Los modales de Hunter en la mesa me sorprenden. Se pone la servilleta en el regazo y espera a que esté lista para comer antes de cortar su filete. Me llevo un trozo de carne a la boca y noto que Hunter me observa antes de hacer lo mismo. Sus ojos se abren ligeramente al sentir el rico sabor de la carne, y una lenta sonrisa se dibuja en su rostro mientras mastica y saborea.
Su ceño fruncido me emocionó, pero su sonrisa me reconfortó. -¿Qué rico, eh?-. Tomé más comida, y los cubiertos de acero inoxidable resonaron contra mi plato.
Hunter me recompensa con un gesto ceñido antes de tomar un buen bocado de papa asada bañada en mantequilla, crema agria y cebollin. Sus párpados se abren un instante, creyendo deleitarse con el sabor, y me imagino lo que suelen comer los hombres lobo. Me pregunto si será por necesidad en lugar de una experiencia placentera. Recuerdo una escena en la que los dos estamos en la cama y le estoy dando gofres con fresas con nata. La nata y el jugo rojo de las fresas le resbalan por la barbilla, y cuando le llega al pecho, me inclino para lamerlo... ¡Dios mío, lo estoy haciendo otra vez! Mastico una alubia verde con tanta fuerza que me duelen los dientes. Mi imaginación me traiciona.
Me obligo a centrarme en un tema más seguro y empiezo a preguntarme sobre Hunter más allá de su atractivo exterior. ¿Cómo es posible que un hombre lobo furioso, cuya presencia física delata su carácter salvaje, termine siendo un comensal elegante? Es más, me muero por saber porqué no se supone que participe en el evento Life Revenge.
Hunter deja de masticar y me observa con interés. Ese hombre es una especie de criminal y alguien con quien no debería fantasear. Tengo cosas más importantes que hacer, como encontrarle pareja. Lo que significa que necesito un nuevo enfoque. Así que, en lugar de sonrojarme y bajar la mirada, lo miro fijamente mientras sonrío. Si él no va a hablar, yo tampoco.
Me meto un bocado de papa en la boca y saco el tenedor lentamente, y noto que el pecho de Hunter se eleva con su profunda inhalación. Se mete un panecillo en la boca y, al morderlo, le chorrea mantequilla derretida en el labio. Levanta la mano y lo limpia con el pulgar. Ahora soy yo quien necesita oxígeno de repente porque se mete el pulgar en la boca para chuparlo hasta dejarlo limpio.
Lo pincho con el tenedor, que golpea el plato al agarrar lo que supongo que es una alubia verde, ya que no estoy dispuesta a bajar la vista primero. Tampoco voy a ceder ante su provocación. Lo abrazo con la boca y lo chupo lentamente. El labio superior de Hunter brilla de sudor mientras se aclara la garganta.
Nuestra conversación se interrumpe con un solo golpe, y entra Sydney, mi asistente. La pequeña rubia me sonríe. -¿Puedo recoger los platos?-
No digo nada porque temo que mi voz me delate. En cambio, asiento con la cabeza. Cuando voy a retirar el plato de Hunter, él lo agarra primero. Se levanta y toma el mío también para apilarlo ordenadamente antes de entregárselo a Sydney.
-Gracias-, dice Sydney. La chica es guapísima. Tiene los ojos grandes y de un azul pálido, el pelo con la onda perfecta para ser rizado o liso, y tiene la boca carnosa de una modelo. Le dedica a Hunter su sonrisa radiante.
Sorprendentemente, no le afecta, y solo la mira brevemente. Después de que se va, tomo mi portátil, y cae sobre la mesa con un golpe seco. -Volvamos al trabajo-. Abro la aplicación de citas y escribo, con el teclado tecleando, mientras hablo. -Hunter-. Me detengo para observar al hombre como si fuera un espécimen de un experimento. -¿Un metro ochenta?-
Él me mira sin decir palabra.
-De acuerdo -digo-. Te calculo ciento setenta y cinco libras. Ojos verdes. -Dejo de escribir para preguntar-: Supongo que no me dirás tu nivel de estudios, ¿verdad?
Hunter se recuesta y cruza los brazos en respuesta, lo que solo hace que sus bíceps parezcan más grandes, y mi niña interior suspira de admiración. ¿Quién necesita a un chico con cerebro? Podría enseñarle a leer por la mañana.
-No hay problema. Hablaremos de eso luego. -Fruncí el ceño al leer la siguiente pregunta porque temo descubrir que no soy el tipo de Hunter-. Asiente o niega con la cabeza ante las siguientes preguntas. Te gustan las mujeres inteligentes.
Hunter asiente levemente mientras me mira fijamente. Mantengo el rostro inexpresivo y le devuelvo la mirada.
-¿Rubia?-
Él niega con la cabeza.
-Ah, entonces una morena.-
El mechón de pelo que mi estilista me cortó demasiado corto me cae de nuevo sobre la cara, como para recordarme su color castaño. Miro a Hunter con los ojos entrecerrados. Sus ojos brillan con una pasión sexual que podría incendiarme. Escudriña mi cuerpo con su mirada hambrienta antes de inclinarse rápidamente la barbilla. Decido dejar el mechón suelto, desafiante, para que no piense que me ha alcanzado. Disimulé un escalofrío de deseo mientras repasaba mi anterior visión, inclinada sobre Hunter desnudo, con mi pelo cayéndole sobre el pecho. Parpadeé para apartarlo, pero al parecer estoy tan perdida que la visión persiste.
-¿Importa el color de los ojos?-, pregunto.