Ester
La vida te enseña que cada sonrisa tiene su precio, no pueden ser tus días llenos de pura felicidad. En mis 35 años, luche por tener lo que tengo, pero jamás me di un tiempo de pensar en lo que me podía matar en vida y al mismo tiempo me haría más fuerte, ver marcharse todo lo que logras con tanto sacrificio fue devastador, no sé si sea el destino, solo sé que duele lo que se te es arrebatado sin compasión, sin siquiera estar preparado para algo tan duro como eso.
De tener a mis padres y un novio amoroso, sin importar su edad, a quedar completamente sola, me vi en la nada, no creí ser tan fuerte, hasta que me tocó serlo por las malas.
Han sido seis meses de duelo, pero ya no más, buscaré y encontraré una manera de vengarme de quien arrebató mi felicidad, haré todo lo que esté en mis manos para lograr acabar con la plaga que daña a inocentes
David
Años me costó tener todo lo que tengo, solo era un joven de 17 años cuando decidí irme de mi hogar, ahora tengo 32 años, viviendo una vida tranquila, con mis negocios legales, fiestas, libertad, alejado de mi familia, no porque no los quiera, solo quise huir de esa vida peligrosa. Hasta tenía una novia que creí que me amaba, que estaría conmigo en las buenas y malas; pero no, aquí estoy, seis meses llevo detrás de las rejas, sin recibir una visita, esperando que mi padre se entregue y yo pueda salir, no sin antes pedirle y decirle que ya no deseo llevar ese apellido que me condena, que me lleva al peligro y me arrebata la felicidad.
Suena tan fácil, pero soy realista, es algo que no sucederá, mi padre jamás se meterá a la cueva del lobo, donde muy cómodamente y con ganas de matarlo lo esperan.
No hay policía o cualquier cuerpo especial que no lo quiera muerto, eso solo significa que me quedaré aquí, pagando diez años o más, por algo que no hice, no importa el dinero que tenga, si no lo puedo usar.
De algo sí que estoy seguro, no volveré a confiar en nadie, Solo pensar que en mis 32 años, se acabó mi futuro, duele mucho.
Podemos enamorarnos de cualquier parte del cuerpo de muchas personas, pero solo amaremos la esencia de una sola.
-Señor Carusso, tiene visita, rápido.-Se escuchó una voz fuerte resonar en la celda.
David, con toda dificultad se levantó. Seis meses y aún no se acostumbraba a la dura e incómoda cama que le daban en ese lugar. Por su mente pasó la posibilidad de que era su padre o tal vez su novia y amigo con buenas noticias.
El guardia no dijo nada en todo el camino, David caminaba incómodo con las cadenas y esposas que iban desde sus pies hasta sus manos. Mientras avanzaba las miraba con ironía, se sonrió para sí mismo con burla. Era obvio que sabía pelear y usar armas, lo aprendió por seguridad, pero escapar de esa prisión, era una muerte suicida. Estimaba que esas esposas y las cadenas eran innecesarias.
Al llegar a la sala, fue recibido por los chillidos y besos de una hermosa mujer dejándolo sorprendido y sin tiempo de reaccionar.
-¡Amor! -Chillo la mujer, besando los labios de David frente al oficial, dejándolo impactado e inmóvil-. Mira nada más cómo te tienen cariño, son unos animales. -Exclamó con molestia y tristeza, viendo mal al oficial.
-¡¿Quién...?! -Traté de hablar y averiguar quién era ella, pero los dedos de la mujer tocaron sus labios, una clara señal de que no dijera nada.
-Lo sé, cariño, yo también quisiera saber quién fue capaz de meterte aquí y culparte de algo que no cometiste. -reprochó a todo oído, con un puchero, acariciando la mano de David, dejando aún más confundido al caballero.
El oficial les dio privacidad y eso bastó para que la hermosa mujer cambiará su actitud y forma de actuar, presentándose como lo que era, una mujer cortante.
-Soy Ester Gavidia, Abogada Criminalista y judicial, estoy aquí para sacarte de este lugar, pero con una condición. -Hablo de manera rápida y sería, dejando a David boquiabierto.
La chillona mujer había desaparecido, dejando a una sería y odiosa, sin dejar atrás, lo claramente mandona que se notaba. Su mirada seguía detallando, buscando la otra que se había presentado antes, bien chillona, pero su mirada penetrante y acusadora le dio por hablar.
-¿Quién te mandó y por qué? -interrogó David, después de unos segundos en silencio, observando a la bella castaña.
-Es una historia muy larga de contar, solo te diré qué puedo sacarte de aquí y recuperar tus bienes, con unas cuantas condiciones. -Contestó Ester, con toda seguridad.
-¿Dime una de esas condiciones? -Indago aún más curioso y burlón.
-Casarte conmigo y así poder vengarnos de quién nos lastimó. -Le propuso Ester.
Una sonora carcajada se escuchó en toda la sala, David no podía creer lo que esa mujer le propuso así sin más.
Ester se quedó cómodamente en su silla, esperando a que el caballero dejara de reír un poco y se concentrará en responder; pero David seguía riendo y, para ella, el tiempo era oro, y la paciencia no era su fuerte.
-Te dejo los acuerdos y mi número de teléfono, si aceptas, llámame. Solo tengo que pedir una audiencia con el juez sobre tu caso y te aseguro que no pasarás más de un mes aquí. -Ester no dejó señal de rogarle, y menos se molestó por su reacción.
Le dejó los documentos y salió acompañada por un oficial, sabía que recibiría su llamada.
Mientras tanto, David secaba las lágrimas que salían de sus ojos de tanto reír, decidió parar y tomar lo que le había dejado, regresando a su celda, guiado por el oficial.
Mientras caminaban, en su cabeza rodaba la escena que presenció minutos atrás, era increíble cómo una mujer actuaba tan bien, y ese beso, ¡Dios!, fue un shock eléctrico a su cuerpo, no sabía si era el tiempo sin ver y tocar a una mujer o si se había enamorado a primera vista, una sonrisa salió de sus labios.
Adentro de la celda, sus ojos se quedaron fijamente en esos acuerdos que tenía en sus manos, y al recordar lo que ella le dijo, para él, sonaban algo descarados y sin sentidos, con un toque divertido.
Curioso comenzó a leerlos:
"Acuerdos