaje el año anterior.
Con el apellido Blake y los contactos de Rodger, Zoey ascendió de la noche a la mañana y le arrebató trabajos que deberían haber sido suyos.
Un simple capricho de su hermana había puesto el mundo de la joven de cabeza, con Rodger siempre moviendo los hilos en segundo plano.
Una y otra vez, él le arrebataba las oportunidades que tanto le había costado ganar solo para dárselas a su hermana, sin siquiera disimular que lo hacía a propósito.
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